10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 12

 El sonido de las olas reventando y su espumosa llegada a la orilla, atravesaron los oídos de Sacris hasta llegar a su adormilado cerebro. Poco a poco fue recobrando la consciencia y sus sentidos fueron despertando lentamente.
Quiso abrir los ojos, pero le costó bastante, parecían haberse pegado o quizás habían sido cosidos y no pudo conseguir abrirlos. Intentó mantener la calma y llamó a todo su instinto guerrero, para saber de su situación actual y poner en práctica sus conocimientos de supervivencia, por si tenía que estar lista para cualquier enfrentamiento que la esperase en su completo despertar. Revisó mentalmente todos sus músculos e intentó mover algunos de sus dedos, que se encontraban completamente agarrotados.
Al mover sus manos, notó que bajo ellas había una superficie arenosa y áspera. El aire que entraba por sus fosas nasales tenía un tinte marino.

¿Una playa?

-¡Miren, está despertando!- Dijeron un par de melodiosas voces infantiles al unísono.
-Ya era hora.- Dijo otra voz infantil que se percibía bastante molesta.
-¡Shhh!- Pidió silencio una cuarta voz.
¿Eran... niños?




Sacris quedó bastante confundida al reparar en que estaba en un lugar abierto y con niños alrededor. Sus instintos no le advertían de ningún peligro, pero aun así se mantuvo alerta y logró al fin despegar los párpados.
Al abrir los ojos, lo primero que hizo fue proteger su vista con un brazo y largar un agudo chillido de sorpresa y horror.
Los rayos del sol perforaron sus retinas al instante y el calor que emanaba el astro rey la cubrió por completo calentando su piel. Volvió a cerrar sus amatistas al instante y puso a trabajar su cuerpo rápidamente, arrastrándose penosamente hacia atrás por sobre la arena en busca de algún refugio oscuro que la protegiese de una inminente muerte en manos de la luz solar, esperando achicharrarse de un segundo a otro y no quedar más que una sombra hecha de cenizas en el suelo. Pero por más que se movió, remolcando sus piernas aun dormidas y ayudándose sólo con los brazos, no logró llegar muy lejos y sus fuerzas la abandonaron velozmente, sin piedad, hasta dejarla nuevamente tirada e inútil sobre la arena, esperando la muerte.
No le quedó otra que dejarse a la suerte y sufrir el horror de ser quemada viva. Envió en silencio plegarias a la Virgen Escriba y sonetos de amor a Qhuinn, pidiéndole una vez más perdón por su estupidez.
Esperó un segundo y nada sucedió.
Esperó otro y todo seguía igual.
No salió ningún olor a piel quemada, ni sintió ningún dolor en particular.
¿Qué demonios...?

 -¿Qué mierda está haciendo?- Dijo el niño que parecía ser bastante gruñón.
-Calla...y no digas groserías que mamá se va a enfadar.- Dijo la niña que parecía ser la mayor.
-¿Qué es mierda?-Preguntó la otra niña más pequeña.
-Es excremento, tonta.- Respondió el otro niño que tenía la voz parecida a la pequeña.
-¡¿Eh?!
Y así los niños comenzaron a discutir y la pelea prosiguió acaloradamente olvidándose completamente de la presencia de la hembra.

Sacris, quien había quedado atónita al verse envuelta en esta situación que parecía de lo más surrealista, abrió nuevamente los ojos lentamente para acostumbrarse a la intensa luz amarilla y luego verificar que el sol en realidad no le había hecho daño alguno. Se revisó entera y no mostraba ninguna quemadura, parecía increíble, luego giró la cabeza haciendo sonar todos los huesos de la columna en el proceso, para ver a los niños y estos se encontraban sólo a unos pasos de ellas, dándole la espalda, formando un pequeño pero ruidoso grupo. Eran cuatro y sus voces habían delatado bien sus rangos de edades y si no se equivocaba, ya que de niños no sabía mucho, fluctuaban entre los 7 y 4 años. Todos iban vestidos únicamente con trajes de baño y sus pieles eran blancas como la suya propia.
La mayor era una niña, de cabello largo negro azabache, le seguía el niño cascarrabias que tenía el mismo color de pelo y los más pequeños, que al parecer eran mellizos y sus cabellos eran igual de dorados y radiantes que el sol.

El sol...el maldito se erguía alto en el cielo, poderoso e inmutable. Sacris sólo lo había visto de niña y no demasiado. Vivir de día era algo que con el tiempo se olvidaba, pero siempre se añoraba.
Observó a su alrededor y todo era mar y arena, una interminable isla desierta, sin casas, sin palmeras, sin nadie más que ella y los niños. El cielo azul despejado y las aguas del mar color turquesa acompañaban el idílico paisaje. El mar bailaba sereno, con pequeñas olas que lamían con sus pretenciosas aguas burbujeantes la blanca arena. Los pequeños granitos cristalinos se metían por entre los dedos del pie, haciéndole cosquillas. Fue sólo entonces, cuando Sacris notó que no llevaba más ropa que una bata de hospital encima y recordó que había sido Liam quien la había atacado.
¿La habría abandonado en ese lugar, así, sin más?

-¿Dónde estoy?- Preguntó Sacris dirigiéndose al grupo infantil.

Los pequeños callaron abruptamente y voltearon sus cabecitas hacia ella.
La hembra anhelaba ver sus rostros, pero algo le impedía verlos claramente. Las caritas infantiles parecían borrosas y por más que intentaba concentrase en ellos, más desenfocados se volvían. Sacris se restregó los ojos que habían quedados adoloridos por el esfuerzo.
Debo estar soñando...

-No, sólo estás inconsciente.- Le aclaró la mayor de ellos.
-¿Ah?
¿Acaso lo había dicho en voz alta?
-¿Quiénes son ustedes?
-¿Y quién eres tú?-Preguntó irónicamente el niño pelinegro.

A Sacris le dolía la cabeza de tanto pensar y de lo confundida que estaba. Repasó mentalmente todos los sucesos que había vivido hasta entonces. Liam estaba vivo y lo había encontrado en su departamento, luego Liam le inyectó algo y ella...¿Se había muerto? No lo sabía, pero ahora estaba en una playa desierta a plena luz del día con cuatro niños parlanchines y demasiado sagaces. Esto para nada parecía ser el fade.
Se pellizcó brutalmente un brazo y le dolió como los mil demonios.
Sip, estaba viva pero no sabía donde. Y el hecho de que el sol no le hiciese daño alguno, era un gran misterio.

-¿Dónde está Liam?- Preguntó preocupada por el paradero de su último y nuevo enemigo.
-¿Y quién es ese?... Joder, les dije que estaba loca como una cabra...- Dijo el mismo niño.

Sacris una vez más intentó ver el rostro del infante, pero fue incapaz, todas sus facciones parecían estar cubiertas por un filtro nebuloso. Sacudió la cabeza y desvió la vista hacia el pacífico mar, intentando saber como plantear bien sus preguntas. Necesitaba demasiadas respuestas y por lo visto los niños no le serían de mucha ayuda.
-¿Me podrían decir dónde están sus padres? Quisiera hablar con ellos...
Los niños la miraron divertidos, como si ella fuese un payaso de circo y los mellizos comenzaron a reír abiertamente.
Esta vez Sacris bufó irritada, ya se le estaba acabando la paciencia.
-Y supongo que tampoco me dirán sus nombres, ni donde viven...
Uno se encogió de hombros, el otro se miró las uñas y los mellizos se miraron entre sí.
-Bien, no me contesten si no quieren y de cierta forma lo comprendo, supongo que les enseñaron eso de no hablar con extraños...De todas formas, creo que ya es hora de que me vaya...
Sacris suspiró resignada e hizo el intento de levantarse, pero las piernas no quisieron responder. Maldijo en voz baja y golpeó la arena con los puños, dejando dos pequeños cráteres blancos bajo ellos.
-Yo te llevaré.- Dijo la niña más grande, acercándose a ella y ofreciéndole su manita.
La hembra sonrió y se enterneció con aquel amable e inocente gesto, dudando que aquella pequeña niña pudiese levantar su peso.

Para no decepcionarla, aceptó la ayuda que se le ofrecía y en contra de toda lógica, logró levantarse con sus piernas respondiendo como por arte de magia, sin mayor esfuerzo. La mano infantil se sentía familiarmente cálida, tierna y suave. Cabía perfectamente en la suya y su contacto se percibía reconfortante, llenándola de tranquilidad y energía.
La pequeña niña de cabellos negros azulados comenzó a guiar sus pasos, cortos pero seguros, hacia la orilla del mar, mientras los otros niños aguardaron sin moverse de sus puestos, en silencio.
Sacris frunció el ceño al percatarse de que estaban tomando el camino errado, así que dio un sutil tirón de la mano infantil para que se detuviese.

-Pequeña, lo siento, pero no tengo tiempo para quedarme a jugar contigo y tus hermanos, creo que deberíamos ir hacia el otro lado...
-Si deseas regresar, este es el camino...- Interrumpió la niña con determinación.
-¿Y cómo sabes a dónde deseo ir?- Preguntó Sacris, algo extrañada por la actitud de la pequeña.
-Porque no perteneces aquí...Vamos, que ya es tarde, no hay tiempo que perder.
Y sin esperar el reproche adulto, la tironeó sin vacilaciones hasta que sus pies tocaron el agua. Estaba fría y Sacris sintió como se le erizaba la piel al contacto.
-De verdad cariño, que no tengo deseos de bañarme...-Insistió Sacris que aun no entendía que tenía que ver el mar con su camino de regreso a casa.
-¿Sabes luchar, cierto?- Inquirió la infante ignorando las palabras de la hembra.
Esta niña ha perdido un tornillo...
-Eh...¿Qué clase de pregunta es esa?
La pequeña se volteó hacia ella y a pesar de que no podía descifrar su rostro, percibió que la miraba fijamente y con mortal seriedad.
-Porque ahora vas a tener que dar todo lo que tengas, luchar hasta el final...por ti...y...por mí...
¿Ah?

Y seguidamente, sin aviso alguno, el sol se apagó por completo y la oscuridad cubrió el lugar con un manto negro e impenetrable. No se lograba divisar donde terminaba el cielo y comenzaba el mar. Instintivamente aferró la mano de la niña, para protegerla, aunque le era imposible verla. Quiso hablar para decirle que todo estaba bien y que no tuviese miedo, pero las palabras salieron de su boca sin sonido.
¿Qué coño...?
Se giró intentando ver que había a su espalda, preocupada también por los niños que se habían quedado atrás, pero tampoco pudo ver nada. Era como si todo hubiese sido borrado y sólo hubiese quedado el vacío plasmado en una página negra.
Quería conservar la calma, pero sus nervios se vieron alterados cuando comenzó a sentir el agua subiendo por sus piernas, cubriéndole primero las pantorrillas, luego las rodillas, hasta llegarle por encima de la cintura.
Estaba ciega y muda, pero aun oía el sonido de las olas y como el agua chocaba inofensivamente contra su cuerpo. También podía moverse, pero si no sabía exactamente hacia donde ir, era más seguro quedarse quieta en donde estaba.

De pronto el agua que hacía unos instantes era fría, se comenzó a entibiar y una corriente aun más cálida se sintió como fluyendo de entre sus piernas, como si estuviese saliendo de su propio cuerpo. Sacris había comenzado a caer en pánico, hasta que una voz infantil la salvó de la histeria.
-Confío en ti...Mamá...
La voz de la pequeña niña, se escuchó como en un eco lejano.
-¿Qué...?

Sacris no muy segura de haber escuchado bien la última palabra, tiró de la mano infantil para poder acercarla más a ella, pero cuando lo hizo se dio cuenta de que en su mano ya no había nada. La niña ya no estaba.
Aterrada y desesperada por querer encontrar de nuevo a la pequeña, dio un paso vacilante, sin siquiera saber en que dirección debía dirigirse, pero un agudo dolor bajo el vientre la obligó a detenerse. Esperó a que el dolor cesase para reanudar su búsqueda, pero al minuto después, un segundo espasmo la aquejó y esta vez la atacó con mucha más fuerza, tanto así que llegó a doblarse sobre sí misma, abrazándose el vientre con ambas manos. El colosal dolor de aquella punzada, parecía provenir de sus entrañas, atravesándola desde la espina dorsal hasta debajo de su estómago, parecía que estuviesen haciendo nudos en su interior, estrujando todos sus órganos y quemaba como si le hubiesen prendido fuego desde adentro. Apenas podía respirar y lo único que le quedó por hacer, fue cerrar los ojos y gritar.

Aquel gritó salió claro y ensordecedor, retumbando en las paredes de sus oídos y ardiendo en su garganta.
Tras su dolor, el mar dejó de oírse y fue reemplazado por el sonido de algo parecido a una máquina. El ambiente cambió drásticamente y se dio cuenta de que ya no estaba en la playa, si no en un lugar cerrado. La luz había regresado, pero claramente no era el sol, esta luminosidad era mucho más fría y menos amable.
Así que todo había sido un sueño...y ahora estaba despertando de verdad.
-Amo, ella...ha despertado.
-Así veo...- La voz de Liam se escuchó clara y fuerte.
Un tercer espasmo, provocó que Sacris gritase una vez más y en plena conciencia de que aun seguía en manos de Liam, comenzó a moverse rápida y desesperadamente para poder salir de ahí sin importar el dolor que estaba sintiendo. Lo primero era ponerse en guardia y protegerse de lo que fuese que estuviesen haciendo con ella.
-¡Rápido, amárrenla!
A la orden de Liam, los doggens se acercaron a la camilla para poder atar a la hembra con gruesos grilletes de acero, pero Sacris que velozmente estaba recobrando todos sus sentidos, se opuso frenéticamente lanzando patadas y forcejeando los brazos para que no pudiesen cumplir con su objetivo, tirando a su paso todos los tubos y cables que tenía conectados. Gruñía como un animal con sus ojos fuera de órbita y enseñando sus colmillos. Los doggen se removieron nerviosos, con miedo a que la hembra pudiese matarlos en el intento. En ese estado sería imposible encadenarla.
Liam al ver el peligro y el descontrol de la hembra, sacó un arma de uno de los cajones del escritorio al otro lado de la habitación y apuntó directamente hacia ella.
-Si no te quedas quieta, morirán aquí y ahora.- Dijo Liam quitando el seguro del arma, apuntándole sin vacilar, de frente.
Sacris se detuvo en el acto. Había perdido toda su energía en el forcejeo y fijó su mirada iracunda sobre el macho. Luego notó que el macho no apuntaba a su cabeza, ni a su pecho, apuntaba más abajo y siguió con la mirada clavada al cañón de la pistola.
Qué mierda...
Apuntaba a su vientre y éste estaba sumamente abultado, grande como un globo inflado bajo la bata de hospital. Pegó un salto debido al asombro de su descubrimiento y todo su cuerpo comenzó a cosquillear de manera extraña, sintiendo el peso de aquel bulto, de lo que llevaba en su interior. La presión se sentía más fuerte en la parte baja de su vientre con contracciones rítmicas, constantes y jodidamente dolorosas. Tenía las piernas acalambradas y una inusual humedad se sentía correr entre ellas. Sus pechos también se sentían pesados y adoloridos. Su columna reclamaba quejumbrosa por todo el peso que estaba soportando, horriblemente debilitada.
Estaba embarazada, o peor aún, estaba dando a luz en ese preciso instante.
Su mente quedó en blanco.
¿Cómo...?
Aprovechando que la hembra había quedado en estado de shock, los doggens se apresuraron a ponerle las pesadas cadenas, amarrando sus tobillos y muñecas a la camilla.
Sacris levantó la vista hacia Liam, sin importarle lo que estaban haciendo los doggens con ella, con los ojos llenos de cuestionamiento, rencor y odio.
-Debo admitir que no tenía previsto que despertaras, la verdad es que me has sorprendido. Salir de un coma no es algo fácil, pero supongo que el haberte preparado e inducido para el parto influyó en tu inesperado despertar.-Dijo el macho con su acostumbrada indiferencia.
Sacris frunció el ceño. Necesitaba evaluar razonablemente su situación. No podía saber a ciencia cierta cuanto tiempo había estado en coma, pero el hecho de que estaba embarazada era algo irrefutable.
¿Sería su propio hijo el que llevaba en su interior?
 Pero parecía algo imposible si nunca había pasado por la necesidad.
O...
¡Maldición!
 No quería creer que Liam la había utilizado como matriz para otro clon.
No, por favor...no.
Sacris se sintió completamente desdichada al pensar que ella sería la culpable de traer a otro niño indeseado al mundo. Otro desadaptado, otro infeliz, otro esclavo, otro...monstruo.
Sacudió su cabeza y su mirada se llenó de aflicción. Su vida estaba maldita, completamente destruida y hubiese preferido mil veces la muerte, antes de contribuir a este cruel y despiadado experimento. Este inocente no merecía sufrir.

Liam la observó complacido, gustoso de ver como se torturaba.
La ciencia le había dado una nueva oportunidad y no la desaprovecharía. Se relamía los labios de sólo pensar que tendría en sus manos al primer híbrido de la historia de la raza. El cruce entre un clon y un individuo normal. Y esto no sería considerado un pecado ni una aberración, ya que no había sido él el causante, ni el creador.
Las cavilaciones de ambos se vieron interrumpidas cuando otra fuerte contracción se hizo presente en la hembra, haciendo gritar la maquinaria y a la propia Sacris.
Ya había llegado la hora de sacar al bebé, su siguiente triunfo.
Liam dejó el arma encima del escritorio y comenzó a ordenar a los doggens que limpiasen el desorden y a preparar nuevamente el material necesario, ya que mucho de los instrumentos habían caído en el tumulto que había causado Sacris.
La hembra había perdido toda su voluntad y se dejó manosear por las enfermeras sin oponer resistencia. Una vez más se había convertido en un mudo maniquí, una muñequita articulada lista y dispuesta para los oscuros juegos del científico, a piernas abiertas, pero corazón cerrado.

Sacris sabía que en estos momentos no le quedaba otra más que obedecer y terminar pronto con este asunto. Su cuerpo protestaba por el dolor y el trabajo de parto era insufrible. Cada vez que movían sus manos o pies, las cortas cadenas de acero tintineaban, recordándole que tampoco iba ser fácil el volver a salir de ahí, si es que no tenía planeado matarla apenas el bebé naciera. Tenía al menos 17 meses de no haber bebido sangre y viendo todos los tubos que tenía conectado supo que todo alimento había sido intravenoso. La habían debilitado a propósito, de otra forma habría podido escapar de ahí sin mayor problema.
Y si cabía alguna posibilidad de huir, sabía que no iba a poder dejar al bebé abandonado a su suerte. Si de algo estaba segura, era que el bebé estaba de su lado, bajo su protección, sin importar que no fuese hijo de su sangre. Claro que ahí surgía otro gran y grave problema, si se quedaba con el bebé, no podría regresar a casa, no sería capaz.
Sacris se mortificó pensando en lo que diría Qhuinn, sus padres y los demás. Nadie le creería lo que había sucedido con Liam, menos sin haber dado señales de vida en más de un año. Lo más probable es que ya la hubiesen dado por muerta o peor aun, como traidora. Ya no le quedaba nada, ni nadie, una vez más era sólo ella contra el mundo y ahora, para colmo, sería madre.

El trabajo de parto lo protagonizó ausente, triste y vacía. A cada contracción y a cada puje, se le iba toda la alegría, toda la vida. Y mientras salía de ella este nuevo ser, sentía cómo sus paredes inferiores se desgarraban violentamente, como su canal se expandía a medida que el frágil cuerpecito se abría paso hacia el frío y hostil exterior, envuelto en su propia sangre, en su propia miseria.
El inmaculado llanto repercutió sobre las paredes de la sala, anunciando su llegada con un envidiable brío. Sacris absorbió cada una de sus notas, como si fuese el más angelical de los cantos. Su corazón comenzó a latir con fiereza, todo su cuerpo reaccionó primitivamente y su instinto maternal gritó desde sus cimientos con garra, con primaria bravura, esclareciendo todas sus dudas.

La voz de la pequeña niña que había olvidado por un instante, se hizo presente en su mente, nítida, real.
-...Mamá.
Grandes y gruesas lágrimas comenzaron a aflorar de sus ojos. La miseria y tristeza fue reemplazada por un sentimiento mucho más potente, un sentimiento cálido que se había arraigado en su corazón con fuertes raíces en apenas un segundo, alimentando su alma, su entereza, su esperanza.
-Mi hija...dioses, ella...es mi hija...-Dijo Sacris con apenas un hilillo de voz, buscando ver la carita de su pequeña. No pudo, pero al menos le vio sus piecitos y manitas y se le veía sana, con todo en su lugar, aunque estuviese cubierta de sangre y  suciedad. Una sensación de alivio la embargó profundamente.
La diminuta criatura calló automáticamente al oir la voz de su madre. La doggen que había recibido al bebé, la miró con compasión mientras la diminuta criatura se acomodaba en silencio entre sus brazos, como esperando a que fuese devuelta a donde pertenecía.

-Llévatela de aquí.- Ordenó Liam toscamente.
Y la doggen obedeció al instante, llevándose a la pequeña a otra sala, donde le harían las pruebas de rigor que se le hacían a cualquier recién nacido.
El macho, hasta entonces, no había tenido la certeza de que Sacris hubiese sabido de antemano que estaba embarazada y el hecho de que la hubiese encontrado sola y armada, confirmaba sus suposiciones. Ningún macho expondría de esa manera a su pareja sabiendo que llevaba su retoño en el interior y tampoco ninguna hembra que supiese que estaba encinta, se arriesgaría irresponsablemente.
¿Qué clase de macho sería el tal Qhuinn?

Así que había tenido esa carta a su favor y hubiese sido fácil engañarla, haciéndole creer que había servido de matriz para otro de sus experimentos.
Sacris al ver que se estaban llevando a su hija, intentó levantarse pero sus extremidades fueron restringidas violentamente, haciendo chasquear ruidosamente las cadenas.

-¡Maldito! ¡Devuélveme a mi hija!- Gritó Sacris.
Liam juntó sus cejas por encima del puente de la nariz, mirándola con desdén.
-¿Y quién te ha dicho que esa criatura es tu hija?
La hembra comenzó a gruñir profunda y guturalmente, entrecerrando los ojos y forcejeando con las cadenas. Parecía un animal salvaje, una hembra enfrentándose al predador que venía en busca de sus cachorros. El pelo alborotado, los luceros amatistas brillando llenos de ira, fijos en él. La bata que la vestía estaba cubierta de sangre y sudor, nadie se había tomado la molestia de atenderla después del parto. El líquido vital seguía fluyendo desde su interior y Liam esperaba que muriese desangrada. Pero al parecer eso no iba a ocurrir, porque la hembra tenía otros planes.
A pesar de que se le notaba demacrada, anémica y desnutrida, estaba sacando fuerza de quien sabía donde y la camilla saltaba con ella a cada forcejeo, las cadenas amenazaban con romperse de un momento a otro.

-Es MI hija y tú serías un estúpido ignorante si no supieras lo que significa el instinto materno...Y escúchame cabrón, te voy a matar si le haces daño ¡¿Entendiste?!
Liam supo que debía actuar rápido o Sacris acabaría liberándose. Un aura anaranjada había comenzado a aparecer alrededor de la hembra y la temperatura había comenzado a elevarse notablemente. El macho inmediatamente fue en busca de una jeringuilla y un pequeño frasco, luego se acercó a la hembra que seguía vociferando.
-No te atrevas a sedarme de nuevo hijo de puta...
Sacris no pudo hacer nada por detenerlo porque tenía literalmente las manos atadas.
Liam le inyectó el sedante directamente en la vena del antebrazo, justo por encima de la marca que había revelado inocentemente meses atrás, el nombre del macho con el cual se había vinculado.

- Me las vas a pagar Liam ¡Esta te juro que me la vas a pagar!
El fuerte sedante que le había administrado, tendría que mantenerla dormida por al menos 24 horas, si es que no moría antes a causa de una hemorragia o de una infección generalizada. Esta era su oportunidad de deshacerse de ella sin tener que ensuciarse las manos. Liam se sentía satisfecho al ver que casi todo había salido como lo había planeado, era como matar dos pájaros de un tiro.
Sacris rugió frustrada al sentir como una vez más sus sentidos se iban apagando contra su voluntad. Desilusionada y enojada consigo misma, por no poder haber hecho nada por su hija, por no poder haber disfrutado de su embarazo, se odió aun más por no haber podido pelear contra Liam, por no matarlo.
¡¿Por qué mierda no se había quedado muerto en Brasil?!
La imagen del sonrosado bebé envuelto en una blanca manta, apaciguó su ira. Rogaba porque no le hicieran daño y si no se equivocaba, creía que Liam mantendría viva a la pequeña en reemplazo de ella, así que por un lado, aquello era un alivio. Ahora sólo debía enfocarse en hacer un plan para poder salir de ahí junto con su hija.

Reunió toda su fuerza de voluntad para ordenar a su cuerpo que parase la hemorragia y curase rápidamente, debía mantenerse viva a toda costa y esperaba que el sedante no se expandiese por todo su sistema, para así poder despertar antes de lo esperado por Liam.
Esa pequeña era ahora la única luz, que la mantenía con ganas de seguir viviendo, de seguir peleando. Esa niña era ahora su única esperanza.
Hope. Mi niña preciosa, tu nombre es...Hope.
Liam observó como poco a poco la hembra dejó de forcejear y se iba sumiendo en otro largo y silencioso sueño.

- ¡Qhuinn!
El macho dejó caer abruptamente la botella de cerveza sobre la mesa al escuchar la voz de Sacris. En seguida, Blay tomó un montón de servilletas para limpiar el accidente antes de que se derramase por el borde y John cambió la botella casi vacía, por la de él que estaba sin tocar e hizo un gesto a la camarera para que trajese otra ronda. Ambos amigos ya se habían acostumbrado a que Qhuinn dejase caer botellas, platos y hasta pesas en cualquier lugar y en cualquier momento, así que ya no le decían nada.
El Iron Mask estaba repleto de gente como de costumbre, pero ninguno de aquellos rostros correspondía al de su hembra que continuaba desaparecida.
Pero viva.
Qhuinn suspiró calladamente y se dirigió a sus amigos.
-Lo siento.
John se encogió de hombros.
-No te preocupes.
-Ya estamos acostumbrados de hacer de niñeras ¿Cierto J-boy?-Dijo Blay relajadamente.
John sonrió y asintió con la cabeza.
-Te lo descontaré de la paga, así que sin dramas, Qhuinn.
-Oh, acabas de inventar un nuevo nombre para nuestro amigo. Drama Qhuinn.-Dijo Blay divertido.
-¿Eh?- Preguntó Qhuinn sin entender el chiste.
Blay bufó y John se partía de la risa.
-Sigues siendo un bruto cuando se trata del idioma...de Drama Queen, hombre.
-Ahhhh...- Dijo Qhuinn pareciendo el más retrasado de la escuela.
Los machos siguieron burlándose de su amigo hasta que llegó Xhex lista para irse a casa. John se levantó de la mesa para ir a saludar a su hembra como si no la hubiese visto en siglos. Qhuinn y Blay observaron en silencio a la pareja y el rostro del primero se lleno de amarga melancolía. Sentía envidia por sus amigos y por todo aquel que tuviese la suerte de besar a sus seres amados.
¿Hasta cuando me vas a hacer esperar, Sacris?

Cuando V llegó a la sala de primeros auxilios, Jane se encontraba botando un pañal sucio en el basurero. Sobre la camilla había un pequeño calcetín color celeste.
-¿Vinieron Cormia y Aggie?- Preguntó V mientras besaba a su mujer en los labios.
-Sip, y cada vez que vienen se les queda algo.- Dijo Jane señalando el calcetín abandonado.
V río y tomó la diminuta prenda entre sus dedos, era tan suave al tacto. Y mientras lo observaba, escuchó el llanto de un bebé, fuerte y claro, viniendo hacia ellos.
-Eh y ahí vienen en busca del rezagado.- Dijo V mientras volteaba para ver la puerta de la sala, esperando que se abriera de un momento a otro.
Jane lo miró extrañada.
-No lo creo, si se fueron hace más de media hora.
V se giró para ver a su hembra con el ceño fruncido.
-Pero si acabo de escuchar el llanto del bebé.
Su mujer entrecerró los ojos, con expresión seria.
-Yo no escuché nada, V.
¿Qué coño...?
El intercomunicador se encendió y a través de él, se escuchó la voz de Fritz anunciando que la Primera Comida estaba a punto de ser servida.

Sacris escuchó los pasos de alguien entrando a la habitación, por el aroma supo que era una de las enfermeras. Había despertado hacía algunas horas y había maquinado un rústico plan, que esperaba que sirviese de algo. No perdía nada con intentar.
Asegurándose de que estaba sola, había desordenado la almohada con la cabeza, haciendo que sus cabellos se enredasen por todos lados, con los barrotes de la camilla y con los tubos a su lado. Si la doggen tenía algo de vocación servicial y algo de buen corazón, intentaría arreglarla un poco.
La enfermera se acercó para constatar su estado y Sacris fingió seguir sedada. La hemorragia se había detenido y para su sorpresa la joven hembra había recuperado sus colores, se le veía mucho mejor que la noche anterior.
Y tal cual como Sacris lo había predicho, la mujer comenzó a desenredar sus cabellos y tubos por encima de su cuerpo. Desenmarañar aquello le llevaría su buen tiempo y Sacris notó que se lo estaba tomando con mucha calma, cosa que le beneficiaba un montón.
Asegurándose de que su rostro quedaba fuera del alcance de la hembra, entreabrió un ojo y vio frente a ella, el bolsillo inferior del delantal de la enfermera, justo por sobre su brazo izquierdo. De él, sobresalía una libreta de notas y un poco más escondido había un teléfono móvil.
¡Bingo!
Porque hubiese sido mucho pedir encontrar las llaves de los grilletes ¿Cierto?
El problema que se presentaba ahora, era el de poder mover la mano sin que sonasen las cadenas. La distancia que había entre el bolsillo y su mano era aun demasiada. Esperó un poco más, rogando porque el torso de la mujer se estirase más hacia ella y como por milagro, así lo hizo, quedando el bolsillo justo al alcance de sus dedos.
Sacris festejó para sus adentros y tuvo deseos de abrazar a la doggen, aunque obviamente no podía.
El peso del móvil se sentía sobre su mano, así que poco a poco lo fue empujando con los dedos hacia fuera, lentamente, para pasar desapercibida. Apenas la doggen hacía algún movimiento, Sacris se detenía y cuando notaba que la doggen seguía ensimismada en su trabajo, continuaba con el suyo de sacar el móvil de aquel bendito estuche.
Luego de varios segundos que parecieron horas, ya tenía el móvil completamente fuera del bolsillo y sobre su mano, pero ahora debía esconderlo bajo la bata. Sentía que las manos le sudaban e imploraba al cielo por que la mujer no se diera cuenta del cambio de peso que había sufrido su delantal y también que al maldito no se le ocurriese sonar justo en ese momento.
¡Qué martirio!
Nunca antes había sufrido tanto con una misión, menos con una que parecía tan simple. Sacris pensaba que hubiese preferido mil veces desactivar una bomba nuclear, que robar un mísero y tonto móvil.
Debía hacerlo rápido, antes de que la doggen cambiase su actual ventajosa posición.
Hizo rodar el aparato por entre sus dedos, lo tomó débilmente entre el índice y el pulgar y rápidamente lo metió bajo su muslo.
El inevitable repiqueteo de la cadena, producido por el torpe movimiento, hizo que la enfermera se distrajera y se enderezara para ver porque la hembra supuestamente sedada se había movido.
Sacris se quedó quieta como una estatua, manteniendo la respiración pausada y evitando que sus párpados se moviesen, encomendándose a todos los dioses y santos que conocía, aunque ninguno perteneciese a su raza.
Mientras rezaba, percibió como la mujer la escudriñaba en silencio durante un largo rato. Sacris podía oler su tensión e incertidumbre, pero minutos después sintió como se relajaba y ella también lo hizo.
La enfermera terminó con ella y su cabello, ordenó algunos papeles sobre el escritorio y salió tranquilamente del cuarto, ignorando el hecho de que ya no llevaba su móvil.
Sacris no pudo evitar exhalar todo el aire que había acumulado por los nervios.
¡Vamos Hope! Estamos a un paso de salir de aquí.
La hembra alertó todos sus sentido para verificar que no había nadie más a su alrededor, pero nuevamente escuchó pasos que venían por el pasillo hasta su habitación. Esta vez eran los pasos de dos doggens, la misma que había estado ahí hace un segundo, acompañada de otra doggen más. Venían hablando.
¡Maldición!
-Debo de haberlo dejado por aquí.
¡No! Se había dado cuenta de la falta de su móvil y ahora venía en busca de él.
-Vamos, apresúrate que el amo Liam lo necesita.
¿Ah?
-Aghh, aguanta, estoy segura que por aquí estaba, lo vi antes de irme.
Sacris escuchó como la hembra removía las carpetas y papeles sueltos sobre el escritorio.
-¡Aquí está!
La otra doggen suspiró aliviada mientras recibía la carpeta que le entregaba su amiga.
-Bien y ahora vámonos, que necesito entregársela antes de que se vaya.
-¿El amo va a salir esta noche?- Pregunto la mujer extrañada por el anuncio de aquel acontecimiento.
-Extraño, pero cierto, al parecer necesita alimentarse...ya sabes.
Y se escucharon risitas de complicidad.
-Entonces eso significa ¿Noche libre?
-Bueno, hay que alimentar y mudar a la pequeña en un par de horas más, pero es tan dulce y tranquila que apenas da trabajo.
Ambas mujeres guardaron silencio y Sacris percibió que se le habían quedado mirando.
Mi bebé...
Y luego las mujeres continuaron charlando de otras cosas mientras abandonaban la habitación a paso apresurado.
Sacris se sintió en la gloria, todo había salido a la perfección. Tenía el móvil, Hope estaba bien y había sido cuidada con cariño y lo más increíble de todo es que Liam estaría fuera esta noche. Y el que ya se hubiese ocultado el sol, era un extra, así no tendría que esperar nada y podría escapar de ahí esa misma noche.
Sintió ganas de llorar de felicidad. La distancia entre ella y la libertad de su hija era cada vez más estrecha.
Agudizó nuevamente sus sentidos y los mantuvo alerta a cualquier cambio en el ambiente. Al menos se aseguró de que en el subterráneo no había nadie. Tampoco se oía el llanto de Hope.
Sacó el móvil de debajo de su muslo y esta vez no le preocupó de que las cadenas aullasen como locas. Notó que el móvil había quedado manchado con sangre seca. Sacris frunció el ceño y recordó que tenía un hambre voraz. Había perdido demasiada sangre y esperaba ser capaz de cumplir con su objetivo. Le bastaría con sacar a Hope de ahí.
Abrió la tapa del aparato y lo primero que hizo fue revisar si tenía señal, temiendo que aquel bunker de laboratorio impidiese cualquier tipo de comunicación.
La señal apenas contaba con una débil rayita titilando en la pantalla y esperaba que eso fuese suficiente.
Primero pensó en llamar a Qhuinn, pero luego se arrepintió, ya que podía apostar que Qhuinn se volvería loco y de seguro terminaría haciendo alguna tontería que pondría en peligro a todos. Y la ponía más nerviosa el hecho de tener que comunicarle por teléfono que acababa de ser padre. No, eso sería algo demasiado desastroso.
Sin pensarlo más, marcó el número de V, pero luego cayó en cuenta de que estaba demasiado lejos del auricular, las cortas cadenas impedían que pudiese mover las manos a más de tres centímetros y no sería una muy buena idea estar gritándole al aparato.
Ya era demasiado tarde para pensar en otra cosa, el teléfono ya estaba marcando, así que lo haría a la antigua.

La Primera Comida ya estaba terminando en casa de la Hermandad.
Se encontraban todos reunidos en el gran y majestuoso comedor, con Wrath a la cabeza y Beth a su lado. Se paseaban las copas llenas de vino, acompañadas de la usual distendida conversación.
-¿Por qué nadie me avisó que había venido Aggie hoy?- Demandó saber Wrath.
-Porque sólo vino con Cormia de visita médica, fui yo misma quien la fue a buscar con Nalla y luego la llevé de regreso a casa, con Nalla también, que no quiso sacarle el ojo de encima a su primo. Pero te dejó muchos saludos y dijo que vendría otro día con más tiempo. Hoy le era imposible quedarse, ya que en casa, las ex elegidas estaban preparando una cena especial y temía que incendiasen la casa en su ausencia.- Respondió Bella, viendo a su vez, como su pequeña de 3 años seguía enfadada por no haberse podido quedar jugando con Aggie.
-Yo tambem quedía que mi pimo ze quedada, tío Wruad.- Señalo una muy enojada Nalla al tío rey.
-No te preocupes, cariño, mañana de igual forma tiene que venir el tío Phury y le pediremos que traiga a todos ¿Vale?- Dijo Wrath con su típico tono autoritario, o sea, no había forma de que Phury pudiese negarse y hoy sólo se había salvado ya que tenía reunión en el centro.
Nalla asintió alegre, sabiendo que lo que su tío Wrath decía, siempre se hacía realidad.
-¿Y todo bien con el pequeño, Doctora Jane?- Preguntó el rey, ahora dirigiéndose a la doctora.
-Excelente. Está creciendo acorde a su edad y no ha presentando ni siquiera un resfrío.
-Esas son buenas noticias.
-Bien, chicas, creo que ya es hora de que nos vayamos. La reunión comenzará en media hora y debo ir a preparar la presentación. Nos vemos más tarde, cariño.- Anunció Marissa, levantándose de la mesa y besando a Butch en despedida.
Acto seguido todas las hembras, comenzaron a alistarse y a despedirse de sus respectivos machos. Bella traspasó a la pequeña Nalla a los brazos de su padre. Z la recibió gustoso y la niña se abrazó a su cara, llenándolo de besos.
-¿En qué auto nos iremos?- Preguntó Mary.
-Como nos iremos todas juntas, creo que tomaremos prestado el SUV.- Dijo Beth.
-Ok.- Respondió el grupo de hembras.
-Buenas noches señores, volveremos en una hora.- Se despidió Jane.
Luego de que el comedor quedó únicamente repleto de machos y con Xhex como única representante femenina, ya que ella no tenía asuntos en Lugar Seguro, comenzaron a llenarse copas con distintos licores y el ambiente se llenó de estruendosas voces masculinas.
El teléfono de V comenzó a sonar, interrumpiendo el resto de las conversaciones ya que era extraño que estando todos presentes ahí, alguien estuviese llamando a V y afuera recién se oía el arrancar del vehículo que llevaba a las hembras. Phury, Rehv y los demás integrantes de la familia siempre llamaban al teléfono de la casa.
Todos se quedaron mirando a V mientras sacaba el móvil de su bolsillo y éste se quedó mirando con extrañeza el número desconocido que aparecía en la pantalla. Contestó mirando en dirección a Butch, como diciéndole con la mirada que no tenía idea de quien mierda lo estaba llamando a su teléfono personal.
-¿Diga?
Pero ninguna voz se escuchó del otro lado.
-Aló, ¿Diga?
-Debe ser número equivocado.- Dijo Rhage.
-Jamás han llamado al teléfono de V por número equivocado.- Refutó Butch.
Y luego todos en la mesa comenzaron a dar sus opiniones al respecto, ocasionando un gran barullo. V se acercó más el móvil al oído porque a pesar de que no había voz, sonaban varios pitidos, como a intervalos.
-Joder, callen de una vez...creo escuchar algo, pero necesito absoluto silencio...si es lo que creo que es.
Todos en la mesa quedaron mudos y expectantes.
-Punto, punto, punto, raya, raya....-Comenzó a decir V en voz alta, mientras pedía con señas un lapicero y apenas lo consiguió, comenzó a anotar algo en una servilleta de papel.
Una gran sonrisa se dibujó en su rostro a medida que seguía escribiendo y cuando cortó la comunicación, se levantó de un salto de la silla y fue hacia Qhuinn, quien lo miró con perplejidad. V se veía triunfante y feliz.
-Levántate hijo, debemos traer a Sacris a casa, nos está esperando.
Qhuinn sintió que perdía toda la sangre del rostro y lo invadió una tremenda sensación de vértigo que si no fuese porque estaba sentado, lo hubiese botado de espalda al suelo.
Sus ojos parpadeaban erráticamente y aun no podía creer lo que acababa de escuchar.
-¿Q...qu..qué?
V levantó la servilleta y comenzó a leer.
-SOS punto Casa punto Liam punto Sub punto Desperté punto Ja punto Sacris punto final. ¿Quién más que mi hija daría un mensaje tan incoherente? Y de paso, bendita sea la clave morse, al parecer no puede hablar y claramente ese no era su teléfono.- Dijo V omitiendo el detalle de que también se escuchaban unas cadenas repiquetear, Sacris debía de estar inmovilizada.
Qhuinn se levantó de la silla trastabillando, aun en shock por la noticia. Blay lo sostenía de la espalda por si se desmayaba.
-¿Dónde...dijo que...estaba?- Preguntó Qhuinn aun desorientado.
-En casa de Liam...y si no me equivoco, en el subterráneo. Así que vamos de inmediato, no le dejemos esperar, porque no creo que haya estado jugando a las escondidas durante todo este tiempo.
-Yo iré con ustedes.- Anunció Butch, saliendo del comedor en busca de sus armas.
-Nosotros también vamos.- Dijo Blay mirando a John y a Xhex, quienes asintieron de inmediato.
-¡¿Eh?! Yo tampoco pienso quedarme aquí sin hacer nada...-Vociferó Rhage.
-¿Nozotos tamben idemos, papi?- Preguntó Nalla mirando a su progenitor.
-¡Alto!- Gritó Wrath.-Tampoco puede ir todo el mundo...Tohr...diles.
Tohr carraspeó y comenzó a dar órdenes.

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