10/01/2011

Amante Sagrado - Prologo

Comenzado Diciembre 2009 - Termino ???
Este es mi primer primerísimo Fanfic, así que al comienzo notarán lo verde xD
Ignoro completamente la jerga fanfiquera, así que paciencia con mi ignorancia, escríbanme en español con peras y manzanas.

Gracias a todos los que confiaron en mis capacidades. Marisan, Ormari, ya saben, esto siempre va dedicado a ustedes con mucho cariño.

Disclaimer: Todo el maravilloso mundo de La hermandad de la Daga Negra, pertenece a la brillante mente de J.R Ward. Sólo Sacris y Liam Cane son de mi entero dominio.

Reseña: Una joven hembra de ojos amatistas ha aparecido en los sueños de V y los hilos del destino comenzarán a moverse a su alrededor, uniendo almas solitarias, destryendo corazas e incendiando placeres. Un nuevo tipo de hembra, nunca visto antes, que hará a Qhuinn arder lentamente de lujuria...

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Prólogo


Un mullido colchón otoñal, tapizado con hojas rojas, anaranjadas y amarillas crujía sonoramente bajo los pasos del macho, invitándolo afablemente a continuar su camino, prometiendo solemnemente guiarlo hacia el destino final que decidiese elegir.
V contemplaba dichoso el pacífico bosque que lo rodeaba, repleto de altos árboles que se desnudaban al compás del suave viento, haciendo que sus anticuados y malgastados ropajes cayeran sobre él como una ligera lluvia multicolor.

La brisa que acariciaba su piel, ya no presentaba la misma calidez de la estación estival recién pasada, si no que refrescaba lo suficiente como para erizarle el vello, despertando sus sentidos y renovando sus pulmones. Tanta paz lo inundaba, que apenas se podía creer.

¿Estaría soñando?

La noche se presentaba tan pacífica, como idílica, con los rayos plateados de la luna abriéndose paso tímidamente por entre las ramas de los silenciosos y robustos Arces milenarios, con el aroma a tierra mojada, a fresco rocío y flores recién cortadas, invadiendo de placer sus fosas nasales.

V reía viva y atronadoramente, con alegría y satisfacción, como sintiéndose el hombre más afortunado del mundo, por que a cada paso que daba a través de la espesura, creía que más cerca estaba de su felicidad, de su plenitud.

Una segunda voz, una segunda risa que vibró dentro de sus oídos y así también de su pecho, hizo que se percatara de que no estaba solo y hasta entonces tampoco había reparado en el hecho de que su mano estaba prendida a otra, una mucho más pequeña e infantil. V de inmediato acalló sus risas y buscó con la mirada al dueño de aquella extremidad que se aferraba a él con demasiada calidez y familiaridad. Tuvo que bajar la vista, por que la persona en cuestión era claramente mucho más baja que él.

Una pequeña niña le sonrió abiertamente apenas sus ojos se encontraron, con confianza y seguridad, como si se conociesen de toda la vida. Las dos relucientes amatistas que adornaban el rostro infantil, resplandecieron en la oscuridad de la noche, iluminándolo todo a su alrededor, revelando su piel nívea y tersa, sus pequeños dientes recién mudados y la frondosa y larga cabellera negra que la enmarcaba con elegancia e inocencia. Iba vestida con un simple vestido blanco, sin mangas. Las telas no presentaban ningún tipo de adorno y la prenda le llegaba hasta la altura de las rodillas. Llevaba los pies desnudos, pero no mostraba tener frío.

V no tenía idea de quien era la niña, nunca antes la había visto, pero extrañamente sabía su nombre.

—¿Papá?— Preguntó la pequeña mirando extrañada al macho.

¡¿Papá?!

No, eso no podía ser posible. Ni Jane ni él podían tener hijos, pero no deseaba asustar a la pequeña con su confusión e incredulidad.

—Creo…que debemos irnos…ya es tarde.— Dijo V con expresión seria, volviendo sobre sus pasos para ir en dirección contraria a la que iban, desechando todas sus ganas de continuar por aquel camino.

—Pero papá, dijiste que me llevarías hasta ahí…lo prometiste.— Rezongó la niña, indicando un punto lejano, mucho más allá de la arboleda que tenían al frente.

V entrecerró los ojos intentando vislumbrar que era lo que se escondía tras el tupido follaje, pero todo estaba demasiado oscuro en la lejanía y el lugar que minutos antes se había sentido sereno y acogedor, ahora le producía severos escalofríos. Algo no andaba bien y la aparición de la niña lo había dejado completamente descolocado.

—Mmm…No creo que sea una buena idea…¿No tienes frío? El viento ha comenzado a soplar más fuerte…

Efectivamente la fuerza del viento se había incrementado y la temperatura había descendido drásticamente, pero la niña no le prestó atención y lo comenzó a arrastrar rápidamente por entre los altos árboles, sin soltarlo de la mano y en todo el camino no le dirigió la palabra, ni tampoco se había volteado a mirarlo. La pequeña estaba completamente decidida a llegar a su destino, sus piecitos casi volaban por sobre las hojas caídas y el macho la siguió sin saber hacia donde se dirigían.
V hubiese preferido regresar a casa, pero su curiosidad había tomado el control de sus actos y realmente deseaba saber de que iba todo esto.

Repentinamente sus pasos se detuvieron frente a una pequeña cabaña de madera, que con suerte, albergaba una sola habitación, estaba sucia y maltrecha. Sólo tenía una raída puerta asegurada con un oxidado candado y una ventana al costado. La luz en su interior se traslucía turbiamente por entre el cristal manchado con salpicones de tierra seca y pedazos de hojas pegadas.
La niña se empinó lo más que pudo, sujetándose del marco de la ventana para poder mirar a través de ella, con ojos ávidos y curiosos, como si estuviera en el cine esperando por su película favorita.
El macho estuvo a punto de decirle que no era correcto estar espiando en la casa de otras personas, pero el llanto de un bebé llamó su atención y sin saber como, también quedó hipnotizado viendo el espectáculo parado en el jardín de una casa desconocida.

El interior del lugar no coincidía para nada con su apariencia externa, lo que V veía dentro, era más bien parecido a una sala de hospital, todo blanco e inmaculado, frío y hostil. Había un hombre que bien podría haber sido un doctor y una enfermera que llevaba al recién nacido entre sus brazos.

—Su mamá ha muerto.— Sentenció la niña a su lado.

V observó a la niña sorprendido de lo que afirmaba con tanta certeza y notó como la sonrisa infantil había desaparecido y como sus ojos se fueron apagando como la tenue llama de una vela. La expresión de la pequeña no era triste, ni agobiada, si no más bien resignada a la realidad de los hechos. V estrechó su mano a modo de consuelo y volvió su mirada hacia la escena que los mantenía varados ahí.
La pequeña tenía razón, en la camilla yacía una mujer adulta con los ojos cerrados y sus brazos caían lánguidamente por los costados de la cama. Había perdido todo el color de su rostro y no mostraba signos vitales. Ni el doctor ni la enfermera le prestaban atención al cuerpo inerte y esto ofuscó al macho, ya que nadie que tuviese la profesión de salvar vidas se mostraría tan indiferente.
V no reconoció a la mujer, estaba seguro de no haberla visto nunca en su vida.
El llanto del bebé continuó haciendo eco, alejándose lentamente, llevándose consigo la imagen de la cabaña, dejando únicamente a V y a la pequeña, nuevamente solos en el bosque.

¡¿Qué carajo…?!

—Sigamos papá, que aun no llegamos…— Dijo la niña seriamente, arrastrándolo de nuevo.

Reanudaron su andar en silencio, hasta llegar a un lugar donde los árboles ya no estorbaban el camino, si no que se levantaban en una ordenada fila como un gran muro alrededor de una pequeña laguna. Era un gran claro cubierto de césped verde y suave, donde la luz de la luna brillaba intensamente como un gran foco, perfilando cada una de las formas que tocaba etéreamente.

La niña comenzó a reír nuevamente y se soltó de su mano para ir directamente hacia el agua y meter sus pies en ella. Chapoteó alegremente en la orilla, levantándose la falda del vestido sobre las rodillas. Miles de gotas plateadas salían disparadas a cada salto que la pequeña daba. A V le parecía que en vez de gotas de agua, la niña salpicaba diminutos diamantes a su alrededor y que algunos quedaban prendidos a su cabello azabache como si fuesen adornos hechos de piedras preciosas.

La pequeña dio saltos hasta que se cansó, luego, sacó los pies del agua y se acuclilló en la orilla abrazando sus rodillas y se quedó mirando fijamente hacia el fondo de la laguna. La sonrisa volvió a desaparecer y V caminó hasta llegar a su lado, preguntándose que era lo que había descubierto en la profundidad de esas aguas, se arrodilló junto a ella y enfocó su visión.

Pero el misterio no se encontraba en el fondo, sino en la superficie y en ella se proyectaban imágenes al azar de la vida del bebé que había nacido en la cabaña que habían visitado anteriormente. Se vio claramente el momento en que había aprendido a caminar, a leer, a escribir y un sinfín de cosas cotidianas, pero siempre confinada en la misma blanca habitación, rodeada de enfermeras y monitores. Aquello no demostraba una infancia muy feliz. De vez en cuando aparecía la imagen del doctor, pero seguía mostrándose apático y distante, estaba claro que no sentía ningún afecto por la pequeña.

¿Estaría enferma?

Y luego con un chispazo dentro de su mente, V reparó en las similitudes que habían entre la niña que se reflejaba en el agua y la que tenía a su lado. Eran la misma persona. El macho se volteó rápidamente para observar a la pequeña con más detenimiento y sus ojos se abrieron de par en par, viendo atónito como la pequeña ya no era una niña, si no una adolescente bastante crecida. Llevaba el mismo vestido, su rostro no había cambiado demasiado, pero su cuerpo claramente era la de una joven a las puertas de la adultez.

La chica siguió observando el agua concentradamente sin prestar atención a la inspección que le propinaba el macho y seguidamente se levantó exhalando un profundo suspiro sin dejar de mirar la laguna. Se llevó las manos a la espalda y bajó el cierre de su vestido, dejando que éste cayera por sus brazos hasta al suelo y se giró hacia él. Los negros cabellos de la muchacha se alzaron al viento como hilos de seda y luego cayeron por sobre sus hombros en cámara lenta.

V se puso de pie de un salto, desconcertado por la actitud de la joven que ahora se mostraba completamente desnuda, pero reparó que no había ningún atisbo de sexualidad emanando de ella, tampoco vergüenza, sólo notó que cubría con la mano su pecho izquierdo, justo donde latía su corazón.

—Está sola…y triste…¿Qué harás por ella, papá?— Dijo la chica con voz firme, resuelta.

Y poco a poco fue revelando su pecho izquierdo, dejando que su mano bajase por sus costillas, hasta quedar prendido a su vientre.

V perdió el aire y quedó boquiabierto al observar como la marca de la hermandad cubría el pecho femenino. El macho no lo podía creer, las hembras no eran marcadas, las hembras no podían ser Hermanos, ni menos guerreros.

—¿Quién eres…?— Preguntó V con un hilillo de voz.

—Ya sabes quien soy…La pregunta debería ser…¿Qué soy?— Dijo la muchacha, ladeando levemente la cabeza y acercándose al macho paulatinamente.

V no sabía que responder, ni que pensar, tenía la cabeza hecha un asco entre cuestionamientos y razonamientos, entre lo que debía ser y lo que podía ser.
Así que sólo dejó que la joven llegase hasta él y lo envolviese entre sus brazos. No se negó al abrazo, porque no le parecía incorrecto, ni sucio, ni libidinoso, sin importar que la chica estuviese desnuda no la sintió como una hembra. Su piel estaba fría, pero su cuerpo emanaba muchísimo calor. Una fina niebla anaranjada la envolvía, llena de vigor y fuerza, de garra y valor. Para V era como estar abrazando a un guerrero, a un propio hermano.

—Ven, yo te mostraré todas las respuestas…y lo que está por suceder…— Dijo la joven a su oído mientras lentamente caía hacia atrás con él sujeto entre sus brazos.

El macho se dejó guiar ciegamente, con una confianza plena en ella y al caer, sintió el agua explotando a su alrededor en una ensordecedora sinfonía, cubriendo su cuerpo, su rostro, sus ojos e inundó rápidamente sus pulmones hasta que dejó de respirar.

Todo, absolutamente todo, se volvió negro como una noche sin estrellas.

Lo que vino después, lo que V vio y descubrió, fue todo parte de un terrible sueño o más bien, de una reveladora visión de un macabro pasado y un inevitable futuro…
La chica ya era una hembra adulta, pero pequeña, menuda, con rasgos infantiles. Iban riendo felices, el macho la llevaba de la mano por un bosque, sólo se escuchaban las risas y el sonido de las hojas bajo sus pies, luego llegaban a una gran casa vieja que tenía las ventanas selladas con madera. Entraron y ella comenzó a separarse de la mano de su protector y comenzó a ir directamente hacia una habitación en particular. El macho se negaba a soltarla, sentía que si la soltaba iba a perderla para siempre, sabía que no podía protegerla de lo que había ahí dentro. Se aterró por completo, pero ella no dejaba de sonreír y más se soltaba el agarre… 
Finalmente, se soltó por completo y dándole la espalda al macho, llegó a la habitación abriendo sus puertas de par en par, dentro estaba lleno de lessers, cientos de ellos con ojos asquerosamente hambrientos, esperando para matarla. El macho intentó correr hacia ella, pero sus pies no se movían, tampoco podía gritar, no lograba que le saliera la voz, lo único que pudo hacer fue alargar su mano hacia ella, alargarla todo lo que podía hasta sentir todos mis músculos en tensión, desgarrándose. Ella no se giró hasta que comenzó a cerrar las puertas por dentro y no lo miró hasta que sólo quedó un pequeño espacio entre ellas, ahí fue cuando sus miradas se encontraron y con una sonrisa de oreja a oreja le dijo —Gracias por todo— Lo último que vio el macho por ese espacio antes de que las puertas se cerrasen por completo fue a todos los lessers abalanzándose sobre ella...

¡Papá!

—V despierta, estás teniendo una pesadilla.

Jane veía como V se retorcía en sueños, alargando su brazo hacia el cielo como si quisiese agarrar algo. Murmuraba palabras que no podía descifrar. Le tomó el hombro izquierdo zamarreando suavemente.

— ¡Vishous despierta!

El aludido se despertó con un salto que lo dejó sentado sobre la cama, tenía gotas de sudor sobre la frente. Se agarró la cabeza con ambas manos y luego se echó el cabello hacia atrás. Jane lo abrazó por la espalda meciéndolo para calmar los temblores. Le habló con suavidad.

—Cariño, fue sólo un mal sueño…tranquilo...ya está todo bien…— La hembra le acarició la espalda con ternura.

V respiró profundamente para poner sus pensamientos en orden. Sus visiones nunca se manifestaban de esa manera, pero tenía claro de que lo que ocurriese de ahora en adelante, tendría que ver con lo que había visto. Miró a su hembra agobiado y ésta lo abrazó con fuerza y comenzó a besarle el cuello suavemente.

—¿Quieres hablar de ello?— Preguntó Jane amablemente sin querer presionarlo.

—No fue una pesadilla…fue una visión…

—Oh…entiendo, entonces no te preocupes, que no preguntaré nada más…—Dijo Jane sin resentimientos.

Ella podía sentir el dolor de V, sabía que sus visiones lo dejaban agotado, eran demasiado vívidos, reales y sabía que para él ver tanto era una desgarradora maldición.

¿Quién en su sano juicio se sentiría bendecido después de ver cómo morirán todos sus seres queridos?

Pero V quería hablar, necesitaba hacerlo y compartirlo con Jane también significaba prepararla, más que mal, el asunto afectaría a ambos, a sus vidas completas, así que se acomodó en la cama, reclinándose sobre la almohada y atrajo a su mujer hasta su pecho.

—Ven aquí, te contaré que fue lo que vi.—Dijo el macho acomodando a Jane sobre él.—La visión comenzó como un lindo sueño, cosa que casi nunca ocurre cuando estoy a punto de tener alguna revelación del futuro, pero imagino que se dispuso así ya que del futuro vi poquísimo, todo más bien se trataba del pasado de una persona, concretamente de una chica que no conocía, bueno, hasta hoy…Vi como nació, como creció…todo fue de lo más extraño…y especial…— V se quedó en silencio mirando hacia el techo, mientras acariciaba distraídamente los cabellos de su amada.

Jane al ver a su macho completamente sumido en sus pensamientos, se arriesgó a preguntar.

—¿Y qué tenía de especial esta chica?

El macho se volvió hacia ella.

—Llevaba la marca de la hermandad, Jane, desde que nació, al igual que John.

— ¡Dios mío! ¿Es eso posible en una hembra?— Preguntó asombrada la doctora.

—La verdad es que no, pero viendo como fue concebida, parece lo más lógico.

Jane levantó la cabeza mirando a su macho con cara de interrogante.

—¿Tienes sueño?—Preguntó V, aprestándose a contar toda la historia, si es que ella estaba dispuesta.

—No.— Contestó Jane queriendo saberlo todo.

—Entonces prepárate, porque como científica, será una historia que te fascinará…y bueno, tal vez porque también nos llegue a afectar en otros ámbitos…

—Vamos V, cuenta de una vez.— Soltó Jane con los ojos abiertos como platos, preparada para escuchar y enfrentar lo que fuese necesario.

V la miró con ternura y devoción, sabía que su Jane era la única luz en su miserable vida, sin ella él no sería nada, todos los días sentía que no la merecía, ella era el regalo más grande que le había dado el destino.

Vishous volvió a agradecer a los cielos por haberle dado esa mujer.

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