10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 01

Capítulo 1

23 años atrás

Liam miró sombrío al bebé que tenía en brazos, luego se dirigió a uno de los doggens.

—El único embrión que ha sobrevivido de tantos y tenía que pasar esto — Meneó la cabeza en negación.— Maldición — Masculló entre dientes.

Le pasó el bebé bruscamente a otra de las doggen que hacía de enfermera, quien lo puso en la cuna para luego arroparlo con ternura.

— ¿Ya se llevaron a la madre?

—Sí Señor, y pronto será incinerada como lo requirió.

—Bien. — Dijo el macho girando para darle el último vistazo al bebé antes de salir de la habitación.—Supongo que tendremos que conformarnos con este sujeto.

Y así, sin decir más, se perdió por el pasillo.

Al lado del bebé reposaba la ficha médica que tenía por nombre Sujeto Número 19, daba constancia de la fecha y hora de nacimiento, como así también la talla y el sexo, irremediablemente femenino.




Liam llegó a su despacho y se sentó pesadamente en el sillón, se restregó las sienes para calmar el dolor de cabeza que lo estaba matando.
Desde que se había embarcado en este proyecto no había parado ni un solo día y ahora el destino le restregaba el fracaso en su cara. El jugar a ser Dios le había pasado la cuenta.
Pero si ningún Dios tenía compasión por su raza, ¿Qué otra cosa podía hacer? La Virgen Escriba no acudía a los ruegos de los civiles, la hermandad ya sólo eran cinco o seis guerreros y no hacían nada para aumentar su ejército, las elegidas habían sido completamente olvidadas y el Rey, oh, sí, el Rey era la guinda del pastel, que en vez de guiar a su pueblo se las había dado de animal salvaje sin tomar su trono como debía.
Su raza estaba siendo cruelmente asesinada por la sociedad lessening, mermando drásticamente la población y parecía que nadie hacía nada más que esperar la propia muerte, como si el fade fuese la única opción para vivir en paz.

Durante muchos años recorrió el mundo partiendo de la cuna de su raza, Europa, recolectando material genético de los primeros guerreros, cuando la sangre que corría por sus venas era realmente pura, también recolectó muestras de reyes, princeps y otros miembros de la realeza. Todo lo que buscaba tenía que ser de los hombres más fuertes, valientes y fieros que su raza hubiese conocido, para así crear guerreros capaces de luchar, y que estos procrearan un ejército invencible. De alguna forma debía proteger el futuro de todos.

Liam Cane era un estudioso, un científico y un noble renombrado entre sus pares, pero nunca nadie supo lo que estaba haciendo en el gran laboratorio de última generación que escondía bajo su mansión en las afueras de Caldwell.

Luego de varias pruebas fallidas, logró crear embriones con el ADN modificado tomando todas las muestras traídas de sus viajes. Conocidos popularmente como clones. El problema es que ninguno de los embriones sobrevivía por mucho tiempo in Vitro, ni siquiera congelados y los que eran exitosamente transferidos a la matriz materna, no sobrevivían más de tres meses de gestación.

La última muestra de material genético que quedaba fue usada para el sujeto número 19, el cual Liam siempre había tenido pocas ganas de usar, le tenía algo de recelo, eran las muestras de un guerrero ya olvidado por la historia llamado Sacris, cuando Liam quiso estudiar más sobre él, encontró muy poco escrito, era de los comienzos de la raza, uno de los primeros guerreros pertenecientes a la hermandad, hablaban poco de sus grandes hazañas, sólo destacaban los detalles sangrientos, pero nada que reflejara mejor sus personalidad más que su crueldad. Otros guerreros tenían libros completos contando sus vidas, en cambio a este, sólo se le nombraba aquí y allá con mucho cuidado y quizás hasta con un poco de temor por que siempre las palabras eran muy bien escogidas antes de referirse a él.

De matriz usó a una humana, como siempre, ya que no pondría en riesgo a una de las suyas. A las mujeres las elegía generalmente de la calle, aquellas que ya no tuviesen mucha dignidad para vivir y se vendieran por dinero. Liam les ofrecía mucho, así que ninguna se negaba aunque ni siquiera supieran lo que les iba a pasar, ya que con lo ofrecido podían mantener fácilmente a sus familias durante más de un año. Todas debían haber sido madres alguna vez. Se les mantenía en coma durante el proceso y una vez que perdían al embrión, como pasó todas las veces, se les borraba por completo la memoria y volvían a casa, a Liam jamás le importó lo que ocurriese con ellas después.

La última y única excepción fue esta joven mujer que bordeaba los 30 años y había sido madre hacía un año, pero su hijo había muerto a los pocos meses de vida por una pulmonía y la condición económica de la madre no le había permitido salvarlo. Trabajaba de prostituta desde los 15 y a pesar de la tristeza y desgaste que evidenciaban sus apagados ojos grises, Liam no dejó de notar que era hermosa para ser humana, cabello negro y frondoso, largas piernas y labios carnosos.

Había puesto todas sus esperanzas en este implante, el embrión era increíblemente fuerte, se había agarrado a la matriz como si tuviese garras y no había tenido problema alguno durante los seis primeros meses dentro de la mujer, hasta que en un examen de rutina vieron el sexo ya definido por completo y el científico sintió que se le derrumbaba el mundo. Todos sus embriones estaban probados como machos, pero ahí estaba la risa cruel del destino burlándose de él a carcajadas, el feto resultó ser una hembra, sana, fuerte y rebosante de vida. Liam la dejó vivir de puro cansancio, intentó consolarse pensando que al menos le serviría como sujeto de estudio en el futuro.

En el presente

Eran las ocho de la noche y Sacris se desperezaba lentamente como una gata entre las sábanas de satén, abrió los ojos y contempló anonadada su cuerpo desnudo.

—¡Maldición, no otra vez!— Bramó irritada.

No sabía por que desde su transición se acostaba con pijama y al despertar ya estaba sin él como si su cuerpo lo rechazara como agua al aceite.

Todos los días hacía el ejercicio mental para que estando inconsciente se acostumbrase a las telas, pero nada le resultaba y ese día antes de acostarse, engrapó el pijama dejándolo como uno entero y aún así el pijama estaba hecho tiras en el suelo.
Tenía 23 años y encontraba inverosímil que aun no tuviese control absoluto de su cuerpo dormido, estaba segura de que era sonámbula, pero la doggen que la había cuidado desde niña, se lo había negado decenas de veces, tal vez se lo ocultaba por que había hecho cosas embarazosas estando dormida y no quería avergonzarla.

El recuerdo de casa la invadió con profunda tristeza, hacía dos años el macho responsable de su existencia había muerto en un accidente de avión cuando viajaba al Brasil. El científico había partido rumbo al país carioca para investigar una rara raza aborigen del Amazonas. El avión había caído en plena selva y si el accidente no lo había matado, el sol probablemente sí lo había hecho.
En la mansión le habían hecho un funeral simbólico cinco meses después ya resignados con su muerte. Sacris había quedado como única heredera.

Se remontó hacia un pasado mucho más lejano recordando cuando Liam la había adoptado legalmente, fue una vez pasada su transición a los 14 años, dándole así su posición y apellido. Todo el mundo rumoreaba que ella era la hija ilegítima del excéntrico noble con una humana, pero él jamás prestó atención a los chismes, le daba lo mismo lo que pensaran, nunca lo negó ni afirmó. Sólo ella y los doggens sabían su verdadera procedencia, jamás le ocultaron la verdad y había vivido toda su niñez en un cuarto lindamente decorado en el laboratorio, para monitorear diariamente su crecimiento.

Los doggens la atendían dedicadamente, alimentándola, cuidándola cuando estaba enferma, leyéndole cuentos de hadas y algunos años más tarde enseñándole a leer y escribir en más de cinco idiomas, pero Liam raramente la iba a visitar, sólo cuando le hacía exámenes de rutina, tenía mucha fiebre o le pasaba la materia de historia.
Sacris había crecido sintiendo temor hacia el macho y vergüenza consigo misma, Liam era la única figura paterna que conocía y como niña sentía que, por ser ella un error, nunca podría ser su verdadera hija.

Se levantó de un salto de la cama alejando así sus dolorosos recuerdos, de una u otra forma los años que vinieron después de su transición fueron mejores según su punto de vista, severos pero mejores, al menos ya tenía una razón para vivir, que paradójicamente tenía que ver con el negocio de la muerte y si alguna vez moría cumpliendo con su deber, se daría por satisfecha.
Ahora sólo tenía hambre, siempre tenía hambre, su estómago gruñía como animal salvaje cada vez que despertaba, se puso un albornoz de estampado muy colorido y marchó hacia la cocina.
Amaba la cocina de su apartamento, con muebles de madera de cedro oscuro con cubierta de mármol con vetas blancas, grises y negras. Las vitrinas eran de cristal opaco. Todos los electrodomésticos eran de última generación. Todo ordenado y minimalista.
El único problema era que ella no sabía cocinar, siempre habían preparados sus alimentos y dentro de su pauta educativa nunca estuvo el aprender a hacer ni siquiera unos simples tallarines. Al menos ahora no se le quemaban las tostadas y con un montón de esfuerzo e intentos fallidos aprendió a hacer sus amados pancakes. Desde entonces se las había ingeniado con la comida congelada o pedía a domicilio.

Luego de la muerte de Liam se mudó a ese apartamento que le había regalado justo antes de partir de viaje, para cuando ella quisiera hacer su vida independiente. Y sintió que ese era el momento preciso para partir, quedarse en la mansión sólo le traía dolor.

Abrió el refrigerador y tomó leche directamente del cartón, luego sacó un bol pequeño donde vertió cereales, nunca los mezclaba, se llevaba un puñado de cereales a la boca y luego tomaba la leche.

Encendió el mini equipo y la música de Radiohead inundó el piso de un sólo ambiente, como un gran caja rectangular. Toda la pared que daba hacia el exterior estaba cubierta de grandes ventanales polarizados y con gruesas persianas de metal que caían automáticamente cuando llegaba el amanecer.
La entrada comenzaba con un pequeño recibidor que luego se conectaba con una amplia sala al centro del apartamento, donde había un gran sillón de cuero blanco, grandes cojines en el suelo, una pequeña mesa llena de envoltorios vacíos de golosinas, en la pared colgaba una gran televisión de LCD y debajo tirado en el suelo había una PS3. A la derecha se veía la cocina, que tenía una mesa grande que hacía las veces de comedor diario y servía para separar los ambientes. A la izquierda, pegada a la pared más alejada se encontraba una gran cama estilo japonés, con base de madera negra, cubierto con un edredón blanco. En una esquina estaba el baño y un gran armario.
Las paredes estaban cubiertas de un moderno papel mural de color rojo oscuro, menos la del fondo de su dormitorio que era completamente negra. El suelo estaba cubierto de un mullido cubre piso color blanco, lo cual era un infierno cuando llegaba herida, tenía que volar literalmente al baño para no mancharlo y cuando no lo lograba, tiraba algún objeto encima para olvidar la mancha.

Vivía en la zona central de Caldwell, completamente rodeada de humanos, lleno de edificios altos comerciales y residenciales, así que las luces nunca se apagaban lo cual facilitaba su ajetreada vida nocturna, si llegaba en mal estado sólo se limitaba a entrar por las escaleras de emergencia que nunca estaban vigiladas y carecían de luz, pero esto rara vez sucedía, para eso tenía la bendita desmaterialización y Sacris había aprendido a usarla independientemente de las paredes que la retuvieran, el acero era aire para ella.

Comenzó a vestirse para salir a cazar de nuevo esa noche, últimamente había comenzado a crecer el movimiento de los lessers. Hacía rondas todas las noches en distintos puntos de la ciudad y los asesinos parecían multiplicarse como ratas. Sacris sabía de la existencia de la Hermandad y su Rey, pero jamás había topado con ellos. Liam había prohibido terminantemente a que se asociara con otros guerreros, ya que no confiaba que estuviesen haciendo bien su trabajo y Sacris había perdido la cuenta del número de lessers que había matado ella sola. También sabía que estaban reclutando jóvenes con pasta de soldados para hacer crecer el ejército, de hecho ella misma tenía el teléfono de contacto que le había dado uno de los civiles que había salvado hace algunos meses. Éste, le había dicho que ella era perfecta para el puesto, pero su orgullo no le permitía imaginarse dentro de un grupo recibiendo órdenes de un desconocido.

Se puso los jeans negros elásticos que caían sobre sus caderas, se calzó sus botas de cuero del mismo color amarradas hasta más arriba de la pantorrilla, de ropa interior llevaba un sujetador deportivo en su mínima expresión y encima un top Adidas largo sin mangas. El espacio de las mangas era bastante rebajado, dejando expuesta la piel hasta la altura de los jeans y encima de todo, se puso una chaqueta de cuero que le llegaba hasta debajo del muslo. Se colgó la pistolera sobre la cinturilla del jeans, guardó las dagas dentro de la chaqueta y el bo encogido en la espalda. Comprobó por última vez que no le faltara nada, miró por la ventana distraídamente, contemplando la bulliciosa y luminosa ciudad que se levantaba a sus pies y se desmaterializó.


Las volutas de humo que se desprendían del cigarrillo de Blay se cernían en graciosas formas, frágiles y volubles, sabiendo que a cualquier movimiento brusco, desaparecerían en el aire. La música tronaba potentemente desde el estéreo en la habitación de John, quien se preparaba para salir, como lo hacía prácticamente todas las noches para ir al Iron Mask en busca de su hembra, si es que no les tocaba patrullar. 

Ser el Ahstrux nostrum era un trabajo agotador, pero gratificante. La paga era razonablemente buena y el beneficio de vivir bajo el mismo techo con tus mejores amigos, no tenía precio. Si, aunque todo sonase como un anuncio de televisión, era así como se sentía Qhuinn con esta nueva vida, con esta nueva oportunidad y todo mundo estaba aprovechando esos nuevos comienzos, esas renovadas esperanzas a su propio modo.

Observó a Blay disfrutando de su cuarto cigarrillo, definitivamente se había vuelto adicto a la nicotina, suerte para él que su raza no conocía lo que era el cáncer. Luego se detuvo a observar el renovado cuarto de John y aunque Xehx no contaba con muchas cosas de su apartamento anterior, su presencia se marcaba notoriamente en el lugar. Ya no era el cuarto de un soltero, si no todo un nidito de amor. La cama aun tenía las sábanas revueltas y la esencia de la vinculación flotaba sutilmente en el aire. Qhuinn había escuchado toda la salvaje y erótica rutina desde su cuarto, que lamentablemente apenas estaba separado por una puerta. Por eso mismo apenas había podido conciliar bien el sueño desde hace meses y no era porque le molestase que su amigo tuviese sexo tan ruidosamente, si no porque cada gemido de satisfacción le recordaba que él era el único que aun no estaba emparejado, el único de sus amigos que aún no tenía un consorte, una fuente inagotable de cariño, de amor y que cada noche volvía a casa a dormir irremediablemente solo. Mujeres para follar no le faltaban, si necesitaba sexo, lo tenía con sólo levantar una mano, pero últimamente el sexo rápido y anónimo no lo satisfacía como antes.
Esa noche en particular se había despertado enormemente ansioso. No tenía muy claro el motivo, pero por alguna razón necesitaba salir pronto a la calle, echarse un buen polvo, romper algunas mandíbulas o beber a destajo, en resumen, cualquier cosa que lo dejara lo suficientemente agotado para poder dormir como un tronco a su regreso.

—Vamos John, cualquier camisa te vendrá bien, deja de darte tantas vueltas.— Dijo Blay, contemplando como su amigo revolvía el armario sin decidirse que usar.

John sonrió, le hizo un gesto con la mano diciendo “No jodas” y terminó de revolver el segundo cajón. Sólo tenía puesto los pantalones de cuero y las shitkickers, su torso desnudo brillaba tenuemente bajo la luz de la lámpara, el enorme y hermoso tatuaje que le cubría parte de la espalda y el hombro, se lucía majestuoso sobre su cuerpo. Las huellas de rasguños femeninos recientes sobre su piel, presumían airosas lo que había ocurrido horas antes, demostrando que a él y a Xhex les gustaba marcarse de todas las formas posibles. Desde que había rescatado a su hembra de las manos de Lash y había logrado convencerla de mudarse con él, su vida había cambiado radicalmente, obviamente para bien y ahora era casi imposible borrarle la sonrisa de la cara. Finalmente el macho se decidió por una ajustada camiseta negra, marca Ed Hardy, con un pronunciado escote en v y de colorido estampado. Contempló su imagen en el espejo y asintió satisfecho.

—Te ves de lujo ¿Ya nos vamos, mi príncipe?— Dijo Qhuinn con una sonrisa coqueta.

Que te jodan.— Respondió John divertido.

—Eso espero…— Dijo Qhuinn lánguidamente.


V no despegaba la vista de la pantalla del ordenador, aun cuando Butch repetía una y otra vez la jugada de Ellsbury en la TV.

—V, hombre, tienes que ver como este chico roba bases ¡Es impresionante!

—Ahora no puedo Butch y no jodas, que ya hemos visto ese partido como cinco veces.

— ¿Y qué es eso más importante que los Red Sox, hermano?— Butch se dio vuelta sobre el sillón para mirarlo extrañado.

—Debo encontrar a alguien.— Dijo V absorto en su trabajo.

—¿Algún caso del que no estoy enterado o ya me estás dejando por otro?— Butch rió y se llevó de nuevo la botella de cerveza a la boca.

V no pudo evitar reír a carcajadas.

—¡No hombre! mira que otro como tú no hay.— Exclamó V volteándose hacia su amigo y le hizo un guiño.

—¡Aghh! Dejemos eso y ahora dime a quien buscas.

—Busco a una hembra joven, pero no tengo muchos datos más que su nombre y apariencia y no logro encontrar nada hasta el momento.

—¿Está desaparecida? ¿Dónde la vieron la última vez? ¿No tiene padres?— La mente detectivesca del policía comenzó a trabajar a mil. Se levantó del sillón para ponerse junto a V.

—Nop, no tiene padres y no está desaparecida, es sólo que anoche soñé con ella y me es urgente encontrarla.

—Mierda.— Fue lo único que pudo pronunciar el poli.


Sacris se materializó en un oscuro callejón cerca de un club nocturno estilo gótico, la música tecno retumbaba sobre los cimientos y dentro de su pecho, su corazón latía al compás de las notas con un sonoro “tum tum tum”. Con curiosidad avanzó para ver la entrada del antro, pero se detuvo abruptamente cuando su nariz percibió el olor dulzón de los asesinos que venían en su dirección ¿Es que nunca tendría un descanso? Agudizó sus sentidos, ocultó su presencia y esperó protegida entre las sombras de los edificios.

Tres lessers traían a un civil al callejón, era una hembra vestida de cuero, que probablemente había salido para divertirse, pero la mala suerte la había alcanzado.
La traían de los cabellos, la mujer chillaba y pataleaba presa del pánico, pero sus gritos eran ahogados por la estridente melodía que expedía el edificio vecino. Los lessers la lanzaron bruscamente al suelo y la hembra instintivamente se arrastró hasta chocar con la muralla y se abrazó las rodillas hasta hacerse un ovillo.
Uno de ellos sacó un cuchillo carnicero y jugando con él se acercó a su víctima, los otros sólo lo animaban con porras y risas sarcásticas.

—¿Qué tal si jugamos un poco, perra?—

El asesino se precipitó sobre la mujer levantándole la barbilla para ponerle el arma en la garganta listo para dar el corte. La víctima quedó muda por el miedo y el lesser le tiró el cabello echándole la cabeza hacia atrás para exponer más el cuello, ella sólo cerró los ojos y esperó la muerte.

Se escuchó un agudo grito de dolor que hizo eco en el callejón.

La mujer parpadeó confundida y vio como el asesino caía sobre ella con una daga atravesándole por completo la garganta. Alguien milagrosamente, había venido a rescatarla y dio gracias a la Virgen Escriba silenciosamente.

Los otros lessers de inmediato se pusieron en posición de ataque mirando frenéticamente a su alrededor, no veían a nadie, pero sentían el peligro cerniéndose letalmente sobre ellos, definitivamente el contrincante era un guerrero sumamente astuto.

—¡Vamos marica, sal de tu escondite y enfréntanos como se debe! Te prometemos que no durará mucho, pero te va a doler como una mierda…— Vociferó uno de ellos.

Ambos lessers estaban con arma en mano, listos para disparar en cualquier momento.

Sacris salió desde las sombras con el bo en su mano, dispuesto en toda su longitud, haciéndolo girar entre sus dedos con increíble velocidad, el arma apenas emitía sonido al cortar el aire.
Se precipitó sin dudar sobre ellos y con un solo movimiento las armas salieron volando de las manos de los asesinos, estos, inmediatamente sacaron los cuchillos para luego rodearla mirándola con ojos feroces.

—¿Qué tenemos aquí? Mira Bill, una perra valiente.

—Que pena cariño, recién conociéndonos y ya eres un desperdicio.— Dijo el otro.

—¿Por qué no mejor dejan la charla para su club de crochet, malditos impotentes?— Sacris les miró las entrepiernas.—Y ustedes hablan de maricas ¿Eh?— Les lanzó una sonrisita y detuvo el bo hasta dejarlo horizontal a la altura de la cadera.—Vamos niñitas, acabemos de jugar a las tacitas.

Uno de ellos se lanzó contra ella con todas sus fuerzas, Sacris se agachó en ese mismo instante y lo golpeó con el bastón por el costado. El lesser salió disparado por sobre su cabeza cayendo pesadamente sobre el suelo, mientras el otro, aprovechando la distracción de la hembra, se abalanzó sobre ella haciéndola rodar y caer sobre su espalda.

Mierda…

Sacris tenía al tipo encima de ella, aprisionándole las piernas. Sin perder el tiempo arremetió con un gancho sobre el costado izquierdo de la cara del bastardo, la cual casi dio un giro de 360º pero luego sintió un intenso ardor atravesándole el muslo izquierdo, intentó no prestarle demasiada atención a la molestia y con la otra pierna hizo palanca contra el abdomen del lesser aun medio aturdido y lo lanzó por los aires.
Sacris se levantó de un salto y de reojo miró la pierna que la aquejaba, tenía el cuchillo enterrado casi por completo en el muslo. Lanzó una callada maldición recordando el cubre piso, porque, joder, esto sí que lo mancharía. Se apresuró en recoger el bo que yacía en el suelo, para continuar la pelea con el cuchillo enterrado, ya que así era más seguro. Si lo sacaba se desangraría demasiado rápido.

Las patadas y golpes comenzaron a volar, logró bloquearlas casi todas, pero mañana tendría más de un cardenal ¿Se estaban volviendo más fuertes o ella más débil? Llegó a la conclusión de que más de dos años sin alimentarse de sangre le estaba afectando en su rendimiento.
Lo bueno es que los lessers ya estaban notablemente agotados, así que apenas tuvo la oportunidad de acercarse lo suficiente a uno, logró distraerlo con un rápido movimiento del bo y con la otra mano lo atravesó diestramente con una daga justo en el pecho.

Hubo una explosión, un destello y ahora sólo quedaba uno del cual hacerse cargo.

El lesser que aun quedaba de pie, corrió desesperado en busca del arma de fuego caída. Apenas la tuvo en su mano disparó todas las balas hacia Sacris y cuando acabo de descargar su ira, miró por entre el humo buscando el cuerpo inerte, pero no encontró nada. Estaba seguro de que la perra tendría que haber caído. 
Estuvo a punto de cantar victoria, pero al segundo siguiente sintió un ligero zumbido a su espalda y vio como el bo atravesaba completamente su pecho, abrió los ojos como platos y se desintegró en el aire.


Sacris arrugó la nariz al sentir el olor a la sangre del enemigo que cubría sus ropas y su piel y se volteó para mirar a la mujer junto al lesser caído, a éste último aun faltaba hacerlo desaparecer. Se encaminó decididamente hacia él para terminar el trabajo.

El trío de amigos ya había llegado al Iron Mask y Qhuinn mientras estacionaba el vehículo sólo pensaba en cerveza y mujeres, pero cuando se bajó del SUV percibió el tenue olor a talco de bebé, a sangre y pelea. Miró de inmediato a sus amigos y estos asintieron en silencio. El alcohol y el sexo tendrían que esperar un poco.
Los machos corrieron rápidamente siguiendo el rastro, llegando al callejón ubicado a un costado del club.

Sacris estaba ayudando a la mujer a levantarse, quien miraba espantada el cuchillo enterrado por completo en la pierna de su salvadora. Sacris disimuladamente se cubrió la herida con la chaqueta.

—¿Te duele mucho?—Preguntó la hembra visiblemente perturbada.

—Tranquila, lo más importante es que estás a salvo y al parecer sin heridas ¿Puedes volver sola a casa?— Dijo Sacris calmadamente para distraerla.

La mujer asintió e inclinó su cabeza ante ella con respeto.

—Nunca voy a poder agradecerte como mereces, de verdad, lo que quieras…

—No pasa nada, ahora intenta calmarte para poder desmaterializarte, no me iré hasta que ya te hayas marchado.— Dijo Sacris interrumpiéndola.

Justo en ese momento, ambas hembras sintieron la presencia de un grupo de machos entrando al callejón. Sacris supo de inmediato que eran fuertes guerreros, armados hasta los dientes. Nunca había sentido esa aura de poder en otros. Se percibían listos para la lucha. Se removió inquieta ante esta nueva sensación que comenzó a invadir su cuerpo con un extraño cosquilleo sobre su piel.

Los tres guerreros quedaron pasmados mirando la escena, habían rastros de lessers, charcos de sangre, dagas tiradas en el suelo y una hembra herida ayudando a otra a incorporarse.

Qhuinn centró de inmediato su atención en la hembra que estaba de pie dándole la espalda, no podía verla bien desde ese ángulo, se veía tan pequeña en comparación al resto. Apresuró el paso pero se detuvo a mitad de camino. Notó que no era una hembra común, todo en ella exudaba calor y satisfacción por la lucha ganada, esperaba sentir al menos el olor del miedo, pero nada, ni una pizca. Y debajo de toda la sangre del enemigo que la empapaba logró encontrar un aroma exquisito, que le removió las entrañas de placer.
Su mente voló lejos, soñando con largas piernas, pieles sudadas, gemidos extasiados y un cuerpo femenino listo para el sexo.
Qhuinn sintió hambre, un hambre animal y primitivo por ella. La ansiedad con la cual había despertado se incrementó en un mil por ciento.

La voz de Blay y los movimientos de manos de John lo trajeron de vuelta a la escena.

—¿Están bien?— Blay se acercó de inmediato a la civil y ésta asintió.

—Si no fuese por ella…no sé que me hubiese pasado.— Secaba con una manga de su chaqueta las lágrimas que no paraban de salir, pero no lloraba histéricamente.

John recogió las dagas y se acercó a Sacris para devolvérselas. Qhuinn soltó un gruñido por lo bajo, pero no se movió ni un milímetro. Ambos amigos desviaron sus miradas hacia él, estaba disparando hormonas como metralleta, pero no como siempre lo hacía con otras mujeres cuando sólo buscaba sexo, ahora era distinto, todo él irradiaba una sola cosa. Posesión...Vinculación.

La civil rompió el tenso silencio, suponiendo que todos ellos ya se conocían y ella sólo quería volver a casa.

—Yo…estoy perfectamente bien y creo que ya puedo irme a casa…pero ella…—Dijo la hembra mirando en dirección a la otra, la cual ya no tenía muy buen aspecto.

—Claro que irás a casa, pero antes danos tus datos, luego nos pondremos en contacto para saber si llegaste bien.— Blay comenzó a conversar con la civil alejándose un poco del grupo y luego la hembra se desvaneció con un gracias y adiós.

John aun sostenía las dagas en su mano, mirando a Qhuinn que venía caminando despacio hacia ellos sin quitarle los ojos de encima, con los puños apretados y la piel encendida.

Desde la llegada de los guerreros Sacris ya no tenía mucha claridad de sus pensamientos, el efecto de la adrenalina había pasado y sentía el dolor de la pierna en todo su esplendor, aturdiendo sus sentidos, sabía que debía permanecer alerta entre esos extraños y sólo por eso había aguantado tanto. Intentó permanecer erguida, ocultando lo que sentía, pero había perdido demasiada sangre, estaba muy mareada y sabía que no aguantaría su peso un minuto más y cuando llegó el otro de los machos a su lado sintió una extraña seguridad, un sentimiento indescriptible y sin saber cómo, se desvaneció.

Cuando Qhuinn recibió a la hembra entre sus brazos, sintió de inmediato un choque eléctrico que le sacudió por completo, su cuerpo reaccionó sin control alguno y al sentir el peso de ella sobre él, se puso duro como roca. Se sentía extasiado de placer, como en un sueño, hasta que la chaqueta de ella se abrió por completo y dejó la herida a la vista.

El macho se congeló y todo el mundo se detuvo en un instante.

El calor que había sentido hasta entonces, se desvaneció por completo para dar paso al pánico.

¡Se estaba desangrando!

La bajó con cuidado hasta que tocó el suelo, luego se sacó la chaqueta para ponérsela debajo de la cabeza, no sabía que más hacer, quería revisarla por completo en busca de más heridas pero tampoco quería moverla demasiado.
La observó de pies a cabeza, para impregnarse de su imagen, era tan menuda, se veía tan frágil, que su corazón se encogió con pesar. El color de su piel no se veía bien, estaba completamente pálida. Le tocó con suavidad los labios llenos pero que se sentían resecos, necesitaba sangre urgente y la idea de alimentarla lo puso como loco, pero no sabía si ella sería capaz de tomar algo estando así de inconsciente.

¡¿Cómo mierda se había enfrentado sola a esos malditos bastardos?!

¡¿Por qué no había llegado antes para evitarlo?!

Se odió cada jodido minuto, lleno de angustia e impotencia, recriminándose con severidad.

Le pasó cuidadosamente la mano por el cabello negro que tenía amarrado hacia atrás en una coleta, le apartó el flequillo que le cubría los ojos, el cual lo tenía pegajoso por el sudor y sangre enemiga.

Miró a su alrededor y notó que el lugar no era el correcto para mantener ahí a la hembra herida. Estaba sucio, oscuro y frío. Necesitaba ayuda o iba a morir ahí en ese callejón espantoso. Todos los pensamientos se le revolvían en la cabeza, sentía que se volvería loco si la perdía. No podía permitirlo y todos sus instintos aullaban apoyando su moción.
La visión del maldito cuchillo le quemaba la piel de rabia y desesperación, lo quería fuera de ella ahora.

John soltó una maldición, sabía que la hembra estaba herida pero no de tal gravedad y luego observó como a Qhuinn le comenzaron a temblar las manos, su hermano había empalidecido por completo, tenía las pupilas completamente dilatadas y no estaba razonando, en cualquier momento haría una tontería y él ya conocía ese sentimiento.

Blay corrió de inmediato hacia ellos, había llamado a la mansión para dar la ubicación y algunos detalles de la situación, al ver a Qhuinn sintió un nudo en la garganta, pero intentó permanecer sereno.

—Si sacamos el cuchillo morirá al instante. Qhuinn aléjate del cuchillo si no quieres empeorar la situación.— Dijo Blay tajantemente.

Pero Qhuinn no parecía escuchar, estaba enajenado y su mano temblaba sobre la empuñadura, pero sin tocarla.
Acto seguido John se puso a su lado y con cuidado le agarró el brazo por el codo y comenzó a alejarlo despacio de la hembra, su amigo en un comienzo se resistió, pero luego le dejó hacer como si ya no tuviese voluntad propia.

—V y Butch vienen en camino, llegarán en un minuto.—Anunció Blay mirando el reloj.

Se salvará, es fuerte.— Dijo John haciendo señas.

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