10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 10

Sacris se materializó a un costado del edificio donde vivía anteriormente, escondida entre las oscuras sombras de los árboles, que cobijaban seguras su presencia. Se ató el pelo en una rigurosa coleta y la cálida brizna nocturna le acarició la piel desnuda.
Una corriente eléctrica le recorrió la espalda, recordándole lo que había sucedido apenas un momento atrás. Todavía se sentía acalorada, aún sentía los labios de Qhuinn sobre los suyos y el peso masculino entre sus piernas.
Entrecerró los ojos y respiró profundamente. No, definitivamente, no estaba logrando enfriarse lo suficiente.

Intentando reprimir sus ansias sexuales y los deseos de volver de inmediato a casa para darse una ducha fría, entró rápidamente al edificio y fue directo hacia la conserjería. Había pedido expresamente que guardaran allí la correspondencia que llegara a su nombre. Saludó cordialmente al guardia de turno y éste, sin hacerle más preguntas, le pasó un montón de sobres. Sacris los revisó rápidamente de camino al ascensor, no había nada importante, la mayoría eran de publicidad. Y no era que esperase algo más, ya que todas las facturas de servicios las pagaba por Internet, bueno, en realidad V lo hacía por ella.
Cuando salió del ascensor, se encontró directamente con el pasillo de su piso, todo estaba en silencio y solitario, apenas iluminado por las tenues luces de los focos que la miraban perezosas desde el techo. Caminó hasta llegar frente a la puerta de su apartamento, sacó las llaves, pero se detuvo abruptamente antes de insertarla en la cerradura.
Agudizó sus sentidos y frunció el ceño. Había alguien dentro. No era un lesser, sino uno de los de su propia raza.



-Mierda ¿Quién diablos podría ser?

No sabía si la persona ahí dentro era amigo o enemigo, así que silenciosamente desenfundó su arma, pero la mantuvo dentro de su chaqueta, por si algún vecino saliese en ese preciso momento. Abrió la puerta cautelosamente, levantando el arma a la altura de su pecho, pero al asomarse dentro del pequeño vestíbulo pintado de blanco percibió un aroma extrañamente familiar, conocido...archi conocido. Su nariz se encrespó confundida. Era el aroma del macho que había creído muerto durante ya casi tres años, el mismo que la había creado y criado, el mismo al cual había una vez llamado padre en sus sueños de niña.

-Liam.

Nerviosamente colocó la pistola en su funda y se adentró más en la habitación, mirando en todas direcciones. Las manos le temblaban sin parar, la nuca le sudaba a mares.

-No puede ser, no...

Cuando llegó a la sala, perdió el aliento y quedó congelada en el lugar, sin poder mover ni un solo músculo. Una fuerte punzada la atravesó por la espalda directamente hacia el corazón. Incluso sintió que por un segundo, había dejado de latir.
Liam estaba parado justo frente al ventanal mirando hacia fuera, dándole la espalda, con las manos dentro de los bolsillos de un largo abrigo negro. Sacris notó que era una muy extraña vestimenta para usar en pleno verano.
Miró el reflejo del macho dibujado en el oscuro cristal. Traía el rubio cabello mucho más largo de lo que acostumbraba y también llevaba barba, cosa que jamás había usado antes.
Cuando buscó su mirada, notó que éste se la devolvía fijamente a través del cristal, su expresión era mortalmente seria, sin ningún atisbo de cariño o añoranza. Sus labios estaban cerrados en una recta línea.

Sacris no sabía si él esperaba que ella hiciese el primer movimiento o que expresara el primer saludo. Como siempre, no tenía idea de que era lo que esperaba Liam de ella.
Y seguía sin poder creer que aquel macho estuviese parado dentro de su apartamento. Vivo. Igual de sólido y real que ella.
Sacando toda su fuerza de voluntad, obligó a sus pulmones respirar, a su corazón seguir palpitando y ordenó mentalmente a sus piernas que comenzaran a moverse.
Mientras avanzaba lentamente, sintió un vacío en su estómago y un fuerte dolor en sus sienes. Todos sus sentidos le advertían que el peligro rondaba en torno a ella, pero no lograba entender la razón, si ese macho no era ningún enemigo o al menos de eso había intentado convencerse todo el tiempo que había vivido a su lado, porque claro, si él hubiese querido deshacerse de ella, lo hubiese hecho hace muchos años atrás y no precisamente...ahora.

-No hay nada que temer, es sólo Liam. Deberías estar feliz de que haya sobrevivido al accidente y que ahora esté aquí...

Cuando llegó junto a él, Liam se giró sin dejar de mirarla. El macho notó que Sacris había crecido y mantenido saludablemente. Por sus ropas de guerrero supo también que se mantenía activa, siguiendo el único propósito de su vida, que era cazar al enemigo. Continuó escudriñándola y dilató sus fosas nasales al percibir el extraño aroma que ella emanaba, entrecerró los ojos, enfadado por lo que acaba de descubrir. Sacris se había vinculado. La sangre del macho hirvió dentro de sus venas por la indignación.
Le había advertido a la hembra que jamás debía emparejarse. Ella no era digna para reproducir a la raza, ella no era nada más que parte de su mobiliario, una probeta más de su laboratorio, no alguien que tuviese el derecho de sentirse parte de una comunidad.
Había llegado al apartamento esperando encontrarla ahí, viviendo normalmente. La había criado lejos de la sociedad vampírica para que no fuese capaz de relacionarse con nadie más. El día que le había dicho que ese lugar era para que buscase su propia independencia, sólo había sido un acto premeditado, para infundarle algo de confianza para con él, no para que fuera en busca de sus propios sueños. No había libre albedrío para ella. No, eso jamás.

-¿Dónde has estado viviendo? Cuando llegué aquí, el lugar parecía deshabitado desde hace un largo tiempo.- Preguntó Liam fingiendo desinterés, como si fuese un tema casual para comenzar una conversación...algo así como hablar del tiempo.

Sacris se quedó pensando antes de poder responder ¡¿Qué demonios le iba a decir?!  Liam le había ordenado expresamente no acercarse jamás a la Hermandad y ahora estaba viviendo con ellos, olvidando todo lo que el macho le había advertido.
Mentir, sólo eso le quedaba por hacer para mantener a sus Hermanos y a Qhuinn al margen de esto. Cuando volviese a casa, hablaría con Wrath para que juntos buscasen alguna solución.

-Este...yo...he estado quedándome en varios sitios. Los lessers se han estado organizando sospechosamente durante los últimos meses y he salido constantemente a investigar, por eso no me he quedado en casa por mucho tiempo.- Dijo Sacris satisfecha con su respuesta, que al final no era del todo mentira.

Liam ladeó la cabeza sopesando las palabras de la hembra. Preguntándose aún quien sería el macho con quien se había vinculado y dónde vivía realmente. Ese detalle entorpecía duramente sus planes, así que optaría por un cambio radical en ellos. No quedaba otra salida, no había más tiempo que perder. Los dados ya habían sido lanzados, la jugada debía ser realizada. Ahora. De lo demás detalles podría ocuparse más tarde, el macho con el cual se había emparejado no la encontraría jamás mientras él tuviese todo bajo control.
Sacris vio que la expresión del macho cambiaba abruptamente a una más amable, con una leve sonrisa en su rostro, marcando unas tenues líneas alrededor de sus ojos.
Sintiéndose más tranquila y confiada se animó a seguir hablando.

-Me alegra que estés...vivo, todos pensábamos que el accidente había sido fatal ¿Cómo fue que sucedió?...y ¿Cuándo fue que llegaste?- Preguntó la hembra casi en un susurro, aun le costaba que las palabras salieran fluidamente.

El macho desvió nuevamente su mirada hacia el ventanal, fijando sus ojos en un punto lejano del paisaje. Cientos de pequeñas lucecitas pendían sobre la ciudad, flotando animadamente. Los rascacielos se erguían majestuosamente por entre las casas y negocios con sus coloridas vitrinas. Los autos se movían por entre las calles, desfilando ordenadamente. Todo allá fuera estaba lleno de vida. Humanos y no humanos compartiendo una misma tierra. Todo un caleidoscopio viviente lleno de diversidad, moviéndose 24 horas al día, 365 días al año, siguiendo su curso inconsciente de todo mal...girando inocente, obediente. Parecía utópico.
Y ahí estaban ellos, el Doctor Frankenstein y su monstruo. El creador negando a la criatura que toda la vida había intentado captar algo de su atención, buscando algo de su cariño y tiempo.

-Padre...padre...

Pero era demasiado pedir que ambos pudiesen compartir el mismo aire. Al final siempre debía morir uno de los dos protagonistas. Sólo así se encontraba el equilibrio, la razón de la vida, el alivio de la muerte.
El macho se volteó, sacando una de las manos del bolsillo y extendió el brazo hacia ella.

-¿Un abrazo? ¿Liam, quería que le diese un abrazo? Joder, eso si que era un milagro.

Sacris pensó que la experiencia del accidente había dejado la mente del macho sumamente trastocada. ¿Acaso el macho habría cambiado? ¿Sería este el primer paso de un nuevo comienzo entre ellos? Sacris se debatió largamente para sus adentros, intentando descubrir las verdaderas intenciones de Liam, deseando creer en que al fin su sueño de ser reconocida por él, se haría realidad. Aunque fuese por un sólo minuto, se permitiría dejar llevar por las emociones y sus antiguas ilusiones.
Se acercó cautelosamente a él, vacilando en cada uno de sus movimientos, hasta que logró apoyarse en ese amplio y frío pecho. Olía como siempre, a ropa limpia, a tabaco y a perfume caro, sólo faltaba el leve aroma del usual desinfectante que a menudo usaba en el laboratorio cuando entraba y salía de él.
El macho le palmeó torpemente la espalda, no era un hombre que estuviese acostumbrado a las demostraciones afectuosas. Siempre era reacio a tocar a las demás personas, así que aquel toque se percibía bastante impersonal, al borde de la falsedad. Con un sutil movimiento la cambió de posición, dejándola a ella de espaldas al cristal.
Sacris no podía ver donde estaba la otra mano del macho, porque tenía el rostro vuelto hacia el otro lado, con la mirada perdida entre sus muebles de cocina. El lugar le parecía ahora tan frío y sin vida.
Su mente, en tanto, libraba una dura batalla, con miles de dudas que la aquejaban angustiosamente. Aquellos pensamientos resonaban en su interior, como la interminable melodía de una cajita de música, tocando una y otra vez, sin detenerse, dejándola aun más desorientada. El abrazo era gélido, como también lo era el aura del macho que la cubría como una gruesa capa de nieve en una avalancha, ahogándola, calándola hasta los huesos. Una desagradable sensación de vértigo la embargó. Deseaba poder salir de ahí de inmediato, de poder dejar de tocar a ese ser, que más que vivo, parecía alguien salido de una nebulosa y tétrica tumba.

En la imagen que reflejaba el ventanal, se vio como una pequeña jeringa de acero bajaba por una de las mangas del abrigo del macho. Estaba llena de un líquido transparente, llena de sueños rotos y amargo futuro.
Nadie tras los vidrios polarizados pudo ver como la mano de Liam subía lentamente por la espalda de Sacris, ni como en menos de un segundo, la aguja se enterró en la parte visible del cuello de la hembra, ni tampoco como todo el líquido que contenía se fue vaciando letalmente dentro de ella.
Nadie fue testigo de cómo el rostro de la hembra se cubrió de confusión, miedo y rabia, atravesando al macho traidor con sus intensas amatistas, justo antes de caer en sus brazos como una muñeca desarticulada.
La última imagen que desfiló por su mente aun consciente, fue la de Qhuinn sonriendo en la noche de la ceremonia de su emparejamiento.

-Lo siento...Qhuinn...

Después de eso, todo se volvió borroso. Sus extremidades se volvieron pesadas y toda su fuerza la había abandonando en un soplido, desinflándose hasta quedar completamente floja. Cada uno de sus órganos se fue desconectando como en una reacción en cadena. Sus sentidos se fueron apagando de a poco, uno a uno. El habla, el gusto, el tacto, la audición y por último la visión, dejándola en la más absoluta oscuridad.
No tuvo ninguna oportunidad de luchar, de defenderse, ni siquiera pudo intentar mantenerse despierta. Su cuerpo la estaba abandonando sin ningún atisbo de piedad, como si no le perteneciese. Cada exhalación amenazaba con ser la última. No encontraba ninguna salida para esto. Estaba todo fuera de sus manos. Lejos, muy lejos, oscuro y frío. Se decía que todo en la vida tenía solución menos la muerte. Sacris estaba muriendo y lo sabía.

Liam contempló satisfecho su trabajo. Se agachó junto al cuerpo inerte de la hembra y comenzó a rebuscar entre sus ropas, sacando el móvil de Sacris del bolsillo interior de su chaqueta. Tomó el aparato, lo tiró al suelo y le plantó un fuerte pisotón, dejándolo inútil y completamente destruido. El macho miró su reloj y luego al ventanal.
El tiempo parecía haberse detenido, perpetuando aquella escena en el macabro reflejo de aquel mudo cristal.

V estaba en el despacho de Wrath, participando de la reunión diaria junto a los demás, informando al Rey de los últimos sucesos. Los Hermanos ocupaban sus posiciones usuales escuchando atentamente los aportes de cada uno, más aun cuando el monarca tomaba la palabra y Tohr daba las órdenes pertinentes. Estaban todos, menos Qhuinn y Blay, quienes se estaban alistando para acompañar a John al Iron Mask.
El macho comenzó a leer su reporte en voz alta para que todo el grupo escuchase, pero no lograba concentrarse debidamente. Luego de dos párrafos ni él mismo tenía muy clara la idea de lo que estaba leyendo. Algo lo distraía, no lograba especificar que era lo que realmente no andaba bien, hasta que notó una pequeña molestia en la nuca, una aguda punzada, parecida a la mordida de un insecto. Pasó repetidamente la mano por el lugar afectado en busca de alguna hinchazón o algo parecido, pero no logró encontrar nada.
Intentó hacer caso omiso para seguir leyendo, pero de pronto todo se volvió blanco. Alzó la cabeza, olvidando el papel que tenía entre las manos y se quedó mirando un punto fijo por detrás de la silla de Wrath. Paralizado, completamente pálido y con una expresión horrorizada en el rostro.
Wrath percibió el repentino cambio que había sufrido su hermano y él mismo comenzó a experimentar un extraño cosquilleo en el pecho. Todos los machos en la habitación se removieron incómodos y quedaron igual de silenciosos. Algo no andaba bien. Primero se sintió como un débil pinchazo en el corazón y luego se convirtió en un agujero negro del tamaño de un puño. Un gran e incómodo vacío. Algo faltaba, o más bien, Alguien.
Butch llegó velozmente hasta su amigo en apenas un par de zancadas. V temblaba de pies a cabeza, sus labios se movían pero no salía ningún sonido de ellos. Su mirada estaba perdida y parecía que hubiese envejecido al menos cien años en un minuto.
Su ojo izquierdo no emitía ningún brillo.

-V, mírame ¿Dinos, qué sucede?- Dijo el poli preocupado, pero intentando mantener la cabeza fría, sin querer admitir todavía lo que su corazón había concluido sin necesitar más pruebas que las que le había dictado su instinto.

El macho volteó su cabeza para mirar al poli, pero sus ojos no lo estaban viendo a él, ni a nadie.

-Mi...hija...no...Butch, por favor, dime que no...¡Dime que NO, MALDICIÓN!- Dijo V agarrando violentamente a su amigo de la camisa, absolutamente fuera de sí.

Una vez que Qhuinn vio como su hembra se desmaterializaba segura frente a sus ojos, terminó de enfundar sus dagas y de atar correctamente sus shitkickers. Una vez listo y dispuesto, salió de la habitación. Se encontró con Blay en el corredor y decidieron esperar a John en el vestíbulo. La reunión debía estar por terminar, así que no tendrían que esperar demasiado.
La pareja de amigos charló distraídamente hasta que llegó a la majestuosa escalera central que los conduciría hasta el vestíbulo.
Qhuinn apenas había bajado el primer escalón, cuando sintió que el mundo había comenzado a dar locas vueltas a su alrededor. Literalmente, todo estaba girando ante sus ojos como si hubiese sido arrastrado por un huracán. Tan fuerte fue el mareo que tuvo que arrimarse al pasamanos para poder mantener el equilibrio. Blay de inmediato se acercó a él para prestarle apoyo. Qhuinn intentó bajar otro peldaño, pero apenas pudo moverse. Había perdido por completo la movilidad de sus piernas y estaba sucediendo lo mismo con sus brazos.
Cuando creía que nada podía ser peor, un agudo dolor lo golpeó duramente, atacando todos sus terminales nerviosos. Qhuinn cayó y se retorció penosamente sobre los alfombrados escalones, con su afligido amigo intentando sostenerlo. No lograba sentir sus extremidades, pero claramente podía sentir el dolor que aquejaba a todo su cuerpo, torturándolo como miles de afiladas agujas enterrándose sin piedad sobre su piel, quemándola hasta llegar a sus músculos y atravesando sus huesos. No sentía su corazón latir y parecía que la sangre había abandonado su sistema al igual que el aire.

Dolor...Vacío...Desgarro...

Escuchó como algo en su interior se hacía trizas al igual que un cristal. No lograba comprender por qué sentía como si hubiese desaparecido la mitad de su cuerpo, de su alma.

Ira...Tristeza...Odio...

Algo o alguien le hablaba, pero no lograba escuchar palabra alguna del exterior. De alguna forma su cuerpo había dejado de sentir, de vivir. Sólo quedaban restos de él pululando en algún mundo desconocido. Su razón había saltado por un precipicio e iba ahora en caída libre.

Desolación...

Lejos, muy lejos, alguien lo estaba llamando, alguien pronunciaba su nombre y tal vez, si hubiese podido escuchar mejor, diría que le estaba pidiendo perdón.

¿Sacris?

Pasó un minuto, o quizás una hora, hasta que por fin logró moverse de nuevo.
Cuando miró hacia su pecho, su mano, como con vida propia, estaba agarrada a su pectoral izquierdo, como si estuviese estado intentado arrancarle el corazón.
Cada nervio, músculo y neurona, empezó a salir de su letargo y a dar órdenes para poner a flote la máquina.
Qhuinn sacudió su cabeza confundido, intentando con toda sus fuerzas poder reacomodarse en aquel mullido, pero poco amable escalón.

¿Qué carajo le había sucedido?

-¿Estás mejor?- Preguntó Blay con voz temblorosa y asustada.

-Dame...un minuto y estaré mejor...-Contestó Qhuinn aun con la cabeza gacha.

-Quédate acá, iré a buscar a Jane...No te muevas ¿Ok?- Dijo Blay intentando levantarse para ir en busca de la doctora.
Su amigo lo detuvo sosteniéndolo por una pierna, para que volviese a sentarse a su lado.

-No...no es necesario...
Dijo Qhuinn al mismo tiempo que alzaba el rostro, pero su vista se detuvo a medio camino y quedó fija en la camisa de su amigo.

-Blay...¿Tu camisa no tenía rayas violetas?...
Blay miró su camisa extrañado, sin entender muy bien lo que Qhuinn quería decir con eso, ya que las rayas violetas seguían en su lugar.
Y Qhuinn debería poder verlas, si es el único color que...

Y luego abrió los ojos hasta que casi se le salieron de sus órbitas. Qhuinn se encontró con su mirada en menos de un segundo. Los dientes le castañeaban y su expresión era una mezcla entre miedo, terror y furia absoluta.
Qhuinn sin perder el contacto visual con su amigo, sacó con una mano temblorosa el móvil de su chaqueta y pulsó el botón de marcado rápido al número de Sacris.
"El número al cual usted está intentado comunicarse, se encuentra temporalmente fuera de servicio..."
No pudo seguir escuchando el mensaje porque el aparato ya había caído de su mano.
Blay vio como su amigo se levantaba sin decir palabra y dejaba que el móvil siguiese hablando solo en el suelo. Instintivamente también se puso de pie, sin saber qué esperar ahora. Qhuinn no se movía, pero Blay notó como el gran escalón había comenzado a temblar desde los cimientos. Los jarrones decorativos también habían comenzado a tintinear sobre las mesas de arrimo.

Era obvio que todo estaba relacionado con Sacris y de seguro se trataba de lo peor.
Maldición, ¿Acaso la vida tenía que ser siempre así de injusta?
No era posible que se siguieran perdiendo seres queridos en esta familia. Ya bastante habían tenido que soportar los hermanos con la pérdida de Darius, el padre de John, quien justamente tiempo después perdió a la que había considerado una madre, Wellsie.
Qhuinn ya había tenido que lidiar duramente con la muerte de sus padres y hermanos.
No podía ser que ahora también tuviese que soportar la pérdida de su amada. No. Esto era inconcebible, una infernal pesadilla.
Blay supo que debía actuar rápido o temía que todo a su alrededor comenzase a estallar de un minuto a otro. No se podía repetir el episodio de Tohr, esta vez no.
Debía mantener a su amigo cuerdo, a su lado, bajo el mismo techo de los demás.
Había que razonar, pensar. Que Qhuinn ya no viese el color violeta o que el móvil de Sacris estuviese apagado no significaba que estuviese muerta ¿Cierto?
No era una hembra débil, ella sabía defenderse. Sí, ella era un guerrero y de ninguna manera moriría sin antes dar una buena pelea.
Con esta convicción Blay se enfrentó a su amigo que en esos momentos sostenía una mirada enajenada, los puños apretados, temblando de pies a cabeza. La energía que emanaba se arremolinada a su alrededor como una blanca niebla, casi palpable, desestabilizando toda la materia que estuviese a su alcance. El pensamiento de Qhuinn estaba en un lugar muy lejos de ahí.

Se acercó a su amigo con suma precaución y cautos movimientos, pero Blay aún así cometió un grave error, porque en su afán de mantener a su amigo a su lado y prestarle algún consuelo, lo tomó del brazo y fue ahí cuando se desató el caos.
Qhuinn se abalanzó sobre él, lleno de ira, desconociéndolo, mirándolo como si fuese el mismo enemigo. La fuerza de la arremetida hizo que ambos se desequilibraran y cayeran escalera abajo. Ni el duro aterrizaje contra el suelo hizo que Qhuinn soltase a su presa. Los golpes comenzaron sin mediación y Blay no hizo nada por defenderse, simplemente dejó que su amigo liberase su rabia.
Qhuinn sólo detuvo los golpes para poder asir a Blay de la camisa para luego lanzarlo contra la pared más cercana, botando un jarrón con azucenas a su paso.
El grito que salió desde su garganta hizo que los gruesos ventanales retumbaran violentamente. Como un animal fuera de control, volvió a lanzarse contra Blay como si él fuera el culpable de todas sus desgracias, pero esta vez Blay respondió con un puñetazo directo a la mandíbula. La sangre de ambos, tiñó la blancura de las flores esparcidas a sus costados.

Qhuinn no supo en que momento había llegado el resto de los hermanos al vestíbulo, ni pudo oír los gritos que vociferaban, ni tampoco supo quién había sido el que lo había derribado, evitando así que hubiese matado a su mejor amigo a golpes. Debía de estar agradecido, pero aún sentía la furia primitiva que intentaba salir desde lo más profundo de su interior nublando casi toda su razón.
No, no había nada que agradecer, hoy alguien debía morir o él mismo se arrojaría a las puertas del infierno. Pero cuando intentó luchar una vez más contra quien lo estaba sujetando, una voz clara, pero llena de tristeza lo trajo de vuelta a la realidad.

-Qhuinn, detente...el descontrol no sirve de nada en estos momentos...

Con la respiración forzada, volteó la cabeza y se encontró con la mirada desconsolada de John que lo mantenía firmemente abrazado y luego con el dueño de aquella voz que estaba arrodillado a su lado, con una expresión llena de dolor.
El macho parecía haberse convertido en un anciano, frágil y abatido.
John al ver que su amigo había recuperado algo de su sensatez, comenzó a soltarlo poco a poco, hasta que lo liberó por completo.

-Dime que lo que estoy sintiendo no es real...- Dijo Qhuinn sacando las palabras de sus cuerdas vocales casi a la fuerza, poniendo todas sus esperanzas en los hombros de V. No sentía el dolor del puñetazo de Blay, ni tampoco el sabor de la sangre en su boca, sólo podía sentir la soledad que había tomado el lugar en su corazón. El quiebre, la devastación.
El macho en cambio lo miró con compasión, entendiendo perfectamente sus sentimientos y sin más palabras que decir se acercó a Qhuinn para envolverlo en sus brazos. Un abrazo era lo único que podía ofrecerle en esos momentos, porque él se sentía igual de vacío, de impotente.

-No...V...por favor dime que esto es una pesadilla...dime que voy a despertar y que Sacris estará durmiendo apaciblemente a mi lado...

Pero el callado sollozo de V no hacía más que confirmar la realidad. En cambio Qhuinn no fue capaz de derramar ni una sola lágrima, estaba seco por dentro y por fuera, quemándose a fuego lento, haciéndose cenizas. Y en cada ceniza que caía, se iban apagando cada una de sus ilusiones, cada uno de sus sueños y sus ganas de seguir viviendo. Parte de él se negaba rotundamente a perderla y otra, se encargaba de hundirlo en la más desgarradora miseria.
El vestíbulo quedó en absoluto silencio, un afligido y negro silencio. Parecía que los grillos hubiesen dejado de cantar, que el viento hubiese dejado de soplar y que los relojes hubiesen detenido su tic tac, para acompañar el desgarrador luto con que comenzaba esta fatídica noche.

El chasquido de la puerta principal y de las voces femeninas que se abrieron paso por la casa, fueron los que interrumpieron aquel mutismo. Las hembras volvían de una reunión en "Lugar Seguro". Nalla venía durmiendo en brazos de su madre, pero ni las risas, ni el barullo que traían consigo las hembras, habían logrado despertarla.
La algarabía del grupo femenino, se detuvo abruptamente al encontrarse con la escena que las aguardaba en el vestíbulo. Sus amados formaban un tupido y sombrío círculo alrededor de V y Qhuinn que estaban abrazados en el suelo. Tohr en tanto ayudaba a levantarse a Blay que al parecer había recibido una paliza.
La blanca y huesuda cara de la muerte se veía reflejada en cada uno de aquellos rostros masculinos.
A todas les llegó el mismo mensaje, en el mismo instante que respiraron aquel enrarecido aire que llenaba el salón, asfixiando.
Alguien había partido y había dos machos llorando su pérdida

-Jane, cariño...ven aquí...- Dijo V ofreciéndole la mano desde la lejanía.
Jane en seguida palideció y sintió como se le contraía fuertemente el estómago. Sus manos fueron directamente a su vientre como deseando detener ese dolor, ese mismo que le recordaba la muerte de su hermana y al episodio de la avena en la iglesia.
Dio un paso hacia atrás, con las entrañas retorciéndose en su interior, sacudiendo la cabeza en negación. Esto no podía estar ocurriendo otra vez y esta muerte no tendría nada que ver con alguna enfermedad congénita. No, esta vez la muerte estaría cubierta de sangre, violencia y no quería seguir imaginando que otras cosas habrían estado involucradas.

-No, mi hija no, V...- Dijo Jane esta vez sacudiendo más violentamente su cabeza, haciendo que sus rubios cabellos se despeinasen por completo.

Siguió retrocediendo, encorvándose a cada lacerante espasmo. Quería huir, salir de ahí, meterse bajo la cama y pensar que todo esto no era real. Quería vomitar, su estómago se lo estaba ordenando, las nauseas eran insoportables. Lo que contradecía enormemente su actual naturaleza, ya que siendo un ser inmaterial no necesitaba de la comida, ni tampoco padecía de los males de un ser viviente, aún así su cuerpo fantasmal, recordaba cada uno de aquellos síntomas, como si aun la sangre corriese por sus venas.
Sólo el gran cuerpo de Wrath tras su espalda, detuvo su andar y sus penosas ganas de salir corriendo.
-Ve con tu macho, Doctora Jane. Te necesita en estos momentos, y tú a él.- La voz de Wrath era apesadumbrada pero firme.

El escuchar el título de su profesión le recordó lo que era realmente. Ya no era una niña inútil y ahora se dedicaba a salvar vidas. Sí, eso, ella sería capaz de salvarla. Sacris no estaba muerta, tal vez sólo muy malherida. No había tiempo para lamentos, ni para llantos. No debía resignarse ante la idea de la muerte hasta que ella misma la viese con sus propios ojos.
Inmediatamente se recompuso, dejando sus sentimientos de lado y ordenando a su cerebro a trabajar de manera práctica e inteligente, como sólo ella sabía.
Aún no estaba todo perdido y no derramaría ni una sola lágrima hasta ver el cuerpo de su hija y si aun su corazón emitía aun que fuese el más leve latido, ella haría hasta lo imposible por mantenerla con vida.
Nadie, nunca más, le quitaría a alguien de su familia sin haber dado una buena pelea antes. Y sólo ella sabía como burlar a la muerte.
Todos en el vestíbulo vieron como la expresión de Jane se transformó a la de la usual Doctora Whitcomb. La mujer se irguió por completo, adquiriendo la mirada que la caracterizaba, con lo ojos llenos de inteligencia y profesionalismo.

-V, trae a nuestra hija a casa. No hay tiempo que perder, cada segundo que pasa es vital.- Y diciendo esto se dio la vuelta, para ir directamente a preparar el pabellón y organiza a su equipo.
La voz de V le llegó por la espalda, desconcertada y compasiva.

-Jane...ella ya no está...yo lo siento, Qhuinn lo siente y todos mis hermanos también...Obviamente la traeré a casa...pero no creo que podamos hacer nada al respecto...
La Doctora no se volteó para mirarlo.

-La ciencia es la que tiene la última palabra V. Así que trae a MI HIJA, AHORA. Porque no me convenceré de lo contrario hasta que la vea con mis propios ojos.- Dijo Jane saliendo por la puerta hacia el subterráneo.

Qhuinn se infundió de ánimos al escuchar a Jane, se levantó de un salto dispuesto a salir corriendo de la casa para ir en busca de su amada. La doctora tenía razón, una cosa es que ya no la sintieran y otra muy distinta era que ya no estuviese con vida.

-Voy por ella.- Vociferó Qhuinn cuando se aprestaba a salir por la puerta principal.
Estaba vestido, armado, sangrando. Estaba listo.

-Alto, hijo.
La voz autoritaria del Rey retumbó en las paredes.

-No irás solo, porque no tenemos idea con qué demonios nos iremos a enfrentar afuera. Tohr, necesitamos un plan de acción. Ahora.
El líder del grupo de soldados, intentó reunir sus fuerzas para enfrentar lo que se venía.
La imagen de Wellsie era lo único que tenía en mente y desde el fondo de su corazón rogaba porque aquel joven muchacho no tuviese que sufrir lo mismo que él.
Tomó aire profundamente y ordenó a su cerebro pensar de manera práctica, como el guerrero que era.

-Hijo ¿Sabes a dónde fue Sacris esta noche?
Qhuinn se restregó los ojos, que le ardían a más no poder, pero seguían igual de secos.
-Dijo que iba a su antiguo departamento y... ¿Qué hora es?
Alguien, que podría haber sido Rhage, le dijo la hora.
-Entonces eso no fue hace más de 20 minutos...No debí dejarla ir, no debí dejarla sola...Es mi culpa...todo esto es mi culpa...- Dijo Qhuinn ocultando sus ojos tras las manos, completamente abatido.
Tohr, se puso tras él, para darle un par de palmadas en la espalda.
-No, Qhuinn, nada de esto es tu culpa...Vamos a encontrarla ¿Ok?
Y el Rey tomó la palabra.
-Y sea como sea que la encontremos, te juro por mi honor que la vengaremos como se merece. Tienes mi palabra, guerrero.
El resto de los Hermanos asintió con una mano en el corazón, expresando así la jurada promesa.

Tohr luego del minuto de silencio, comenzó a dar órdenes para movilizarlos a todos.
-V, comprueba el GPS del móvil de Sacris, así sabremos si sigue en su apartamento o si está en otro sitio. Butch, tú, Rhage, V y yo partiremos de inmediato, vayan a armarse.
Z, llama a Phury e infórmale de la situación. De seguro querrá venir, pero dile que no comente nada a Cormia para que no se preocupe más de lo debido, en su estado no debemos alterarla. John, llama a Xhex, pregúntale si Sacris no se ha aparecido por allá.
Blay, por el amor de Dios, ve donde Jane para que te revise las heridas del rostro.
Qhuinn, sería tonto de mi parte preguntarte si vas con nosotros...Así que marchando.
Todos los machos comenzaron a alistarse y luego cada uno fue directamente hacia sus respectivas hembras. Hubo abrazos y besos silenciosos, deseos de buena suerte y muchos "tráiganla a casa". Bella estrechó aun más fuerte a su pequeña durmiente, mientras Z le besaba la coronilla de la cabeza. No podían ni imaginar por lo que Jane y V estaban pasando en estos momentos, la pérdida de un hijo era algo que jamás los padres podían superar, ni mucho menos olvidar.

Blay, antes de dirigirse a la sala de primeros auxilios, se acercó a su amigo y lo tomó firmemente por los brazos. Qhuinn lo miró a los ojos, torturándose al ver cada herida que le había infringido, como pidiendo perdón por lo ocurrido.
-Sé fuerte, hermano, y no te preocupes por mí, no hay nada que perdonar.
Luego llegó John, que acababa de enviarle el mensaje de texto a Xhex, y abrazó a ambos amigos, para transmitirles toda la energía necesaria, aunque por dentro estuviese hirviendo de rabia. Ninguno de los tres tenía demasiada fuerza, pero el cariño silencioso expresado, sería más que suficiente para soportar las siguientes horas.
-Vamos, hijo.
La voz de V, provocó que el trío se separase para que cada uno siguiese con sus tareas.
El macho tomó al muchacho por los hombros y ambos salieron al exterior. Butch en tanto traía el Escalade al frontis de la mansión.

La cálida brisa le dio la bienvenida al comienzo de la que sería una larga noche. Qhuinn cerró los ojos, para poder sentir el alivio de aquel sutil viento en el rostro, pero lamentablemente no pudo sentir nada más que inseguridad y nerviosismo.
La tristeza era tan pesada, que cada gramo de oxígeno que entraba por su nariz, dolía como el infierno. Cada músculo gritaba, cada latido ardía.
Sólo el encontrarla, sostenerla en sus brazos, y darle, tal vez, el último beso, decidiría si valía la pena seguir soportando esa maldita carga, llamada vida.

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