10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 09

-Dime algo ¿Es cierto que no traes nada bajo ese vestido?- Preguntó Qhuinn con voz ronca, mientras subían la gran escalera de la mansión. Habían escapado de la fiesta a la primera oportunidad que se les había presentado, dejando atrás el bullicio y la excitada multitud, desesperados por estar un rato a solas, para besarse, tocarse, devorarse hasta saciar el hambre que los estaba matando.

El macho iba dos peldaños por debajo de su hembra, recreando la vista con aquellas largas y moldeadas piernas, perdiéndose entre las peligrosas curvas de sus caderas que se movían sinuosamente a cada paso. Excitado a más no poder.
Sacris lo miró por encima de su hombro y sonriendo maliciosamente, fue levantando la tornasolada seda que cubría sus piernas hasta revelar sus muslos completamente desnudos.
Qhuinn contuvo la respiración al ver ese delicioso culo expuesto y exhaló en un grave ronroneo. La ola de la lujuria fue tomando forma peligrosamente, dispuesta a llevarse a ambos hasta el fondo de las agitadas y oscuras aguas del deseo. Apresurando el paso, agarró a Sacris por la cintura y terminó subiendo la escalera a grandes zancadas con su hembra a cuesta.

Al llegar a la habitación, aseguró la puerta y lanzó a Sacris violentamente sobre la cama. Él permaneció parado frente a ella. La hembra rebotó suavemente sobre su espalda y se apoyó sobre sus codos como si nada.
Qhuinn gruñó como un animal al observarla, ya que debido al ajetreado paseo en las escaleras, el vestido se le había subido hasta las caderas. Sacris no hizo nada para acomodarse la prenda, si no que deliberadamente abrió más las piernas, exhibiendo su rosada y húmeda mercancía. Había un sólo postor, un sólo comprador, un sólo ganador.

-Me gusta lo que veo...- Murmuró Qhuinn, relamiéndose los labios.

-¿Y qué esperas para tomarlo?...- Ronroneó Sacris.




El macho se despojó de su ligera túnica en un abrir y cerrar de ojos, la daga que traía en el fajín cayó con un fuerte ting, sobre el suelo. Respiraba pesadamente, su dorado pecho subía y bajaba, reluciendo bajo la tenue luz del cuarto. Ese cuerpo parecía estar cubierto de oro, puro y macizo. Los músculos de sus brazos se habían tensado, una azul arteria se destacaba tentadoramente en su recio cuello, llena de vigor, de apetitosa obscenidad. Sacris bajó la mirada por sobre el marcado vientre y se detuvo para admirar el erecto y grueso miembro, que se alzaba airadamente sobre el ombligo. Su desnudez era avasalladoramente masculina, inquietante, peligrosa.

Y a pesar de que Sacris dormía con él cada día, no podía evitar sentirse vulnerable y pequeña cada vez que lo veía como Dios lo había echado al mundo.
Sólo con él se permitía sentirse frágil, sólo con él se sacaba su armadura de guerrero, dejando que su femineidad aflorase por completo, y amaba estos momentos cuando, ambos se liberaban de sus ataduras para dar rienda suelta a sus verdaderas naturalezas, donde uno sólo era el depredador y el otro la presa.
Hoy a Sacris le tocaba el turno de ser la presa y por la actitud de su macho, no habría preámbulo, ni tiernas caricias, ni dulces palabras susurradas al oído. No, hoy no.
-Quiero que me des la espalda y te arrodilles...agárrate fuertemente del pilar que sostiene el dosel, no lo soltarás a excepción que te pida lo contrario.- Exigió Qhuinn con voz demandante.

El rostro del macho parecía la de un sádico sometiendo a su esclava sexual. Si Sacris no lo conociera tanto, se habría encogido de miedo, en cambio sintió que la humedad entre sus piernas se había acrecentado, estaba caliente, preparada y dispuesta para recibir su merecido.
Las imágenes del emparejamiento permanecían latentes en la mente de Qhuinn, había sido difícil para él soportar el dolor de las dagas sobre su piel y más aun, soportar que se lo hiciesen a Sacris. No fue fácil aceptar que su hembra debía ser tratada en igual condiciones que todo macho guerrero. Ya habían tenido suficientes discusiones al respecto e irremediablemente él había tenido que ceder. Sacris no iba a dejar de salir a luchar sólo porque él se lo pidiese, ni había cabida para establecer condiciones, el amor no podía entrar en ese juego o ambos habrían salido tremendamente lastimados y la relación habría ido a parar al basurero.

Joder...verla peleando y saliendo herida, era una insufrible tortura para sus instintos de protección. Una inconmensurable frustración. Una bala directa a su virilidad. Muchas veces se sintió un miserable al permitir que Sacris blandiera un arma, o peor aun, que le salvara el culo de vez en cuando. Sólo la infinita confianza que depositaba en ella y sus incuestionables habilidades en el campo de batalla, lo habían salvado de caer en la locura...era eso, o que la testarudez de su hembra no le había dejado otra opción.
Esta no habría sido una buena ocasión para armar otro berrinche de macho posesivo, Sacris lo habría odiado si hubiese manchado este día tan especial con su descontrol.
Confiaba en ella, la respetaba, la amaba. Ella era un guerrero y su felicidad recaía en el hecho de sentirse útil para el resto, de poder ayudar a sus Hermanos, de cumplir con su Rey, de ser un buen soldado. Y si ella era feliz, él también. Fin del asunto.
Pero el hecho de que las posibilidades de perderla eran mucho más altas que si Sacris hubiese sido un hembra normal, era el pequeño tormento que lo agobiaba cada día. Intentaba ocultarlo lo mejor que podía y los otros machos estaban conscientes de ello, cada uno vivía con su pesadilla personal lo mejor que podían, porque quisieran o no, el único punto débil de todos eran sus propias hembras. Por sobre sus propias vidas, a veces hasta por sobre sus propios hijos, por más cruel que esto pudiese parecer. Vivían por ellas y morían por ellas. Tohr lo sabía muy bien y nadie deseaba terminar en ese mismo lúgubre callejón.

-¿Qhuinn?

La voz de su hembra lo trajo de vuelta a la Tierra, estaba exactamente como se lo había pedido. De rodillas, muslos expuestos, con las piernas ligeramente abiertas, el vestido arrebujado en la cintura, afirmada al dosel. El pelo revuelto, los labios húmedos y entreabiertos, la mirada penetrante y cristalina. Poder y delicadeza. Sacris llevaba el soneto de la muerte en sus manos, la alegría de la vida en su boca, la esperanza en sus ojos y el éxtasis absoluto en el dulce interior de su entrepierna. Esa hembra era su perdición y a la vez lo único que necesitaba para seguir respirando. Una jodida droga, eso era.
Podía ser una cabeza dura, pero en la cama era siempre complaciente, jamás se le negaba, jamás ponía mala cara cuando se le ocurría algo nuevo para dar uso a ese delicioso cuerpo. Había sido una excelente alumna y ahora una experta amante. El sexo era increíble, ávido, lúdico. Sacris podía fingir casta inocencia, permitiendo que él la guiase por el sinuoso camino de las artes amatorias, pero la pequeña demonio sabía perfectamente cuando sacar sus garras y llevarte con ella hasta el mismísimo infierno.
El calor de sus llamas te envolvía en su infinidad de matices. Se le daba muy bien jugar de santa y luego de puta experimentada, dependiendo del humor, de la ocasión. Qhuinn no sabía de qué colores eran los camaleones, pero sabía que Sacris se asemejaba a uno, jugando con las tonalidades de su piel a gusto. Había olvidado el significado de la palabra aburrimiento o rutina desde el momento en que la conoció.

-Que jodido-sexy vestido llevas hoy ¿Eh?
Sí, ese pedazo de tela era el fetiche de esta noche

-Talvez sea mejor que me lo quite...- Dijo Sacris, pareciendo poco interesada, haciendo el amago de quitarse la prenda, sólo para molestarlo.

-No.Te.Muevas...Parece que has olvidado tu voto de obediencia, querida...creo que es hora de hablar de castigos...

Sacris soltó un leve gemido de excitación. Los ojos de Qhuinn brillaban feroces y su boca se perfilaba cruelmente.

-Oh, no...mi amo, juro que seré una buena niña, por favor no me castigue...- Suplicó Sacris como una doncella en apuros, sacudiendo sus cabellos, encogida de miedo.
Qhuinn lanzó una carcajada y se cruzó de brazos, observándola divertido.

-Eres una actriz patética ¿Sabías? Espero que jamás te inclines por esa profesión o nos moriremos de hambre.

Sacris frunció el ceño, se soltó del dosel y lo apuntó con el dedo.

-Hey, eres un aguafiestas, ya lo estropeaste todo. Si vamos a jugar debes hacerlo bien, fuiste tú el de la idea de jugar a esto de los amos y esclavos. Pffff...

Qhuinn permitió que ella siguiese hablando y mientras Sacris seguía alegando, se subió a la cama, posicionándose tras ella. La agarró por las caderas y le alzó el culo. Sacris chilló al perder el equilibrio y se agarró nuevamente al pilar para no caer.

-No recuerdo haber dado la orden de soltarte, ahora si de verdad no deseas ser castigada, te recomiendo que guardes silencio...- Dijo Qhuinn inclinándose levemente sobre su hembra y arrastrando su dedo medio por los labios de Sacris.- Lo único que tiene permitido salir por esa boca, son gemidos y aullidos si quieres, pero ni una sola palabra...¿Estamos?- Dijo hablándole al oído.

Luego de que ella asintiera sin decir palabra alguna, Qhuinn se enderezó y abrió más las piernas de su hembra con una de sus rodillas. Posó una de sus manos sobre la femenina espalda, trazando con un dedo la espina dorsal, acariciando en cada una de sus vértebras a su paso. Sacris se arqueó soltando un jadeo y agachó la cabeza dejando caer sus cabellos sobre la superficie de la cama, en una intrincada enredadera azabache.
La otra mano masculina viajó hasta los pliegues de la entrada de su sexo, acariciándolos de arriba hacia abajo suavemente, tanteando terreno, deteniéndose de vez en cuando en el pequeño botón, que yacía sobre su abertura, la llave maestra que abría magistralmente las puertas que conducían directamente a su orgasmo, presionándolo con las yemas de los dedos en movimientos circulares, al comienzo lentamente y luego incrementando la velocidad y también la presión.
Sacris gritó al llegar a su primera liberación, pero Qhuinn, que no pretendía dejarla recuperarse a la primera, introdujo duramente uno de sus dedos en su interior. La hembra gimió fuertemente ante la invasión y se tensó por completo. Sus tiernas y mojadas paredes los acogieron sin problemas, contrayéndose a su alrededor. La hembra respiraba entrecortadamente mientras se movía al compás de su mano, de atrás hacia delante, jadeando a cada movimiento. Cuando introdujo un segundo dedo, Sacris estalló nuevamente en otro sorpresivo orgasmo, estremeciéndose de pies a cabeza.

Qhuinn se retiró suavemente de su interior y lamió con deleite la agridulce humedad que había quedado en sus dedos. Gruñendo de satisfacción con el sabor de sus sueños derritiéndose en su cavidad. Agarró la rosada punta de su polla, barriendo su propio brillante rocío con las yemas y luego la tomó por los pechos, por debajo del vestido, humectando sus pezones con su propio fluido, sobándolos hasta que quedaron completamente erectos, duros como pequeñas piedrecillas.

Su hembra estaba lista para recibirlo y él no iba a esperar ni un minuto más.
La cogió por la cintura con ambas manos, alzándole las caderas, permitiendo que la hembra sólo se apoyase sobre las rodillas y le subió por completo las sedosas telas, para tener una mejor vista de ese culito que tanto adoraba. Arrastró su dura y ardiente polla por entre la estrecha hendidura de los exquisitos muslos femeninos, bajándola hasta que encontró la resbalosa entrada del pecaminoso jardín de las delicias que le ofrecía su hembra cada vez que hacían el amor.
Sacris se abrió más aun para facilitarle el acceso, instándolo a continuar entre suaves contoneos y dulces gemidos. Qhuinn, sin poder contenerse, la penetró salvajemente, con una despiadada embestida, llegando hasta lo más profundo de su interior, clavándose en su centro, con un grito gutural escapando de lo recóndito de su garganta.
La montó primitivamente, por detrás, como animales. Gruñendo, ronroneando, sofocándose con el especiado aroma del sexo y de la vinculación. Una carga tras otra, con los pesados gemelos bajo su verga chocando contra el sensible centro femenino, acoplándose al ritmo de las rudas embestidas, haciendo temblar la enorme cama.

Qhuinn no podía ver el rostro de su hembra, pero en ningún momento había aflojado el agarre que mantenía sobre la columna del dosel, los nudillos estaban blancos y escuchaba el crujir de la madera bajo sus manos. Si continuaba así, en cualquier momento el pilar terminaría hecho astillas.
Bajó la mirada hacia la espalda desprovista de tela alguna y la marca estaba perfectamente visible, si hubiese tenido el don de poder ver en colores, la hubiese visto del color de la sangre. Rojo. Como el color de sus sexos y del corazón que latía al ritmo de su polla.
Los cremosos pechos de Sacris rebotaban incesantemente a cada ataque y la seda seguía sus movimientos como un nocturno océano a la luz de la luna, con cada uno de sus dobleces imitando el furioso oleaje en tiempo de marea alta y él irremediablemente iba cayendo en las revoltosas aguas del apogeo, con el sonido de succión de sus sexos, el de sus pieles empapadas de sudor, pegándose y despegándose.
Percibió la tensión previa al orgasmo, como las suaves paredes interiores de su hembra se iban contrayendo con más fuerza, ordeñándolo y él estaba de igual forma al borde del precipicio. Embistió una vez más con toda la energía que le quedaba, cayendo al vacío. Cerró los ojos mientras eyaculaba imparablemente y sintió como Sacris se arqueaba completa bajo sus manos, con la liberación estallando desde el centro de su cuerpo, recorriendo sus músculos en un agradable cosquilleo, hasta dejarlo salir por su boca, a todo pulmón.
Sacris ya sin fuerzas se soltó del pilar, pero antes de que pudiese caer, Qhuinn la tomó en sus brazos y la atrajo hacia él, pegando su pecho a la espalda de ella.

-Ven aquí, amor...- Dijo Qhuinn mientras la sostenía en sus brazos.

Las gotas de sudor hacían que sus pieles resbalaran a cada pesado respiro. La mojada seda del vestido estaba adherida a ella como una segunda piel, realzando sus curvas.
Se quedaron así, unidos, inmóviles, durante un buen tiempo, hasta que lograron recuperar la aliento.

-Buena chica...- Dijo Qhuinn mientras le acariciaba los hombros, bajando paulatinamente por sus brazos, hasta que una de sus manos se detuvo para palpar ligeramente la huella que había dejado su nombre sobre la tersa piel del antebrazo. Imitó los trazos de la marca con el índice, intentando no presionar demasiado la herida que aun estaba cicatrizando, enrojecida alrededor de los perfectos cortes. Era increíble que ahora ambos tuviesen sus nombres latiendo a carne viva. El nombre de Sacris sobre su espalda era bastante grande y el nombre de él no era menos, ocupaba casi todo el antebrazo de la hembra desde la muñeca hasta llegar casi donde se flexionaba el codo. Al macho le hubiese gustado lamerla para así aliviar algo las molestias, pero sabía que no debía tocarla y dejarla sanar sola.
Qhuinn entrecerró los ojos al observar detenidamente la marca, intentando no dejarse llevar por la disconformidad que sentía al saber que su hembra se había ganado una marca más, sólo por él, para él. No se sentía merecedor de tal honor. Sabía que sus otras marcas no podían ser borradas, pero encontraba que marcarla una vez más, gratuitamente, era algo incorrecto. Era hundirla más en su jodido destino de guerrero, era abrirle más las puertas al caos, al peligro, a la muerte.

El oscuro y desagradable cosquilleo del miedo le erizó los pelos de la nuca. Le temía demasiado al futuro, a la incertidumbre de no saber cual sería la próxima pieza a mover para poder mantener este precioso presente. Qhuinn sabía que todo lo bueno no podía durar por siempre, que de alguna u otra forma el maldito destino terminaría moviendo los hilos en su contra. La desgracia siempre había sabido encontrar su paradero, siempre había logrado echar por tierra todo lo que alguna vez había intentado construir. Tantos sentimientos encontrados lo embargaron y pensó que era conveniente permanecer en silencio. Realmente no había nada más que decir. Ya todo estaba hecho, los dados habían sido lanzados. Él intentaría proteger la felicidad de su hembra a toda costa. Perderla no era una opción. Mantenerla a su lado, respirando y sonriendo era el único objetivo de su vida. Así que buscó su boca para besarla atenta y lentamente, sin urgencia, con absoluta dedicación, adorándola con la lengua. Luego le ladeó delicadamente la cabeza, ahuyentando los rebeldes mechones de cabello, para dejar expuesto su cuello.
Sacris se dejó llevar tranquilamente, apoyándose en él, entregándose a los deseos de su macho a ojos cerrados.
Escuchó el siseo de los colmillos alargándose y la respiración de Qhuinn sobre su garganta. La nariz del macho la acarició perezosamente sobre la vena, antes de enterrarse en su piel y succionar.
Sacris jadeó mordiéndose los labios, comenzando una deliciosa danza con sus caderas, sintiendo como en su interior el miembro de Qhuinn estaba listo ya para otra ronda de acción.
Ella cumplió su parte, no pronunciando palabra alguna durante las tres horas que siguieron después.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
  Los disparos sonaban uno tras otro, haciendo eco en la galería de tiro. Las armas semiautomáticas de Sacris y John competían ferozmente para ver quien daba con mayor precisión a los blancos que circulaban a intervalos por los cubículos de tiro. Insertaban los cargadores en el aire, en apenas unos segundos, dejando caer los vacíos a sus pies para seguir disparando. En el suelo ya se vislumbraba un montoncito metálico creciendo entre casquillos y cargadores.

Blay y Qhuinn estaban parados tras ellos tomando el tiempo con un cronómetro.
Al otro extremo de la sala, los nuevos reclutas que también habían ocupado el lugar para su propio entrenamiento al mando de Butch, observaban anonadados el espectáculo.
Sorprendidos porque ambos competidores eran excelentes tiradores. Manejaban las pistolas como si fuesen una extensión más de sus brazos, con mucha destreza y precisión, sin titubeos, ni sudor en las manos como la que estaban sintiendo ellos en esos momentos y lo que más les había sorprendido es que había una hembra. ¡Wow! y era ardiente como el infierno. La habían visto un par de veces antes en el gimnasio, pero siempre iba de salida cuando el grupo llegaba, saludándolos apenas con un movimiento de cabeza. Obviamente cada vez que la veían se convertía en el tema de conversación dentro de las duchas, habían llegado a la conclusión que sólo iba allí a hacer gimnasia para "hembras", algo de aeróbica o step, pero se habían equivocado de medio a medio, ya que hoy al llegar a la sala de tiroteos para aprender cómo tomar un arma, ahí estaba ella con los otros tres machos, perforando los blancos que desfilaban ante sus ojos como una profesional. Los pre-trans sólo la miraban embobados. Los que habían pasado por su transición recientemente, sintieron el inevitable cosquilleo en la entrepierna e intentaron acomodarse dentro de sus pantalones disimuladamente. Nunca habían pensado que ver a una chica disparando fuese algo tan erótico.

A los otros machos también los habían visto anteriormente en el gimnasio, pero no se mezclaban con ellos ya que estaban en un nivel superior. Generalmente ocupaban las máquinas y los sacos de boxeo, las técnicas de pelea las guardaban para cuando salían a patrullar y se descargaban con el enemigo. Claramente ya eran guerreros curtidos en el campo y rezaban por llegar a ser algún día como ellos. El más alto no podía hablar, pero de sólo verlo podían estimar la gran fuerza que poseía, era joven, pero sus ojos denotaban una antigua e inexplicable experiencia que les infundía respeto de inmediato. Era como un macho adulto en un cuerpo juvenil. Un hermoso y gran tatuaje con el nombre de su shellan le cubría la espalda subiendo hasta el hombro. El segundo macho, el pelirrojo, siempre iba vestido como universitario, de punta en blanco. Era el más calmo de los tres, se podría decir que también era el juicioso del grupo, el más maduro, siempre intercediendo, llamando a la paz cuando saltaban las diferencias entre ellos. Y por último estaba el macho de los ojos dispares, que daba miedo de sólo mirarlo, no tanto como Z, pero al verlo con las orejas completamente perforadas y lleno de tatuajes, sabían que no era un macho que le temiese al dolor, y que se le daba mejor aun darle dolor al que se le atravesara.

El grupo aquel ya tenía su historial sangriento, había más de una leyenda con sus nombres escritos en ellas, se decía que el de los piercing había matado a uno de sus compañeros en las duchas y que el más alto había matado al hijo del omega. Claramente los nuevos no sabían que se había tratado de la misma persona. Sus instintos de conservación les habían sugerido mantenerse alejados lo más posible del trío en cuestión si deseaban salir caminando del centro cada día. Y no en una bolsa negra.

-¡Tiempo!- Gritó el par que portaba los relojes.

John y Sacris bajaron sus respectivas armas, asegurándolas antes de guardarlas en sus fundas. Se quitaron las gafas de seguridad y se giraron para enfrentar a los jueces de la competencia.

-Lo siento cariño, J-Boy sigue ocupando el primer lugar, pero tranquila, que sigues estando en el segundo puesto.- Dijo Qhuinn acercándose a su hembra para estamparle un sonoro beso en los labios.

Sacris se separó de su macho y se giró hacia John.

-Enhorabuena Johnny ¿Cuánto te debo ya?

John alzó la vista al techo, sacando cuentas mentalmente.

-Creo que más de lo que llevas en el bolsillo.- Gesticuló John con las manos, sonriendo distendido.

-Aghh...No sé en qué estaba pensando cuando me embarqué en este jueguito contigo, eres el mejor tirador, no me cabe duda...pero como es culpa de Qhuinn por no advertírmelo antes, entonces descuéntaselo de su paga y estamos OK ¿Vale?
John le guiñó el ojo, satisfecho con el acuerdo.

-¡Hey! ¿Y con qué quieres que luego te compre las pieles y joyas que tanto me exiges?- Saltó Qhuinn.

Blay meneó la cabeza y el cuarteto rió de buena gana.

-Esta sequía de lessers me está volviendo loca ¿Cuánto tiempo creen que durará esto? El venir aquí casi todos los días a malgastar balas no calma para nada mis ganas de retorcer cuellos.- Dijo Sacris haciendo el gesto de "retorcer" con las manos.

-No lo sé, pero no creo que sea un buen tema para tratar aquí.- Dijo Blay mirando por detrás de Sacris.

La hembra se volteó y se encontró con los ojos curiosos de los novatos que intentaban concentrarse en las instrucciones que les daba Butch. Éste al notar que sus alumnos miraban más al grupo vecino que a sus propias manos, decidió que era hora de las presentaciones. De todas formas debían conocerse si en un futuro próximo, a los pocos que pasaran el entrenamiento, les tocara salir con alguno de los guerreros.

-¡Eh muchachos! Vengan aquí, antes de que me echen a perder el resto de la hora de clase.

El cuarteto avanzó rápidamente a la orden.
Qhuinn agarró la mano de su hembra en tono posesivo, no le gustaba para nada como los nuevos la habían estado mirando desde el momento que habían entrado a la sala. Fijó la vista en cada uno de ellos para darle a entender los límites. Era de esas miradas que decían esto-es-mío-y-al-que-lo-toque-lo-mato. Los novatos de inmediato desviaron las suyas, fijándolas en el mobiliario del lugar, destruyendo cualquier fantasía a su paso.

-Chicos, estos son John, Blay, Qhuinn y Sacris...
Comenzó diciendo Butch antes de que Qhuinn lo interrumpiese.

-Mi Shellan.- Dijo el macho lleno de orgullo, besando los nudillos de su amada.

-Si, ya tooodos sabemos eso compañero, nos lo recuerdas cada cinco minutos.- Dijo Blay palmeándole el hombro.

Butch continuó mirando a su clase.

-Como iba diciendo, ellos son los únicos guerreros que han podido graduarse del entrenamiento anterior y que ahora trabajan junto a los otros Hermanos. Espero que todos aquí sigan su ejemplo, esforzándose al máximo. Sabemos que esto no es fácil y es una tarea dura, no todos soportan el alto nivel de exigencia, así que den todo de sí y demuestren que son machos de valía para la raza.
No crean que todo es fuerza y músculo, no deseamos sin cerebritos que utilicen esto para su propio beneficio y menos que hagan uso indebido de sus habilidades. Si rompen alguna regla, serán expulsados de inmediato ¿Entendido?

-Sí, señor.- Respondieron al unísono los estudiantes.

-Bien, ahora continuando con nuestra clase, estaba enseñándoles las partes de un arma, como desarmarla, limpiarla y armarla nuevamente. Lo más importante al manejar una pistola, es siempre mantenerla asegurada para evitar accidentes, no deseamos que se dispare por error hiriendo a un compañero o a ustedes mismos. Nadie debe salir de aquí dejando sus armas cargadas en cualquier sitio y sin el seguro puesto. Sacris, pequeña, ven y muéstrale a la clase como se desarma una pistola.

Sacris se soltó de la mano de su macho, quien profirió una maldición por lo bajo al dejarla ir. Dioses, le parecía inconcebible el tener que compartirla tanto.
La hembra dejó su arma sobre un escritorio frente a la clase.

-Yo uso una Beretta, acá también pueden encontrarla, pero se usan más las Glock. Otros prefieren la SIG o la H&K. Ustedes deben elegir la que más les acomode, eso es importante al manejar un arma de fuego. Deben asegurarse de que se calibra bien el peso en sus manos, cuando ya se acostumbren a ella no la sentirán como un objeto extraño y podrán maniobrarla fácilmente.

Sacris volvió a tomar el arma para hacerla girar entre sus dedos como si no pesara nada, luego la enseñó al grupo.

-Como dijo Butch, es muy importante mantener siempre el seguro puesto. La Glock tiene seguro automático "Safe Action". Al tirar de la cola del disparador son desactivados automáticamente tres seguros uno después de otro. En cambio en la Beretta 90TWO es de doble/simple acción, el seguro manual está aquí, que para mí es cómodo porque soy ambidiestra y tiene otros dos automáticos.
Dijo la hembra mostrando el dispositivo de seguridad de su arma.

-Cuando lo movemos hacia arriba, podemos ver esta marca roja que indica que el arma está lista para ser disparada. Es importante que practiquen con el seguro, sin disparar, hasta que luego sea un acto reflejo. Es verdad que tiene un seguro automático en caso de caída, pero jamás se fíen de eso. Y nunca, repito, nunca, apunten a un compañero ni siquiera en juegos.
El grupo asintió en silencio.

-Entre las ventajas que tiene una Beretta podemos nombrar que es precisa, segura, fiable. Fácil de recargar, tiene un cargador doble fila de 15 disparos, la mía es de 9mm, la de 40 S&W sólo tiene 12 disparos. Se ajusta bien a cualquier mano y se adapta a un montón de accesorios, lo malo es que no es un arma ligera, ésta pesa al menos 920 gramos. Ahora les mostraré como se desmonta.

Sacris quitó el cargador y desarmó el arma en cinco partes, indicando el nombre de cada una y su funcionamiento, todo con un detalle impresionante. Los novatos atendían la lección absortos, asimilando cada expresión técnica que usaba la hembra, siguiendo cada uno de sus movimientos. Y sin que nadie lo esperara, Sacris se había convertido en una maestra excelente. Butch había tenido que interceder muy poco, sólo con algunas explicaciones que había pasado por alto. El macho pensó que no sería una idea descabellada que en un futuro pudiese dedicarse a la enseñanza.

-¿Alguna pregunta?- Dijo Sacris.

Uno de los chicos que recién había pasado por la transición levantó la mano, tenía el cabello rubio y un par de inquietos ojos castaños. Se removió incómodo antes de atreverse a lanzar su pregunta.
-Estee...Tenía entendido que sólo los machos podían entrar al centro de entrenamiento...uhm...y tú...mmm, bueno, no eres uno ¿Cómo fue que lograste entrar?..Y, sin ofender, te ves muy joven... ¿Desde cuándo es que peleas?

¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué eres tú, que te hace diferente...?

Sacris palideció quedando como una blanca hoja de papel, sin saber cómo responder, porque casi todo era información clasificada, guardada celosamente bajo siete llaves en lo más profundo de su psique, tanto que hasta ese entonces, había olvidado lo que era. La pregunta había caído tan sorpresivamente que nunca había pensado qué explicación dar a los chicos que se estaban entrenando, por eso también evitaba el contacto con ellos para no caer en las incómodas presentaciones. ¡Hola! Soy Sacris, sé que les parece raro ver a una hembra peleando, pero es que soy el clon de un guerrero ¡Que guay! ¿No?
Una cosa era mentirle a la Glymera, pero otra era mentirle a las personas que talvez en un futuro próximo serían tus compañeros y que podían salvarte el pellejo en caso de peligro. Nerviosa alzó su muñeca para mirar el reloj que no llevaba puesto. No estaba preparada para esto, para dar una explicación de su existencia que sonara razonable, aceptable. Hace tiempo que no caía en la inseguridad, pero esta vez la golpeó fuerte   y no supo qué hacer. Las relaciones interpersonales seguían siendo una jodida debilidad.

-Eh...uhm... ¡Oh Dioses, miren que tarde se nos ha hecho! Qhuinn debemos irnos.- Dijo revisando su reloj imaginario.

Luego agarró la mano de su macho y lo sacó volando de la sala, éste apenas tuvo tiempo para detenerla en su plan de huida. Había pretendido responder por ella, ya se le había ocurrido algo ingenioso para decir, pero vio a Sacris tan confundida, que consideró que era mejor dejarla salir de ahí, así que se dejó llevar como un osito de felpa siendo arrastrado por el suelo.

-Cualquier otra preguntan que tengan, pueden hacérsela a Butch...por algo es el profesor. Un placer haberlos conocido ¡Nos vemos!- Dijo con una sonrisa forzada, antes de cerrar la puerta tras ellos.

El grupo se quedó perplejo, mirando la puerta con las mandíbulas caídas, como diciendo ¡WTF! ¿Qué demonios sucedió aquí? Por la nerviosa actitud de la hembra, supieron que la pregunta había caído en terreno delicado, ahora con mayor razón, tenían un montón de otras preguntas que hacer, pero que nadie se atrevió a pronunciar.
John suspiró pesadamente mirando a Butch y luego a Blay.

-Pequeña tonta.- Dijo sabiendo que sólo el par sabía el lenguaje de señas.

Sacris y Qhuinn llegaron jadeando a la habitación, había sido toda una maratón la que habían corrido desde la sala de entrenamiento hasta el cuarto que compartían.
Sacris cerró la puerta de un golpe y se tiró en la cama, cayendo sobre su abdomen, hundiendo su rostro en una de las almohadas. Sintiéndose completamente avergonzada.
Pataleó contra el colchón y golpeó con los puños las otras almohadas cercanas. Chillando y desplegándose en un berrinche apoteósico.
Qhuinn se sentó a su lado, acariciándole la espalda sin decir palabra, esperando a que se calmara. Sabía muy bien cuales eran cada una de las inseguridades que atormentaban a su hembra, cuantas había logrado superar y cuales Sacris había preferido ignorar para no atormentarse más de lo necesario.
Tomó cinco minutos para que los chillidos cesaran, como así también el pataleo y los golpes. La cama quedó toda revuelta entre sábanas enredadas y cojines dispersos y Sacris no se veía mejor que eso. Se enderezó, intentando rescatar algo de su dignidad, acomodándose el pelo y limpiándose la nariz con la camiseta.

-Lo siento, perdí algo el control.- Dijo sin mirar a su macho.

Qhuinn río por lo bajo, se acercó a ella para besarle la frente y atraerla a sus brazos.

-Ah...mi pequeña demonio ¿Qué voy a hacer contigo?

-Nunca más podré mirarlos a la cara...que vergüenza, me comporté como una tonta.- Dijo hundiéndose más en el abrazo que le ofrecía Qhuinn.

-Nah, si podrás, sólo recuerda la próxima vez llevar el reloj puesto...eso estuvo genial ¿Le robaste el reloj al hombre invisible? Wow, admiro con la clase de tecnología que te codeas.- Dijo Qhuinn tomando la muñeca de su hembra, admirando el objeto que nunca había existido.

Sacris golpeó el pecho de su macho, sin poder evitar reír con el comentario.
-Eres un...estúpido payaso.

-Y por eso me amas.- Dijo Qhuinn tomando el rostro de Sacris entre sus manos, depositando un dulce beso en sus labios y sobre ambos costados de su garganta. Como lo hacían con sus hembras todos los machos emparejados. -Quédate quieta, creo que este es un buen momento para darte un regalo.- El macho se levantó de la cama y se encaminó hacia el armario. Rebuscó algo entre uno de los cajones y regresó junto a Sacris con una pequeña cajita negra en sus manos.

-Sé que es algo tarde para dártelo, pero la ceremonia fue igual de sorpresiva tanto para ti como para mí, así que no pude prepararlo antes. Quería que fuese perfecto, por eso me tomé mi tiempo y creo que ha valido la pena.
Qhuinn le entregó la pequeña caja y Sacris la recibió con las manos temblorosas, sorprendida por el detalle. La abrió nerviosa y encontró en su interior dos anillos de boda, hechos en oro blanco, impecablemente pulido, ambos con el mismo diseño. Eran bastante anchos y de un grosor considerable. El metal tenía un tallado simple, sólo unas rectas muescas los adornaban y el mismo tallado se encontraba en una franja central sobresaliente, pero éste lucía con un acabado mate.
En su interior tenía grabado los nombres respectivos en la lengua antigua. Dioses, eran hermosos. Sacris nunca había esperado recibir un regalo igual, era el primer anillo que le regalaban en la vida y ella no poseía ninguna joya porque las encontraba poco prácticas, temiendo que se estropearan o perdiesen en alguna riña. Pero estos eran el símbolo de una alianza, duradera, para siempre, al igual que el amor que se profesaban.

-¿Te gustan?...Había pensado en regalarte un diamante, pero luego pensé en que temerías usarlo por miedo a romperlo...ya sabes...peleando. Así que busqué algo más sólido, irrompible y cuando los ví, supe que eran los indicados. La verdad es que no te veo usando algo demasiado femenino, talvez estos se vean un poco toscos...no sé...si no te gustan podemos cambiarlos ¿Eh? Por favor sé sincera...
Sacris abrió sus enormes amatistas mirándolo como si estuviese loco.

-¡No! Que tonterías dices...si están perfectos, hermosos. Te juro que me has dejado sin palabras...

-Deja que te lo ponga...el anillo, digo.- Dijo Qhuinn esbozando una sonrisa pícara y tomando el anillo más pequeño.

Sacris alargó su mano sin dejar de admirar la joya mientras su macho lo ajustaba a su dedo anular. Encajaba perfecto.

-Ahora el tuyo.- Dijo la hembra demandando la mano de su macho, poniendo el anillo en su lugar.
Qhuinn carraspeó para atraer la atención de Sacris y se quedaron mirando fijamente.

-¿Eres feliz?- Preguntó el macho, perdiéndose en aquellos centelleantes lagos violetas, llenos de vida, de plenitud, de entrega.

-Inmensamente. Cada día que he vivido junto a ti ha sido un regalo invaluable, con todo lo que eso ha implicado, momentos buenos y los que no lo han sido tanto. Gracias, de verdad gracias por haberme aceptado, cuidado y amado como lo has hecho hasta el día de hoy. Y espero que nuestra felicidad perdure hasta el fin de nuestro tiempo en este lado y que continúe por la eternidad cuando descansemos en el Fade.- Dijo Sacris aferrándose a su macho con fuerza, embargada por la emoción, llena de dicha y amor.
 -Virgen santísima, no tienes idea de cuanto te amo Qhuinn...no tienes idea. Quiero crecer contigo, envejecer contigo, compartir la risa y el llanto, la sangre, la cama, el calor y el frío. Me has enseñado y dado tanto que no tengo idea de cómo voy a poder compensártelo, así que humildemente te doy las gracias para recordarte que soy completamente tuya, para lo que desees. Cuenta conmigo, hoy y siempre.

Qhuinn cerró los ojos, perdiéndose entre los cabellos de su hembra, aspirando profundamente su olor, que se asemejaba a la frescura de las hojas de menta, a especias, a lujuria, a él. Era como descansar sobre el césped mojado en una fresca noche de primavera, que lo envolvía en una suave y alegre brisa, aliviándolo con su mera presencia. Tan fértil y poderosa como la tierra, tan natural y etérea como el rocío que cubre gentilmente la hierba. La adoraba. Ella era su droga, el veneno y a la vez el antídoto. La enfermedad y a la vez la medicina. El milagro en sus ojos y el pecado en su sexo. Ella lo era todo.
Pero Qhuinn sentía algo más en lo profundo de su ser, que lo incomodaba y perturbaba. Algo no andaba bien, era como estar presenciando la calma antes de la tormenta. Incomprensible y reprochable el sentir algo así en este momento tan especial, donde no había nada que temer, que sólo era para agradecer y disfrutar.
Siempre intentaban no hablar o pensar mucho en el futuro, la vida les había enseñado a no soñar con lo imposible, ilusionarse en vano. El presente era lo único real, lo único a lo cual podías aspirar. El hoy te daba confianza, el mañana, sólo incertidumbre. Y no era cosa de ser mediocres o conformistas, pero cuando nunca has tenido nada propio y duradero, aprendes a aferrarte a lo poco que te has ganado y a conservar la esperanza de que todo va seguir igual, que todo va a seguir a salvo mientras puedas tenerlo en tus manos.
Disgustado consigo mismo, se apartó de Sacris, escondiendo este último sentimiento.

-Sacris, tú no me debes nada. Yo te amo así, tal cual. Jamás cambies, jamás pierdas la confianza, la seguridad de lo que sentimos, de lo que somos. Promételo.- Dijo mirándola seriamente.

La hembra sólo asintió y se acercó lentamente para besarlo, Qhuinn abrió los labios para ella, Sacris jugó con ellos, atendiéndolos con devoción y ternura antes de profundizar el beso. Cuando sus lenguas se encontraron, se entrelazaron y acariciaron lentamente, degustándose, deleitándose. Sus bocas se fundieron con pasión y galantería.
Sus cuerpos siguieron los sensuales movimientos, cayendo sobre la cama unidos por el torso y las caderas, contorneándose y restregándose el uno contra el otro. Imitando el acto sexual completamente vestidos. Emitían callados gemidos y sofocados jadeos, como dos adolescentes metiéndose mano, escondidos tras un armario, compartiendo un pecaminoso secreto.
Cuando sus labios se separaron, respiraban pesadamente, acalorados y sudados bajo sus ropas, con el olor a sexo sobre sus pieles, a la humedad de Sacris que resbalaba por entre sus piernas, a la urgencia por liberarse que reclamaba la dura polla de Qhuinn. Se dejaron de tocar lo justo y necesario para comenzar a quitarse las prendas que los cubrían, deshaciéndose con desesperación de camisetas, zapatos y pantalones, pero cuando justo habían decidido pasar a la acción de quitarse la ropa interior mutuamente, el móvil de Qhuinn sonó, rompiendo el encanto.

-¡Maldición!- Gritó Qhuinn mientras se quitaba de encima de Sacris para ir en busca del teléfono.

Sacris suspiró con desilusión, mirando como se alejaba su macho semi desnudo, sabiendo que esa llamada no permitiría que continuasen con lo suyo, porque de seguro era John avisando que era hora de partir. Si tenían suerte, podrían seguir cuando Qhuinn volviese del Iron Mask.

-Era John, partimos en diez minutos...¡Aghh...Odio cuando quedamos a medias!- Dijo Qhuinn agarrándose de los cabellos, observando su verga erecta, esperando que se desinflara sólo con la mirada.

-Comparto tu sentimiento, créeme.- Dijo Sacris levantándose de la cama, volviéndose a vestir.
Qhuinn se acercó a ella cautelosamente, para plantarle un ligero beso en los labios, temiendo que si se acercaba demasiado, no podría controlarse lo suficiente y la tomaría para acabar lo que habían comenzado.

-¿Me esperarás desnuda, leelan?
-Sólo si tu vienes con esto preparado.- Dijo Sacris mientras agarraba fuertemente el grueso miembro entre su mano, masajeándolo de abajo hacia arriba con un lento movimiento de su palma.

Qhuinn entrecerró los ojos y gruñó profundamente, desenfundando los colmillos. Su polla saltó dentro de sus boxers, esperando más de esas caricias, pero Sacris ya lo había abandonado, dejándolo completamente torturado.

-Joder, Sacris, sí que eres un pequeño demonio ¿Eh?

-A veces, gracias.- Dijo Sacris ajustándose la correa donde portaba el arma.

-¿Vas a algún lado, que te estás armando?- Dijo Qhuinn sorprendido al ver que su hembra también tenía planes de salir.

-Sip, iré a mi antiguo departamento, hace meses que no voy, deseo ir a ver que todo esté en orden, si ha llegado correspondencia y esas cosas.
El macho de inmediato frunció el ceño en señal de disgusto.

-¿Y tiene que ser justo ahora? Porque no mejor esperas a que regrese y así vamos juntos, no me agrada la idea de que salgas sola...

-Por que quiero ir ahora, no quiero quedarme aquí aburrida, sin nada que hacer...Vamos Qhuinn, no me pongas esa cara, no demoraré más de quince minutos, en serio.

-No sé, amor...
Sacris se acercó a él para abrazarlo, poniendo carita de niña buena.

-Piensa, si te espero y salimos después, demoraremos más para poder seguir con lo de antes...en cambio si salgo ahora, a tu regreso estaré esperándote lista en la cama, como a ti te gusta ¿No te parece un buen plan?
El macho la miró aun dudando, pero el plan parecía razonable y seguro, no iría a ningún otro sitio, se vendría directo a casa.

-Promete que sólo serán quince minutos, te desmaterializarás directamente de aquí a allá y de regreso lo mismo. Y lo más importante de todo, es que me llamarás apenas hayas tocado el suelo de esta habitación.

-Lo prometo.- Dijo Sacris haciendo una cruz sobre su corazón y luego besando su pulgar.

-Bien, ahora quiero ver que te desmaterialices frente a mis ojos, sólo así partiré tranquilo.

-Ok, nos vemos más tarde, cuídate hellren mío, te amo.- Dijo Sacris besándolo rápidamente.

-Y yo a ti.
Respondió el macho justo en el momento en que las moléculas de su hembra se dispersaban en el aire.

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