10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 08

La aristocrática nariz se alzó hacia la noche, la luna llena le bañaba el rostro, sacando un tenue brillo de aquellos inteligentes ojos grises. La brisa tropical mecía su ahora largo cabello, haciendo revolotear algunos finos mechones contra sus mejillas.
A pesar de estar en pleno invierno, el clima seguía siendo igual de húmedo, lo único que ahora abundaban, eran las intensas lluvias.

Esta noche era especialmente cálida y completamente despejada.

Una hora antes, una de las mujeres de la tribu le había ofrecido el último trago de sangre fresca a modo de despedida, para que tuviese la energía y fuerza suficiente para poder llevar a cabo su largo viaje. De acuerdo a sus cálculos, le tomaría alrededor de cinco horas llegar al pueblo “civilizado” más próximo. Un grupo de tres hombres lo acompañaría hasta el límite de sus territorios y de ahí tendría que caminar al menos 50 kilómetros, todo eso en una sola noche. No podía desmaterializarse porque no estaba familiarizado con la zona, así que no quedaría otra más que correr con todo lo que diesen sus piernas, antes de que el sol se asomase por encima de las copas de los tupidos árboles.

El macho no podía sentirse más agradecido de aquellas personas de tez morena, cabellos rubios y pieles curtidas por el sol.

Desde que lo habían encontrado entre los restos chamuscados del caído avión, lo habían cuidado como a uno más de la familia, pero con mayor respeto y sin poder evitar sentir algo de temor cuando andaba alrededor, porque habían comprendido instintivamente lo que él era, lo que significaba su presencia y lo que acarrearía satisfacer sus necesidades.
Sabían que no podía exponerse al sol, que su vida era nocturna y que debía alimentarse de sangre cada cierto tiempo. El mismo líder de aquella desconocida etnia aborigen le ofrecía a sus mujeres cada vez que lo necesitaba. La sangre no era tan fuerte como los de su propia raza, pero era mucho más voluptuosa y efectiva que la humana.



Al comienzo la comunicación había sido difícil, no se había tomado la molestia de aprender mucho de aquella intrincada lengua, ya que antes de partir de Caldwell, había contactado a un nativo que trabajaba en Sao Paulo para que le sirviera de traductor. Obviamente el encuentro no se había llevado a cabo debido al accidente. Así que tuvo que aprenderlo como cualquier otra persona en tierra extranjera que no contase con un diccionario, de a poco, palabra a palabra, escuchando atentamente, conectando las imágenes con los sonidos, hasta que aprendió los términos básicos de saludo, preguntas y otras cosas que le sirviesen para poder relacionarse con el resto.

Todo lo relacionado con aquella pequeña comunidad le fascinaba, desde las insignificantes rutinas domésticas hasta los elaborados rituales ofrecidos a la Madre Tierra. Todo era venerado, bendecido y cuidado. Los alimentos y animales tomados eran agradecidos con plegarias y dulces cánticos antes de ser servidos.
El equilibrio entre lo terrenal y lo espiritual era lo más importante en sus vidas, el estandarte que los guiaba a cada paso que daban.
A simple vista parecía una superstición de gente ignorante, pero a medida que los iba conociendo e integrándose a su apacible forma de vida, se daba cuenta de cuanta razón tenían en todo aquello.

El macho registró cada una de sus experiencias en el único cuaderno que pudo salvar de entre los restos de chatarra. Se sintió sumamente bendecido al haber podido hallar lo que con tanto ahínco había buscado. La paz, el conocimiento y las respuestas a sus interminables preguntas. Ahora que ya tenía todo lo que necesitaba, se sentía listo para partir, para regresar a su vida al otro lado del mundo y cuando por fin pisara sus tierras, llevaría a cabo lo que había estado perturbando sus horas de sueño todos estos años.

Todo debía volver a su estado inicial, sin alteraciones, sin manchas, sin errores. Y si él había sido el causante de tal desequilibrio en la naturaleza, él mismo debía enmendarlo, aunque para poder cumplir con su palabra debiese mancillar sus manos. Esperaba que al menos en el fade se apiadaran de su alma.
Estuvo al borde de caer en la locura pensando en que debía terminar con algo que ya estaba concebido, respirando, pero se consolaba pensando que en realidad aquello no podía ser clasificado como una “vida”, aquello no tenía espíritu, ni padre ni madre. No era nada y debía ser eliminado como cualquier otro experimento fallido. Nunca más volvería a repetir ese error. Él no era un creador.

Estaba decidido, hoy era el día en que todo había comenzado, ya era hora de regresar.

Los altos tacones de Sacris machacaban violentamente el pavimento. El tac, tac, tac de las preciosas sandalias Manolo Blahnik, la estaban volviendo loca.
Nunca más en su vida volvería a ponerse tacones, ese era el único pensamiento que dejaba que irrumpiera en su mente mientras salía de la casa de una de las hembras de la glymera, una insoportable mujer de mediana-más-bien-avanzada edad llamada Charlottine.

Luego de apenas diez minutos al interior de esa casa rodeada de hembras pertenecientes a la aristocracia, había querido darse a la fuga y tener su Beretta a mano para sacarles los sesos a todas. Había tenido que tragarse más de dos horas de elegante interrogatorio femenino acerca de Liam, su linaje, sus propiedades y sus planes a futuro. Tuvo que responder a todo con fingida inocencia, buenas costumbres y otras mentiras. Muchas.

Dos semanas atrás, el doggen de la mansión de Liam la había contactado porque algunas de las damitas de la glymera querían tener el honor de conocerla. Supusieron que Sacris había pasado por su transición recientemente y querían corroborarlo, porque si así fuese, ella ya tendría el beneficio de integrarse al círculo por ser mayor de edad. Obviamente si eras humano aun, no valías nada. Por favor no te presentes ante la aristocracia si no llevas lindos colmillos, bonito cabello y un buen linaje, está de más decir, que también debes ser absolutamente perfecto.
Pero estaba claro que este grupito lo único que quería era tener buen material de cotilleo, para poder hablar hasta por los codos de la nueva princesita y ver si podían emparejarla con alguno de sus hijos, y así agarrar la tremenda fortuna e impecable reputación de Liam Cane.

El primer pensamiento de Sacris había sido el de no ir, dando alguna excusa políticamente correcta, como que aun no se sentía en perfectas condiciones después del cambio o alguna tontería así, pero cuando le dio la noticia a Wrath, le había dicho, o más bien, la había obligado a asistir. Ni los pucheros, ni la carita de cachorrito apaleado que siempre funcionaba con sus Hermanos mayores, habían logrado que el Rey cambiase de parecer.

Se armó todo un plan de contingencia para que ella supiese qué decir, qué hacer y qué no. Todo un teatro con un guión de primera. Por suerte las buenas costumbres ya las tenía, pero tuvo que practicar insistentemente el decir una frase entera sin groserías, lo cual a estas alturas parecía algo imposible, trabajando y viviendo con diez machos 24 horas al día, desde hace más de un año. Dos de cada tres palabras llevaban siempre algún “joder”.

La otra parte que había sido un martirio, era pensar en la vestimenta que debía llevar ese día, nada de jeans, cuero, ni camisetas, si no un vestido ¡Un jodido vestido!
Para esto se les pidió ayuda a las hembras de la mansión, y para mala suerte de Sacris, no tuvieron más compasión con ella que Wrath. Bella era la más encantada con el hecho de poner a prueba sus habilidades de asesora de vestuario, cumpliendo su sueño de convertir a un guerrero en una niña rica de la alta sociedad. Pasó horas posando como un maniquí torturado frente a seis pares de ojos, incluida su madre, que por suerte sólo se limitaba a observar chocha a su hija forrada en telas extravagantes, y hasta Cormia, con sus cinco meses de embarazo, había participado en la charada, a pesar de las protestas de Phury, que le insistía en guardar reposo. Así que para no contrariar al macho la instalaron en un sillón de tres cuerpos para que se recostase a sus anchas.

El resultado fue un ceñido vestido de seda, de un oscuro color púrpura, bordeando el negro, que sólo con la luz directa podías establecer el verdadero color de la tela. Le llegaba hasta las rodillas, pero un gran escote delantero dejaba a la vista por completo el muslo ¿A esto le llamaban recatado? Bueno, el escote sólo se abría si caminabas apresuradamente, así que se limitaría a dar pasitos de hormiga. Pero Sacris seguía dudando del sano juicio de sus asesoras, porque el bendito vestido no tenía espalda y apenas se sujetaba con unos ínfimos tirantes. La seda caía graciosamente suelta sobre sus pechos, dejando entrever por encima de los pliegues el comienzo de sus atributos y algo más de los mismos. Claramente este no era el traje que llevarías a una reunión de señoras remilgadas, sino uno que llevarías a la entrega de los Oscar, para caminar sobre la alfombra roja y que te cegaran con flashes, pero luego de probarse más de cincuenta vestidos ya le daba lo mismo si iba con un saco de patatas encima.
Y a Sacris el hecho de que fuese un último modelo de Versace, le importaba un reverendo pepino. Todas habían aprobado el vestido con miles de halagos, suspiros y hasta lágrimas de emoción, pero quedaba el pequeño detalle de las marcas que quedaban completamente a la vista, así que no decidieron nada mejor que encajarle sobre los hombros un chal tejido a mano, también púrpura, con un lindo prendedor de diamante rosado que mantenía la prenda en su lugar.

La hicieron caminar de un lado a otro para que se acostumbrase a la altura de los tacones, tropezó varias veces en el intento, sacando risas de la audiencia. Sacris no hizo más que maldecir.

Por suerte, en el día del juicio final, ningún macho la había visto emperifollarse, ni partir. Qhuinn había tenido que salir con John, Xhex y Blay al Iron Mask. Su amado macho había insistido a Jane que le tomara miles de fotografías para verlas después, ya que conociéndola, se desharía del vestido apenas pudiese. Los hermanos tampoco la vieron en su máximo estado de desgracia, porque todos estaban ocupados en sus asuntos.

Ahora que ya había pasado la prueba del buen comportamiento y habiendo sido aceptada por el grupo más estirado de la raza, sólo pensaba en salir de ahí lo más rápido posible.
Con paso apresurado llegó hasta su auto, que la miraba indiferente desde el estacionamiento de visitas. Ese maldito auto, su día no había podido ser peor cuando su madre puso las llaves del vehículo en sus manos. Como supuestamente recién había pasado por su transición no podía desmaterializarse, así que debía llegar sobre ruedas a la mansión de la reunión. Cuando Sacris pensó en motores, la adrenalina habló por ella y había pensado en una Harley o un Hummer. Sus sueños se hicieron añicos cuando vio que tendría que conducir un auto de chica presumida, todo chic, todo cool.
Las luces del acerado Peugeot 308 CC titilaron en respuesta del mando a distancia que había accionado para quitar los seguros y la alarma, la puerta se abrió suavemente casi sin emitir sonido y Sacris acomodó su sedoso trasero sobre el asiento de cuero.

Cuando ya estuvo sobre la desolada carretera que la llevaría de vuelta a la civilización, supo que no podría soportar más el sofocante calor de aquella terrorífica noche de verano dentro de la cabina inundada con el característico olor a nuevo y al litro de perfume que vertieron sobre ella para camuflar el aroma de la vinculación.
Era hora de probar las ventajas de su nuevo juguetito digno de Barbie y con sólo apretar un botón, su carroza se volvió un descapotable.

Con el viento azotando sobre su piel, se deshizo del chal, preocupándose de que quedara a buen resguardo sobre el asiento el copiloto, tanto, que estuvo a punto de ponerle el cinturón de seguridad también, el prendedor debía llegar sano y salvo de vuelta al joyero de Marissa. Sacris cayó en cuenta de que nada de lo que llevaba consigo le pertenecía, si bien el vestido y los zapatos habían sido un regalo de Bella, valían demasiados miles de dólares para su gusto, cosa que la ponía inquieta. Los pequeños pendientes de diamantes rosados que colgaban de sus orejas eran de Beth, así que también se los quitó cuidadosamente y los guardó en el diminuto bolso de fiesta que había llevado para la ocasión. Las hembras siempre decían que una mujer sin un buen bonito bolso, era como ir completamente desnuda. Sacris bufó de sólo recordarlo, ella sólo se sentía desnuda sin un arma y ahora se sentía así y no era sólo por el hecho de no llevar ropa interior.

Hundió más el pie sobre el acelerador intentando olvidar todo el dinero que debía a la Hermandad, no quería sentirse como un parásito, pero a fin de cuentas en eso se había convertido. La alimentaban, la vestían, le daban techo y ahora le habían regalado un auto. Pero era eso o usar el dinero de Liam, así que prefería seguir siendo una estúpida rémora. De todas formas jamás se le había cobrado ni un solo dólar y sabía en lo profundo de su corazón que los hermanos eran ahora su familia, que V y Jane eran sus padres, así que a cambio de cada centavo ella se portaba relativamente bien, daba lo mejor de sí en la lucha, protegiendo a los suyos, pagando cada penique invertido en ella, con cada gota de sudor, sangre y lágrima derramado. Su vida era la de ellos.

El elaborado moño que descansaba sobre su cabeza comenzó a deshacerse como bandera que se deshilacha al viento, así que comenzó a sacar una por una las punzantes horquillas que sujetaban el peinado, hasta que el cabello quedó completamente liberado y comenzó a volar disparatadamente hacia todos lados, sacudió la cabeza hasta que todos los mechones comenzaron a mecerse en una sola dirección. Sería un milagro si al terminar la carrera no quedase como “La Novia de Frankenstein”.

Era un placer sentir la velocidad y la suavidad del vehículo bajo el volante. Completamente relajada se dedicó a contemplar el paisaje del camino y en sólo treinta minutos más llegaría al centro de Caldwell, llegaría directo a casa y se daría un baño de tina, esperaría desnuda a Qhuinn, para luego…

El móvil comenzó a cantar “Psycho Killer” de los Talking Heads, esa era la tonada que tenía para Rehv. Sacris frunció el ceño mientras se enchufaba el auricular en el oído y contestó.

—Rehv.

—Sacris, pequeña ¿Cómo te va?

—Me ha ido mejor, gracias por preguntar.

Se escuchó una ronca risa al otro lado de la línea, la voz de ese macho volvía loca a cualquiera, era tan masculina y erótica, que en más de un estado debería ser un delito hablar así.

—Quería pedirte que pasases por el Iron Mask, antes de regresar a casa…

Las voces de alarma se encendieron de inmediato dentro de la cabeza de la hembra, la imagen de Qhuinn estando en aprietos o peor, en peligro, le nubló los sentidos, inconscientemente apretó con fuerza el volante y aceleró más aun.

—¡¿Sucedió algo?! ¡Joder, devorador de pecados, dímelo de inmediato y no te vayas con rodeos!…

—Tranquila pequeña, tranquila, está todo en orden, sólo deseos que vengas a ponerme al tanto de la agradable reunión que tuviste esta noche…Debo admitir que me pone nervioso las estupideces que puedan planear para ti ese grupo de antigüedades chamuscadas…es sólo eso.

Sacris cerró los ojos un segundo y exhaló un suspiro de alivio.

—Ah…Gracias…Oh…Lo siento Rehv, no quise llamarte…dev…esteee…como lo hice…

—Nah, sé con quien te codeas, es natural que adoptes sus amorosos términos, aunque de tu boca suena más bonito.

Sacris no pudo evitar reir.

—Voy para allá…y si no es mucha la molestia prepárame una botella de Absolut Mandrin…por favor, la necesito con urgencia.

—Roger.

Y cortaron la comunicación.

Diez minutos después, Sacris aparcó en el estacionamiento que se encontraba a un costado del Iron Mask. Agarró su caniche de bolso y salió del vehículo sin preocuparse de su apariencia post-huracán. Sólo cuando llegó a la entrada del recinto se acordó del chal que había quedado olvidado sobre el asiento del copiloto y deseó regresar por él al sentir las miradas lascivas de los hombres que esperaban en la fila para entrar, pero si regresaba, su inseguridad sería demasiado obvia. Intentó hacer caso omiso a los deseos de aquellos ojos que sólo querían desnudarla, pero no pudo evitar sentir repugnancia por ellos. Su cólera hirvió cuando aparte de las miradas, comenzaron a lanzarle piropos de mal gusto.

Aghh, que asco.

Nunca antes le había pasado, ya que siempre iba vestida más bien como otro guardia de seguridad, la versión diminuta de Xhex y que por eso mismo se mantenían lo más alejado de ella.
Cuando llegó frente al guardia, esperaba que la dejase pasar de inmediato como siempre lo hacía, pero el hombretón no la había reconocido y se removió incómodo ante esta juvenil versión de Monica Belucci.

—¿Eres nueva? Dime tu nombre para verificar…de todos modos, las chicas entran por la puerta trasera…— Dijo el guardia en voz baja para que nadie más pudiese escuchar, revisando al mismo tiempo la carpeta que sostenía en la mano, buscando los datos de alguna presunta nueva adquisición. Nop, no se esperaba a nadie esta noche.

Sacris lo fulminó con la mirada y sus manos se convirtieron en puños a sus costados.

—Déjame pasar antes de arrastre tu culo por el pavimento…— Dijo ella con un bajo gruñido.

—¿Sacris?— Preguntó el hombre completamente aturdido.

La hembra no hizo más que abrir ligeramente los labios y mostrar las puntas de sus magníficos colmillos, para que el hombre corriese el cordón de la entrada y la dejase pasar como si hubiese visto al diablo.

Al entrar al club, una desgarradora canción de Nightwish hizo sangrar sus oídos, odiaba la música gótica, la ropa gótica, las uñas negras, los ojos con el maquillaje corrido luego de tres horas de lloriqueo sentimental, los rostros pidiendo a gritos que el señor de la oscuridad viniera a por ellos para llevarlos en su negro manto de sufrimiento, para que luego, bajo la luz de la luna llena, mordiese sus cuellos tatuados con telarañas ¡Puaj! en resumen, odiaba a los góticos. Pero a pesar de toda su aversión, el Iron Mask era el único lugar donde tenían pase libre, sumado a la protección que ofrecía su dueño, junto a la comodidad y privacidad que buscaban.

No había conocido el ZeroSum, pero le habían comentado que tenía una sección VIP y hasta una pista de baile, en cambio en este nuevo club, ambas cosas habían desaparecido. Los Hermanos se limitaban a arrejuntarse en los sillones más alejados de la muchedumbre, cerca de la puerta de salida trasera y de las oficinas de administración.
Lo demás seguía tal cual, los negocios, las apuestas, algo de droga y los servicios del sexo…
Algunas de las mujeres se contorneaban dentro de las jaulas al ritmo de la música, vestidas con minúsculos retazos de látex negro, que no dejaban nada para la imaginación. Adornadas con cadenas y correas de puntas metálicas.
Y aquí estaba ella pareciendo una prostituta más.

Soy una puta, soy una puta, soy una puta…
¿Se podrá matar a alguien con la sombrillita de un cóctel?...

Con este pensamiento se armó de valor y comenzó a caminar por entre las mesas en dirección a la oficina oculta en el trasfondo del local.

Una nueva cara y un cuerpo espectacular siempre eran bienvenidos por la audiencia masculina que quisiera gastar algunos billetes de más, varios ojos parpadearon rápidamente para contemplar la belleza infernal que había entrado. Más de uno se atoró con la bebida y varias mandíbulas cayeron para babear sobre las cartas de póker. Las mujeres que trabajaban de escoltas la observaron con los ceños fruncidos, preguntándose quien sería la desconocida mujer. En ese local en particular no se permitían freelancers, así que la intrusa tendría que irse olvidando de ofrecer sus servicios ahí. Sólo una la reconoció al instante. Marie-Terese inclinó la cabeza levemente en señal de saludo con una amable sonrisa en su rostro. Sacris la saludó de igual forma. Con un sólo gesto de la líder del grupo, las muchachas se relajaron y continuaron su trabajo.

—Voy al baño, ya regreso.— Dijo Qhuinn a sus dos amigos que se encontraban sentados en la mesa de siempre, alejada de la muchedumbre.

—Ya es la cuarta vez que vas en la noche…ella está bien, deja de preocuparte ¿Por qué no simplemente la llamas?— Dijo Blay al ver la cara de preocupación que llevaba su amigo durante toda esa noche.

—Me dijo que no la llamase, que ella lo haría apenas saliese del lugar…imagínate que la llamo y aún está con esas viejas…sólo la importunaría y ya debe estar con un genio de los mil demonios...¿Tenía que ser precisamente el día de hoy? Justo el día que más quería pasarlo con ella…y de igual forma debo ir a evacuar, he tomado demasiadas Coronas.— Respondió el macho mientras se levantaba de la mesa y se dirigía a los servicios.

Xhex aun está en reunión, así que nuestro jodido amigo tendrá que aguantar un rato más.— Gesticuló John.

—Esperemos que no le dé un ataque de histeria hasta entonces.— Dijo entre risas Blay.

De pronto, algo captó la atención del pelirrojo, algo que hizo que las manos le sudaran y enfocó la vista hacia un punto en particular. Debido a que el lugar estaba repleto, sólo lograba vislumbrar un pedazo de seda ajustándose lujuriosamente a unas perfectas curvas, haciéndose camino entre la gente y no es que necesitase hacerlo de manera forzosa, sino que el gentío se abría a su paso como el mismísimo Mar Rojo.
Arrastró los ojos por el escote que dejaba ver una larga y moldeada pierna hasta el muslo. Si le gustasen las hembras, con sólo ver ese pedazo de blanca y tierna carne, se hubiese puesto caliente como el infierno. Pero esas piernas ya las había visto antes, como así también el resto de ese cuerpo desnudo, ahora forrado en púrpura, reflejando la luz a diferentes ángulos. Dio un codazo a John para compartir el acontecimiento. John siguió la mirada de Blay hasta que abrió los ojos como platos cuando vio a Sacris caminando en dirección a ellos.

La hembra traía la furia en sus ojos violetas, el cabello lo traía salvajemente despeinado, con suaves y definidos rizos meciéndose sobre su piel, frondoso como la melena de un león, largo hasta la mitad de la espalda. Digna de cualquier anuncio publicitario de un caro shampoo. Estaba claro que no traía ropa interior alguna, porque sus pechos rebotaban dulcemente debajo de la ceñida tela y debido a lo ajustado del vestido, cualquier otra se marcaría de inmediato. No traía maquillaje, porque no lo necesitaba en lo absoluto, las mejillas lucían sonrosadas, posiblemente por el acaloramiento y los labios carnosos brillaban intensamente rojos, probablemente por que había venido mordisqueándolos antes de llegar. Caminaba como si estuviese en una pasarela, pero toda su actitud más bien reflejaba a una pantera tremendamente enojada en busca de comida. De algo para matar.

Sacris había crecido bastante en estos últimos meses, pero no en altura. Se había transformado en toda una hembra adulta, definitivamente. Su rostro permanecía igual de infantil y lo más probable, es que lo mantuviese así por cien años más. Pero sí o sí, su cuerpo había cambiado, estaba más voluptuosa, curvilínea. Si se decía que las hembras y también las humanas, florecían luego de comenzar su vida sexual, ésta era la prueba patente. Y al parecer Qhuinn se había esforzado por que esa metamorfosis sólo quedase para su propio deleite. Que pena por él, porque la mariposa salida del capullo, ahora se encontraba revoloteando por entre un montón de hienas, vestida para quitar el aliento de cualquiera y levantar mástiles a su andar.

Su personalidad también había cambiado. Ya no era introvertida, ni insegura, parloteaba con todos los de la casa y reía con soltura. Blay recordó con pesar y algo de vergüenza, los tiempos pasados, cuando Sacris recién se había instalado a vivir con ellos. Había sido duro para ella adaptarse a este nuevo mundo, como lo había sido para él, ver como a cada amanecer, Qhuinn la arrastraba hasta su cuarto con la sonrisa de oreja a oreja, inundándolo todo con la especiada esencia de la vinculación.

Al comienzo apenas se dirigían la palabra, con suerte las de cortesía. Tenía claro que el hostil era él, algo que no calzaba para nada con su carácter siempre afable y que la hembra se sentía cohibida ante su presencia, actitud que tampoco era propia de ella.
Qhuinn había intentado por todos los medios en que se convirtiesen en amigos, pero nada había funcionado, pero para no hacer sufrir al ser que ambos querían, no les quedaba otra que fingir camaradería cuando en realidad no existía ninguna.

Todo cambió el día en que luego de una discusión con Qhuinn, llegó hasta su cuarto.

Blay se encontraba refugiado en su cómoda cama tamaño King, leyendo acompañado de una suave música clásica. Escuchó que alguien tocaba a su puerta, intuyó que sería su amigo pidiendo consejo como siempre, pero por la suavidad de los golpes se sorprendió al saber que era Sacris.

La cabeza de la hembra se asomó tímidamente por entre una pequeña abertura.

Hola Blay…¿puedo entrar?

El macho asintió.

Sacris entró nerviosa observando la habitación para evitar mirarlo a los ojos, jugaba con sus manos entrelazadas y abría la boca como para decir algo pero luego la cerraba de un sopetón.

Blay abandonó el libro para escudriñarla de pies a cabeza, aun vestía sus ropas de guerrero, pantalón de cuero a la cadera, muy ceñido en los muslos y que luego se ocultaban bajo las shitkickers que le cubrían hasta arriba de la pantorrilla. No llevaba chaqueta como siempre lo hacía, así que podía contemplar su femenino torso envuelto en una raída camiseta verde militar que dejaba al descubierto su ombligo y el famoso nuevo piercing que le había regalado Qhuinn hace una semana. Habían tenido que acompañarlo a una exclusiva joyería en el centro de la ciudad, donde lo había encargado. La joya era de titanio negro, con dos pequeñas amatistas en sus extremos, el mismo color de los ojos de Sacris, el único color que podía ver Qhuinn. Las pequeñas piedras centelleaban bajo la luz.
Aún llevaba la pistolera sujeta a sus caderas y sabía de las dagas que llevaba escondidas en el interior de sus botas. Era tremendamente ágil en el campo de batalla y sólo recibía halagos de sus hermanos cuando salían a patrullar con ella. Tuvo que aprender a trabajar en equipo. Estaba acostumbrada a llevarse a todas las presas así que generalmente olvidaba que iba acompañada. Muchas veces se arriesgó más de lo necesario y el primero en regañarla era Qhuinn, seguido de V. Así que aprendió a tener paciencia, a esperar su turno y saber cuando retirarse.

Blay en vano intentaba buscarle defectos, todo el mundo sabía que era orgullosa y que muchas veces se comportaba como niña, no una mimada, pero notaba que se perdía entre el mundo infantil y el adulto, buscando atención y cariño de los mayores, la aprobación de sus padres…y cosas así, como alguien que no ha tenido infancia y está recobrando el tiempo perdido. Lo que efectivamente era verdad.
Pero era valiente, inteligente, buena luchadora, siempre preocupada del resto y como toda hembra, siempre sabía lo que afligía a los demás. Contaba con un poderoso sexto sentido, ese mismo que la mantenía alejada de él.
Y lo más importante de todo era que amaba a Qhuinn con cada fibra de su ser, dispuesta a darlo todo por él, hasta su propia vida. Su amigo no podría tener mejor hembra que Sacris, así que a pesar de su hostilidad para con ella, la respetaba y apreciaba enormemente.

¿Discutieron?— Preguntó Blay con delicadeza.

Yep.— Respondió Sacris agachando la cabeza para mirarse las uñas.

¿Deseas hablar de eso conmigo?

Si no es mucha la molestia…la verdad es que no puedo ir en busca de Jane ahora, y tú eres su mejor amigo…no sé…sin pensarlo llegué hasta aquí, no sabía a quien más acudir…

Sacris levantó la mirada hacia Blay, pero al ver que el macho la seguía escudriñando con aquel frío rostro de mirada impasible y poco amigable, decidió salir por donde había llegado. Estaba claro que no era bienvenida.

Para su sorpresa la voz del macho llegó justo cuando tomaba el pomo de la puerta.

Ven aquí, conversemos. Esta charla nos hará bien a ambos.— Dijo Blay con voz más relajada.

Blay sintió el corazón en un puño al ver que Sacris sonreía entre halagada y aliviada bajo el efecto de sus palabras, al parecer ella en realidad no quería mantenerlo fuera de su vida como él pensaba.

Sacris de un salto se acomodó a su lado, haciendo rebotar el colchón. Blay se rió para si mismo, era la primera vez que compartía la cama con una hembra, y para colmo era la mujer de su mejor amigo. Las ironías de la vida.

Por un momento pensé que me mandarías al infierno.— Dijo Sacris alisando las sábanas distraídamente.

Nah, creo que ya me has soportado bastante tiempo. De verdad lamento haberme comportado como un idiota contigo, no lo merecías.

Sacris desvió su vista hacia el cielo, contemplando las telas que caían del dosel.

De cierta manera te comprendo, ya que he sido yo quien se ha interpuesto entre Qhuinn y tú…creo que yo hubiese reaccionado igual.

Blay se preguntó si Qhuinn le había contado lo que había pasado entre ellos, era lo más probable, ya que la pareja no se guardaba secretos. Sacris y su amigo eran igual de sinceros; aunque la hembra nunca se iba por las ramas, era letalmente directa, pero no indiscreta. Y como si Sacris le hubiese leído el pensamiento continuó hablando.

Qhuinn nunca me ha contado detalles de la relación que existía entre ustedes antes de que yo llegase, solamente que siempre han sido buenos amigos, los mejores. Qhuinn te adora y entiendo el porqué. Sé también que tu relación con Saxton es más que estable, que sus sentimientos son correspondidos y que hacen una pareja genial. Pero hay cosas que no se me han podido escapar desde que llegué aquí…la manera en que lo miras, lo cuidas, lo proteges…
Debo confesarte que al comienzo te sentí como un rival y creo que me viste de la misma forma…luego me dije que era una estupidez seguir pensando en eso, si al fin y al cabo ni tú ni yo íbamos a desaparecer del mapa. Ambos somos importantes para él.

Sacris exhaló profunda y lentamente como si se hubiese sacado un tremendo peso de encima.

Blay la miró extrañado, aún incrédulo ante la naturalidad con que Sacris había expuesto lo obvio e innegable.

¿Y no te escandalizaste? Digo, que otro macho se interesase por el tuyo y que haya un gay en la familia no es pan de cada día…

Sacris fijó sus lindas y brillantes amatistas sobre él, sin ninguna sombra de duda en ellos.

No ¿Por qué habría que hacerlo? El amor no tiene rostro, ni color, ni sexo. Te enamoras y punto. Además, aparte de ver todo aquello en ti, también pude ver tu resignación y aceptación de los hechos, por eso terminaste eligiendo a Saxton, y Qhuinn me eligió a mí. Tu aversión hacia mí no es más que el reflejo de tu preocupación por tu amigo, así que no podría molestarme contigo por eso, todo lo contrario, te lo agradezco de todo corazón.
Gracias Blay por cuidar de mi nullum todo el tiempo en que yo no estuve a su lado. Mi vida es la tuya, trahyner.— Sacris pronunció las última frases en la lengua antigua, tomando las manos del macho entre las suyas.

Blay había perdido el don de la palabra, tragó con dificultad y sintió que le escocían los ojos. Con razón estaban todos orgullosos de esta hembra, con razón su amigo estaba loco por ella.

En cambio Sacris esbozó una malévola sonrisa.

Pero te haré una pequeña advertencia, nuevo amigo mío, si alguna vez intentas arrebatármelo, te quitaré los ojos y quemaré todo ese lindo pelo rojo que llevas en la cabeza ¿Estamos?

Blay terminó llorando, pero de la risa.
Enjugando las lágrimas sacó un cigarrillo de la mesita de noche y lo encendió.

Qhuinn es un retorcido ¿No crees?— Dijo la hembra de la nada.

Definitivamente.

Muchas cosas sucedieron después de eso que reafirmaron sus confianzas y su relación, como amigos, como hermanos y una sola vez, como amantes. Blay aun no podía olvidar lo que habían compartido una noche, dentro de la cocina. Aquel pequeño y sucio secreto, nunca más volvió a salir de sus bocas.

Las miradas de los tres se encontraron y la hembra pareció verse más aliviada al encontrar caras familiares en el lugar. John se levantó violentamente de la mesa, tomando su chaqueta, con la intención de cubrir a su hermanita lo más rápido posible, pero su movimiento se vio interrumpido cuando de la oficina contigua, salieron todos los que conformaban la administración del Iron Mask.
Tanto los moros como los sympaths reaccionaron de igual forma al ver a Sacris frente a ellos, pero sólo Xhex se largó a reír a carcajadas.

—Dime por favor que estoy teniendo una pesadilla o que Sacris se ha equivocado de fecha…Pequeña, por Dios, falta mucho para Halloween aún.— Dijo Xhex divertida, mirándola de pies a cabeza.

La aludida se limitó a levantar el dedo medio a su amiga.

—Oh, vamos, no me digas que ahora saldrás a luchar así…y demonios, hueles a rayos…

—Una palabra más sobre mi atuendo y me lanzaré sobre tí, te abrazaré y te llenaré de besos, como lo hago en casa. Y luego veremos cómo queda tu reputación después de eso.— Amenazó Sacris, con una sonrisa perezosa entre los labios.

La sympath puso cara de espanto, John rió, Blay puso los ojos en blanco.

—Mejor regreso al trabajo…y no te atrevas a acercarte a mí.— Masculló Xhex entre dientes y se alejó velozmente de ahí. Lo mismo hicieron los moros.

Sacris observó a su querida amiga perderse entre la multitud. No había sido fácil ganarse su confianza, ni mucho menos su afecto. Al comienzo era tanto la apatía que se sentía por parte de Xhex, que Sacris había preferido mantenerse apartada de su camino. Pero poco a poco las similitudes de sus caracteres y de sus estilos de vida, acortaron la distancia entre ellas. Como sus machos estaban permanentemente juntos, no les quedaba más que acostumbrarse a la presencia de la otra. Vamos, hasta sus habitaciones estaban unidas.
Hasta que un día Sacris decidió que se haría su amiga sin importar el cómo, había dicho que el fin justificaba los medios. Lo cual la convirtió en una acosadora empedernida y para sorpresa de lo que todo el mundo esperaba, Xhex terminó cediendo...y no matándola.

Al conocer a la sympath, había quedado fascinada, de la misma manera en que se había sentido atraída por la bestia de Rhage, en la primera vez que salió a patrullar con él. En vez de haberse espantado o sorprendido como todo el mundo, había quedado prendida de aquel dragón de negra melena, cubierto con escamas verdes y moradas, tanto que había intentado acercarse, pero al dar el primer paso había sido arrastrada hacia el auto por Z. La hembra no entendía de prejuicios, ni de que generalmente la gente se asustaba de lo que creía desconocido, de lo raro, de lo antinatural. No tenía porqué, ella misma pertenecía al Circo Freak, de hecho se alegraba de que todos los que la rodeaban tuviesen su lado oculto. Afinidad, sí, eso era lo que sentía cuando conocía a alguien que se consideraba diferente o especial a los ojos del resto.

El hecho de que Xhex y el mismísimo Rehv tuviesen su lado sympath, le importaba un carajo. Tenía claro lo que decía la ley antigua respecto a esta comunidad, pero las cosas habían cambiado desde entonces. Rehv ahora era Rey de los sympath, lo cual resultaba bastante gracioso e irónico a la vez. Y para rematar Wrath ya se había pronunciado al respecto. Estaba todo en orden. Sacris protegería a ambos como si fuese de su propia carne, por John y por Ehlena.

Figlia mia.— Dijo Rhev alzando la voz, estirando los brazos para recibir a la pequeña.

Padre.— Contestó Sacris, hundiéndose dramáticamente en el pecho del macho.

Varios curiosos voltearon para fijar su atención en ellos y tenían sus razones para hacerlo. Ambos tenían el mismo color de pelo, el mismo color de ojos, la misma aura letal envolviéndolos. Quien no los conociera, aquella sería la explicación más lógica de sus semejanzas.

La pareja entró a la oficina y se cerraron la puerta tras ellos.

Qhuinn salió del cuarto de baño con el teléfono pegado a la oreja, al segundo después sonaron los móviles de John y Blay. Los tres estaban recibiendo instrucciones, completamente distintas, pero sólo los dos últimos sabían de esto. Sólo una era la misma. El Rey los necesitaba en casa. Ahora ya.

Rehv la entretuvo por más de una hora en la oficina y apenas había saboreado su vodka, al primer trago se había sentido asqueada por el fuerte sabor del alcohol. Cuando al fin la liberó, Sacris corrió directamente hacia la mesa donde antes habían estado los machos, pero recibió la desagradable noticia de que ya se habían marchado. Xhex se acercó a ella.

—Espérame un minuto, me iré contigo a casa.

La hembra se alejó para hablar un momento con Trez y luego le hizo una seña para que saliesen del lugar por la puerta trasera.

—Bonito auto, te combina.— Dijo Xhex burlonamente una vez que llegaron al estacionamiento.

—Si te gusta tanto, te lo cambio por la motocicleta.

—Pfff…Mejor no me hagas decir por dónde deseo que te metas este cacharro.

—Que te jodan.

—Mmmm…lo pensaré.

Sacris pensó que aquella noche no podía ser más extraña, había rebotado de un lado a otro, todo el mundo la había entretenido con algo y no había podido ver a Qhuinn en todo el día. Estaba exhausta, con hambre, y su cuota de alcohol había sido demasiado baja como para animarla lo suficiente.

Xhex siempre era la silenciosa y ella la parlanchina, pero en el auto iban las dos sumidas en sus propios pensamientos sin decir palabra. Ni siquiera continuaron las burlas respecto a su llamativo disfraz.

Cuando llegaron a la mansión, estaba todo en absoluta calma, no se oían las risas de Nalla, ni los tenedores chocando contra los platos de porcelana, tampoco había gente jugando en la sala de pool.

Sacris soltó un lastimero suspiro y se aprestó para subir a su cuarto despidiéndose de su amiga. Necesitaba un abrazo, las manos de Qhuinn masajeando su espalda, sus labios recorriendo su cuello y

¡¿V venía bajando la escalera vestido con ropas de ceremonia?!

Sacris frotó sus ojos para confirmar si lo que estaba viendo era una ilusión, pero no, ahí estaba su padre vestido con chaqueta negra de satén, pantalones holgados y a la cintura llevaba colgada unas hermosas dagas con la empuñadura cubierta de brillantes gemas.

Cuando llegó a ella, la besó en la frente tiernamente y le habló en la lengua antigua.

Bienvenida a casa, hija mía.

Su padre la miraba con ojos amorosos, pero a la vez tristes, algo no andaba bien. Rezaba porque las vestimentas no fuesen por que se iba a celebrar algún funeral.
Todos sus hermanos estaban vivos, al igual que Qhuinn, porque los sentía en su interior latiendo al ritmo de su propio corazón. Dentro de la casa no se sentía tensión alguna, ni el olor a sufrimiento por alguna pérdida. Todo estaba en calma, demasiada.

—¿Está todo bien papá? ¿Por qué estás vestido así?— Preguntó Sacris preocupada.

V siguió hablando en la Lengua Antigua.

Está tan hermosa…Deja que vea a mi pequeña resplandecer esta noche un poco más, sólo para mí…— Dijo V como hablándole a un tercero imaginario.

Sacris estaba a punto de caer en la histeria. Demasiado misterio, demasiado silencio, muy pocas explicaciones.

—Papá, dime que sucede…— Dijo tomando las manos del macho, éste las recibió dulcemente, besándolas en los nudillos, enviando una oleada de calidez y añoranza por sus brazos.

—Aún recuerdo la primera vez que te vi en mis sueños…No sabes lo que me hubiese encantado verte crecer a mi lado, haberte criado, haberte cuidado un poco más…Hubiera dado lo que fuese por haber tenido ese privilegio…
Agradezco infinitamente este año que hemos pasado juntos, conociéndonos.
Gracias por hacernos a Jane y a mí parte de tu vida. Gracias por considerarnos tu familia. Gracias por llamarme papá…

¿Era esto una despedida? Oh Dioses, no, por favor no…

Una lágrima resbaló por la comisura de sus ojos violetas. Últimamente estaba más sensible de lo normal. El macho de inmediato secó la humedad con el pulgar. Intentó mantenerse entera, pero sus piernas comenzaron a flaquear.
Sacris no quería irse, no quería perder el único hogar que conocía, ni dejar a aquel grupo de maravillosas personas, a las cuales tenía todo el derecho de llamar familia.
Aún menos quería dejar de ser un guerrero, ahora que la guerra estaba por encima de sus cabezas. Era cierto que durante los últimos tres meses los lessers literalmente habían desaparecido del mapa. Desde que John había matado a Lash, el hijo del Omega, los enemigos habían comenzado a mermar en sus apariciones, llegando a un punto que no lograron enfrentarse nunca más, lo que tenía al grupo al borde de un ataque de nervios. El Omega estaba preparando una venganza del tipo volemos-a-todos-de-la-faz-de-la-tierra y todos podían sentirlo. Ella quería participar, quería derramar aquella espesa sangre negra, cortar cabezas, proteger a sus hermanos, a sus shellans, a Nalla. Al futuro de todos.
Y Qhuinn…él no podría irse con ella, su lugar era al lado de John…

V continuó hablando como si le hubiese leído el pensamiento.

—Qhuinn es un buen muchacho, leal, con agallas, lo supe desde el día en que llegó aquí. Pero debo admitir que lo odié cuando supe que iría a por ti. La vinculación es una jodida cosa egoísta…te arrebató de mi lado en menos de un abrir y cerrar de ojos. Y ahora siento que te estoy perdiendo una vez más, aunque sé que estarás a sólo a unos pasos de mí…y que no dejarás de ser mi hija…— Dijo el macho con pesar.

V, mucho tiempo antes, había rezado porque el lado mujeriego de Qhuinn lo hubiese traicionado, así habría alguna excusa para evitar ese emparejamiento, pero el bastardo, desde que había conocido a Sacris, sólo tenía ojos para ella y la seguía con esa boba mirada de enamorado a donde fuera. Vamos, con la misma mirada que sostenían los machos cuando sus hembras rondaban por la habitación.
Qhuinn sumaba y sumaba puntos a medida que el tiempo pasaba. Como la vez que tuvo que salir a patrullar con ellos dos y John. Notó que Qhuinn la dejaba moverse con libertad, la dejaba atacar y matar, pero siempre atento a todos sus movimientos, siempre cerca de ella mientras cubría a John. Si en algún momento la perdía de vista, comenzaba a buscarla desesperado, con cara de angustia, agudizando sus sentidos hasta encontrarla y cuando lo hacía, sus ojos se llenaban de amor, orgullo y satisfacción.

Sacris lo miró con extrañeza, la conversación había dado un giro extremo y ya no sabía ni donde estaba parada.

—Papá, te juro que no entiendo nada…

V exhaló profundamente y sin soltar las manos de la hembra la condujo por el vestíbulo.

Vamos pequeña, nos están esperando.

Salieron de la mansión y caminaron despacio, rodeando la tétrica estructura de piedra. Sacris sentía como los tacones se doblaban sobre el césped e intentaba mantener el equilibrio. V sujetaba fuertemente su mano, no sabía si para no dejarla tropezar o para jamás dejarla ir, luego se detuvo y se arrodilló a los pies de la hembra. Sacris dio un respingo, sorprendida por la actitud de su padre.
V comenzó a desabrochar la tira de cuero que traía alrededor del tobillo para quitarle un zapato y luego el otro. Sin más, dejó el par de sandalias ordenadamente sobre el césped, una al lado de la otra, como si fuesen dos florecillas solitarias y la instó a seguir caminando, descalza.

Mi niñita…mi adorable hija…— Dijo V sin mirarla.

Llegaron hasta el jardín trasero donde fueron recibidos por un camino trazado con velas blancas, una interminable hilera de altos candelabros de oro, con las pequeñas llamas titilando por la veraniega brisa que las mecía, esbozando trémulas sombras a sus pasos. Padre e hija inspiraron hondo, dejando llenar sus pulmones del preciado aire que necesitaban para calmar los nervios.

Cuando llegaron al final del pasillo iluminado, tomaron una curva que los llevaría directamente a la terraza y ahí fue donde Sacris perdió todo el oxígeno que con tanto ahínco había intentado mantener dentro de su cuerpo.

La terraza estaba cubierta con un gran toldo blanco, los soportes estaban adornados con cintas doradas y violetas, que se enroscaban colorida y delicadamente hasta lo alto de la carpa. Gruesas velas, de distintos tamaños rodeaban el espacio, bañándolo todo de suave luz anaranjada, haciendo relucir el mosaico de tonos tierras y verdes que le daba la bienvenida a sus pies desnudos. Los pequeños y pulidos guijarros de cerámica se sentían fríos al contacto, pero el ambiente que ahí se percibía era contrariamente cálido.
Contra la pared, reposaba una gran mesa de hierro forjado, cubierta con un dorado mantel de satén. Estaba apoteósicamente surtida de una variedad infinita de platos fríos por un lado, y por el otro, con bellas fuentes humeantes.
Había sillas que hacían juego con la mesa, pero estaban penosamente vacías.
Todos sus hermanos se encontraban de pie, frente a ella, vestidos de la misma forma que su padre, formando una hilera, separados de sus shellans que estaban también paradas, menos Cormia, que reposaba tranquilamente a un costado de la terraza.

Todas ataviadas con elegantes vestidos, hasta Nalla había sido vestida para la ocasión. Jane encabezaba la fila, un paso adelante de las demás, con su cuerpo absolutamente sólido y un brillo inusual en sus ojos ¿lágrimas? Nop, Sacris seguía sin oler alguna eventual tristeza en ninguno de los presentes, pero estaban mortalmente callados y serios. Todo tenía pinta de ser una celebración, pero nadie actuaba acorde.

¿Y dónde demonios estaba Qhuinn?

Buscó alguna respuesta en las miradas de John y Blay, pero estos estaban igual de impenetrables.
Sacris sintió un leve mareo e intentó recomponerse, se apoyó en un pie, luego en el otro, comenzó a golpear su muslo con la palma de la mano y se mordió el labio. Aterrada, confundida, irritada.

Wrath, acompañado de George, dio un paso hacia ella.
Sacris sin querer soltó un gemido y el Rey pareció satisfecho con su reacción, al maldito le gustaba que el resto le temiese, lo confirmaba con aquella cruel mueca que se asomaba por sus labios.
Un sudor frío recorrió la espina dorsal de Sacris, dejándola helada, expuesta, indefensa.
Wrath se acercó a ella hasta quedar nariz con nariz, instintivamente la hembra bajó la cabeza para no tener que soportar esa poderosa mirada. Y que supieses que el Rey era ciego, no impedía que te mearas en las bragas si sus ojos tras las gafas oscuras envolventes se posaban en ti.
George fue el único amable, rescatándola algo de su agonía lamiendo su mano, como diciendo Tranquila, ya todo va a pasar, te deseo la mejor de las suertes
Wrath inclinó la cabeza sobre su costado derecho, dejando que su larga cabellera le rozara los hombros. Estaba tan cerca de ella que podía escuchar la lenta respiración del macho en su oreja. Emanaba grandes cantidades de calor, pero ella se sentía tan fría como una cubeta de hielo. No la tocaba, pero toda su presencia la envolvía. Wrath era un brillante sol en el centro del universo, ella apenas un pequeño planeta girando a su alrededor, amenazado constantemente con ser absorbido por esta gran masa en llamas.

El rey acercó sus labios aun más a su oído y dijo en un susurro…

Feliz Cumpleaños Sacris.

La cumpleañera levantó la cabeza de un sopetón, impactada.

—¿Ah?

Pero no logró escuchar ni su propia voz. Sólo escuchó un gran estruendo cayendo sobre ella, compuesto de risas, gritos y confeti estallando por todos lados.
Aun aturdida, recibió abrazos, besos y las felicitaciones de todos. Ni siquiera notó que V aun no le había soltado la mano y luego que la marea de gente se despejó, sólo quedaron V, Jane y ella fundidos en el abrazo.

Sacris cargó su cuerpo en el de su madre, escondiendo su rostro en el rubio cabello y dejó que el nudo de la garganta se relajara del único modo que podía hacerlo. Sollozó con alivio, disipando sus miedos, sus inseguridades. No se iba a ninguna parte, al final, todo se trataba de una fiesta sorpresa. Su padre, en tanto, le daba palmaditas en la espalda, también moqueando lo más masculinamente posible.

—Ya, ya, sin lágrimas, que esto es una fiesta. Sacris, ven a soplar las velas para que luego podamos darte tu regalo.— Dijo Beth mientras disimuladamente secaba una lágrima loca, que había derramado por la emoción del momento.

A la orden de la Reina, Fritz llegó portando un enorme pastel hermosamente decorado, con 24 velitas encendidas.

Mary golpeó la mano de Rhage cuando intentó sacarle una probadita con el dedo, lo que equivalía a una maquina retro excavadora en una maceta.

Al unísono, todos comenzaron a cantar el “Cumpleaños Feliz”, pero cuando todos callaron, Z continuó cambiando la tonada, con su espléndida voz de tenor, que te llegaba hasta los huesos, erizándote la piel.
Sacris sonrió al identificar la canción que le ofrecía, era “Lullaby” de Creed, una tierna canción de cuna, a capella. El tenor, no tenía ningún tipo de acompañamiento, pero no lo necesitaba, sólo bastaba Z y sus fabulosas cuerdas vocales. Nalla instintivamente se apoyó en el pecho de su padre y éste comenzó a mecerse al compás de las notas. Sacris se estremeció por la belleza del espectáculo.

—Pide tres deseos antes de apagar las velas.— Dijo Butch.

Sacris cerró los ojos, pidió a la Virgen Escriba sus deseos y sopló.
Era muy feliz, pero le faltaba algo importante, la persona con quien más quería compartir esta noche, su otra mitad. Qhuinn.

Rhage se abalanzó sobre el pastel para quitar las velas y chupar sus bases llenas de chocolate, faltaba poco para que también se comiese los palillos de cera.

—¡Ahora el mordisco!— Demandó Thor.

Los demás aplaudieron para animarla, así que se acercó cuidadosamente al pastel para dar un pequeño mordisco, pero luego sintió una presión sobre su nuca y terminó con la boca completamente embetunada y llena de mmm…mazapán y chocolate.

—Oh, Dioses…esto está exquisito.— Dijo mientras se relamía los labios.

—Nos alegramos de que te gustara, lo hicimos entre todas…hasta Nalla metió sus manitas.— Dijo complacida Bella.

—Gracias, en serio, a todos…esta es la primera vez que celebro mi cumpleaños, me han hecho muy feliz…y supongo que este vestido era parte de la sorpresa y no de la reunión con la glymera ¿Cierto?

—Ehhh…sí…por supuesto.— Respondió sospechosamente la hembra.

Sacris frunció el ceño, ya no podía aguantar más la pregunta que se había estado acallando.

—¿Y Qhuinn?…No lo he visto en toda la noche…

El grupo se removió incómodo y fingió no haberla escuchado, la mayoría fue en busca de vino, jugo y gaseosas, alejándose rápidamente. Sacris bufó frustrada por la indiferencia que le habían propinado y se acercó a la mesas con las bebidas, V de inmediato le pasó una copa con ¿Agua?

El Rey alzó su copa y llamó a la atención de todos golpeando suavemente el cristal con una cuchara de plata.

—Esta noche, nos hemos reunido para celebrar el nacimiento de nuestra pequeña hermana, Sacris.— Los Hermanos vitorearon al escuchar su nombre. Wrath continuó. —Y esperamos que cumpla muchos años más a nuestro lado, ya que desde que ha llegado a esta casa, una nueva alegría ha inundado nuestros corazones. Nuestra pequeña guerrero. Gracias por la fortaleza y valentía que muestras en batalla, gracias por ayudarnos a proteger nuestra raza. A tu salud.

Se escucharon más vítores, el cristal de las copas chocando y a Nalla riendo en los brazos de su padre, pero todo fue acallado al percibir una nueva presencia.

La Virgen Escriba había hecho su aparición en la terraza sin tocar el suelo, como siempre, su diminuto cuerpo simplemente flotaba. La capucha de su túnica cayó hacia atrás y dirigió una sonrisa amable a la cumpleañera, luego ofreció su delicada y lumínica mano a Sacris, quien la tomó suavemente para depositar un beso cordial en ella, al hacerlo sintió un suave cosquilleo, una pequeña descarga eléctrica en sus labios y dedos, hasta el centro de su vientre. Sólo unos pocos podían tener el honor de tocar a la deidad, aquel gesto era el equivalente al regalo de cumpleaños de tu vida. Debías sentirte afortunado.

—Guerreros, les recuerdo que esta noche no sólo celebramos un cumpleaños, además, allá atrás tengo a alguien que está a punto de comerse los dedos y ésta es una bonita noche para seguir celebrando buenos acontecimientos.— Dijo la Virgen Escriba a los machos, completamente divertida y relajada.

De inmediato los hermanos se alinearon frente a Sacris, por detrás de la resplandeciente mujer, adoptando una pose de mucha solemnidad.

—Qhuinn, hijo de Lohstrong, ven aquí.— Dijo la Virgen Escriba, sin dejar de mirar a la hembra.

Qhuinn se materializó a unos pasos por detrás de Sacris, quedando de inmediato sin aliento ante la visión de aquella blanca espalda desnuda, apenas podía creer lo que estaba viendo. Nunca había creído poder ver a su hembra en un vestido y la sorpresa había sido sumamente agradable. La hembra cerró los ojos y sin girar la cabeza inspiró ese familiar aroma que tanto le gustaba oler cuando despertaba por las noches y que también era lo último que olía por las mañanas antes de conciliar el sueño, aunque en realidad lo que menos hacían, era precisamente dormir.

El macho pasó por su lado, tomando su mano, entrelazando sus temblorosos dedos. Se miraron como dos tontos enamorados, sonriendo, nerviosos por el gran paso que estaban a punto de dar.

—Estás jod…eh…muy hermosa esta noche.— Dijo Qhuinn, mientras le plantaba un ligero beso en los labios.

Sacris se tomó su tiempo para arrastrar los ojos por su macho. Se veía guapísimo, vestido con la misma túnica negra de sus hermanos, marcando sus vigorosos músculos bajo la tela. Oh, sí, todo aquel excitante cuerpo sólo para ella. No podía esperar a estar desnuda bajo él, anclándose de su fuerte espalda mientras él la pe…

—Este macho te pide que lo aceptes como su hellren, pequeña. ¿Lo aceptarás como propio si es digno?— Dijo la Virgen Escriba interrumpiendo sus pensamientos lujuriosos.

Sacris no podía creerlo, ésta no era sólo la celebración de su cumpleaños, si no también una ceremonia de emparejamiento. Con Qhuinn habían hablado muchísimas veces sobre el tema de emparejarse formalmente, pero debido al trabajo, al entrenamiento y en resumen a la falta de tiempo para ponerse de lleno en aquel proyecto, había terminado postergándose para cuando encontrasen la fecha adecuada. Y aquí estaban ahora, convirtiendo aquel gran y hermoso sueño, en realidad. Sacris no tenía miedo, estaba más que preparada.

—Lo aceptaré.

Su santidad asintió.

—Guerrero, esta hembra te respetará ¿Darás prueba de tu valor por ella?

—Lo haré.— Dijo Qhuinn con voz profunda y decidida.

—¿Te sacrificarás por ella?

—Lo haré.

—¿La defenderás de aquellos que pretendan hacerle daño?

—Ehmm…No creo que me deje, nunca lo ha hecho, pero lo seguiré haciendo de todas formas.

La luminosa figura rió sueltamente al caer en cuenta de lo que había olvidado.

—Estamos tan acostumbrados a los ritos con parejas normales, que olvidé reparar en la naturaleza de Sacris. Replantearé la pregunta, quiero que me contesten los dos al mismo tiempo.

—Guerreros ¿Se cuidarán cuando uno caiga y el otro deba seguir empuñando la daga contra el enemigo? La sangre de uno o de ambos más de alguna vez ha sido derramada y el futuro sabe que así seguirá siendo. Que la locura de ver al otro caído, jamás los ciegue.

—Lo haremos.— Respondió la pareja al unísono.

—Sacris, dame tu mano.

La hembra la extendió con la palma hacia arriba.

—Qhuinn.

El macho extendió la suya y ambas quedaron ocultas bajos los negros pliegues de la túnica. Fueron envueltos por un ligero calor, recibiendo la energía que irradiaba la pequeña figura.

—Ya sabía que esta unión sería excelente, no sé para que hice esto…una vez más me venció la fuerza de la costumbre.— Dijo sonriendo la Virgen Escriba, luego miró a su hijo por sobre su hombro.

—No hijo mío, no preguntaré “quien se opone a esta unión” porque el destino ya ha hablado y no sabes lo feliz que estoy al respecto.

Rayos…—Masculló V a su espalda.

—¿Y cómo es que dicen los humanos?.... Ah, ya recordé. Puedes besar a tu shellan.

La pareja rió y aceptó la invitación gustosa.

La audiencia comenzó a aplaudir y chiflar. Fritz se sonó la nariz ruidosamente mientras traía una pequeña mesa, sobre la cual venía una jarra de agua, un cuenco de cristal lleno de sal y una pequeña caja lacada.

A Sacris le brillaron los ojos de excitación y Qhuinn se sobaba las manos, expectante. Esto era lo que habían estado esperando por tanto tiempo.
El macho se desató la parte superior de la túnica, desnudando su torso. Se arrodilló ante los hermanos, bajando la cabeza.
V caminó hasta su lado, con una sádica sonrisa en el rostro.

—Guerrero ¿Cuál es el nombre de tu shellan?

—Su nombre es Sacris.

V desenfundó su daga cortando el aire con su filo y se inclinó sobre la espalda del macho.

—Ouch, esto te va a doler muchacho, más te vale aguantar con todo lo que tengas, porque V va a ser completamente despiadado.— Advirtió el poli.

—Papá, haz la S más bonita que hayas hecho en tu vida.— Pidió Sacris dando saltitos de alegría alrededor. —Lo siento amor, no creas que no me preocupo por ti, sólo mantente firme. Eres valiente, tú puedes.— Dijo a Qhuinn dándole unas palmaditas sobre la cabeza.

—Claro hija mía, para ti sólo lo mejor.

V trabajó en la letra con suma destreza, mientras los hilillos de sangre caían por la espalda de Qhuinn. El suegro jugaba con la hoja de la daga duramente, sólo para hacerlo sufrir o más bien, gritar. Para no darle en el gusto, Qhuinn mantuvo los labios apretados en una línea, sabía que el macho haría un dibujo espectacular y valía la pena, completamente. Sólo cerró los ojos y se mordió el labio. Haría honor a su shellan como lo merecía. Sin chistar. Los demás machos gruñían con satisfacción al ver que no emitía sonido alguno.

Le siguieron los otros hermanos, haciéndole la misma pregunta, tallando las letras sobre su espalda. Cuando acabaron, V vertió el agua sobre el cuenco de sal y luego derramó el salobre líquido sobre la espalda de Qhuinn, perpetuando el nombre de Sacris para siempre sobre su piel.

Luego, V sacó una tela blanca de la cajita y secó la herida, una vez que terminó, la enrolló delicadamente y volvió a depositarla en la caja.

—Levántate, Qhuinn.

El macho se alzó, acomodando los músculos de su espalda. En el centro de ella, se lucía elegantemente el nombre con letras inglesas antiguas. La letra inicial, tenía el mismo diseño de la S que llevaba Sacris en su propio dorso.

—Lleva esto a tu shellan como símbolo de tu fuerza. Así sabrá que eres digno de ella y que tu cuerpo, corazón y alma, están ahora a sus órdenes.— Dijo V, ofreciéndole la caja lacada.

Qhuinn tomó la caja en sus temblorosas manos, aun le costaba respirar y caminó hacia su hembra.

Sacris lo miraba con orgullo, no había temor en sus ojos, ni tampoco nerviosismo, sólo una gran y sincera sonrisa. Las hembras generalmente no soportaban el rito sangriento y doloroso que debían aguantar sus machos en la ceremonia del emparejamiento, en cambio, Sacris comprendía perfectamente el significado de todo aquello y lo avalaba. Este derramamiento de sangre no era accidental, sino que era por amor.

Cayendo de rodillas ante ella, inclinó la cabeza y le ofreció la caja.

—¿Me tomarás como tuyo?— Preguntó mirándola con sus brillantes ojos dispares.

—Sí, lo haré.— Tomando la caja en sus manos.

Sacris agarró las manos del macho para alzarlo del suelo. Se colgó de su cuello y lo besó profundamente.

—Te amo.

—Y yo a ti, mi pequeña demonio.

—Bien, ahora me toca a mí. ¡Al fin!— Dijo Sacris soltándolo de golpe y encaminándose hacia sus Hermanos.

—¡¿Ah?!

—¿Dónde crees que debería ponerme tu nombre? La espalda ya la tengo ocupada…— Dijo la hembra mirándose los brazos y las piernas.

—¿De qué demonios estás hablando? ¡Esto sólo lo hacen los machos!— Dijo Qhuinn encolerizado.

Sacris lo fulminó con la mirada y luego le dio la espalda.

—Qhuinn tiene razón hija, la ceremonia ha terminado, a ti no te marcaremos…— Dijo V utilizando un tono de duda en sus últimas palabras.

La Virgen Escriba habló, complacida por la actitud de su nieta adoptiva, estaba esperándolo, sabía que lo pediría.

—Cuando Sacris se reunió con la Hermandad, también se volvió un guerrero. Sacris debe ser tratada como otro macho más, no se harán diferencias con ella. Traigan lo necesario.

Fritz corrió en busca del nuevo material.

Wrath sacudió la cabeza, V aun no lo podía creer, Phury se acariciaba la garganta, Z estaba mortalmente serio, Rhage sacó una piruleta, Butch jugó con su fajín, Thor se cruzó de brazos con el ceño fruncido, John tenía la mandíbula desencajada, Blay deseó poder fumar.

Cuando Sacris estaba por arrodillarse, una de las sillas se movió a voluntad de la Virgen Escriba, posicionándola frente a la hembra.

—Siéntate y muestra tu antebrazo derecho.

Y así lo hizo.

Ningún macho se atrevía a dar un paso adelante, marcar a tus hermanos era una cosa, pero hacerlo a una hembra era otra, y más si se trataba de tu hermana pequeña o tu propia hija.

V sacó el coraje necesario, decidiendo que él sería el primero. Llegó hasta ella, sacando nuevamente su daga. Se arrodilló y tomó su antebrazo, apoyándolo firmemente. No se permitiría errores.

—¿Cuál es el nombre de tu hellren?

—Su nombre es Qhuinn.— Respondió Sacris en voz alta.

Padre e hija contuvieron la respiración cuando la daga comenzó a rasgar la piel, dejando a su paso rojos surcos. Cuando la sangre comenzó a manar de los cortes, Qhuinn soltó un gemido seguido de un gruñido, parte de él se negaba a observar como la piel de su shellan era mutilada, pero otra, lo instaba a seguir admirando el brío que ofrecía Sacris al recibir el filo del cuchillo sin demostrar dolor alguno.
Estaba ahí sentada en completo silencio, quieta como una estatua, con una entereza envidiable.

Cuando V se retiró, Sacris movió el brazo para que las gotas de sangres no manchasen su vestido y sólo cayeran al colorido piso.

John dio un paso al frente, él quería ser el siguiente. No había podido hacerlo con Qhuinn, así que lo haría con su hermana. Al comienzo había dudado como el resto, pero luego de haber visto como había aguantado con V, se sintió más seguro de su decisión. Sacris le sonrió en respuesta.

¿Cuál es el nombre de tu hellren?— Le dijo hablándole con el lenguaje de señas.

—Su nombre es Qhuinn.

Se escuchó el sonido metálico de la daga desenfundándose.

Es la primera vez que hago esto.

—Lo sé. Confió en ti.

John movió la hoja con cuidado, intentando mantener firme el pulso, por suerte la letra no era difícil de hacer y a pesar de ser su primera vez, le había salido fluida y bastante decente. Ambos asintieron con satisfacción al ver el resultado.

—John, hazme el favor de prestarle tu daga a Blay.— Dijo Sacris mirando en dirección al pelirrojo que se escondía tras la fila de guerreros.

La hilera de machos miró en dirección a la Virgen Escriba. Blay no era un Hermano, con suerte habían dejado ir a John debido a su inexperiencia. La diminuta mujer dio su aprobación y John le entregó su daga a Blay mientras se abría paso por entre los Hermanos.

—¿Estás segura?— Preguntó tímidamente Blay, esperando que la hembra se arrepintiese de su elección. Lo cual no ocurrió.

—Esa no es la pregunta que debes hacer, guerrero.— Intervino la Virgen Escriba.

Blay se removió incómodo.

—¿Cuál es el nombre de tu hellren?

—Su nombre es Qhuinn.

Blay sopesó la importancia del acontecimiento. Estaba ocurriendo algo que jamás en su vida había imaginado que sucedería. Iba a grabar el nombre de su primer amor en la piel de su actual shellan. Sabía que Sacris no lo había elegido por crueldad, ni para burlarse de él. Había sido para compartir el cambio que a ambos les significaría este emparejamiento. Esta sería la única oportunidad que tendría para traspasarle su dolor físico, el mismo que había sentido él al perder al macho del que se había enamorado irremediable e ilusamente, y ella lo recibiría humildemente, pagándolo con su sangre. Este era el momento definitivo en que separarían sus caminos para siempre.
Le estaba entregando a Qhuinn con cada línea trazada de una de sus letras.

—Y agradece que te tocó una letra fácil también.

Cuídalo.— Dijo Blay en un susurro.

—Mi vida es la tuya, trahyner, no lo olvides jamás.

Luego llegó el turno de Z, Phury y fue terminado por Tohr. Finalmente V repitió el procedimiento del agua y la venda. Sacris se levantó de la silla para contemplar su nueva marca con una mejor luz. El nombre de Qhuinn quedó tatuado sobre su antebrazo derecho, por encima de la muñeca, escrito en la Lengua Antigua.

V le presentó la caja a la hembra.

—Lleva esto a tu hellren como símbolo de tu fuerza, así sabrá que eres digna de él y que tu cuerpo, tu corazón y tu alma están ahora a sus órdenes.

Sacris se acercó a Qhuinn y se arrodilló ante él, entregándole la ofrenda.

—¿Me tomarás como tuya?— Preguntó humildemente mirando a su macho a los ojos, el cual se inclinó para hablarle al oído.

—Si te ofreces así, en esa posición, es difícil negarme, pero creo que tenemos demasiado público para hacer lo que estás pensando.— Contestó Qhuinn con voz sensual.

Sacris lo golpeó en la canilla fuertemente. Qhuinn aulló de dolor mientras se enderezaba.

—Ouch…demonios…sí, te tomaré.

La hembra se levantó del suelo enfadada y sacudió la falda de su vestido. Qhuinn sorpresivamente la envolvió en sus brazos, acariciándole la nuca y la espalda, absorbiendo el aroma de su piel, recibiendo la calidez de su cuerpo. Dioses, esa noche tenía un montón de planes para ese vestido.

Los hermanos iniciaron un cántico en voz baja que luego fue subiendo de volumen, las profundas voces masculinas flotaron impetuosamente por el aire, alcanzando la gloria en lo más alto del cielo.

—Feliz Cumpleaños, mi shellan.

—Gracias, mi hellren… ¿Sabes? Al menos así nunca olvidaremos los aniversarios.

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