10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 07

—Se ve tan dulce durmiendo…—Dijo V observando a su hija profundamente dormida sobre la cama matrimonial.

—La pobre se debe haber cansado de esperar.—Contestó Jane apagando la televisión y esquivando el par de shitkickers de su hija, luego se acercó a su hellren para abrazarlo por la espalda.

V volteó la cabeza buscando los labios de su mujer y los besó con dulzura.

La pareja venía llegando del Commodore más temprano de lo acostumbrado, hubiesen querido seguir con la fiesta en casa, pero el nidito de amor había sido invadido por el retoño durmiente y eso significaba hacer vida de padres. Sacris casi siempre los esperaba en el Pit para charlar un rato con ellos antes de irse a dormir y a los tres les gustaba aquella rutina familiar, con la cual habían aprendido más los unos de los otros, conversando de todo un poco, aclimatándose, afianzándose como un verdadero núcleo.
Compartían sus comidas, sus deberes, sus vidas. V la acompañaba en el duro entrenamiento que le habían asignado, para que aprendiese a trabajar en equipo y Jane le dedicaba parte de su tiempo para pasar a solas, hablando de mujer a mujer. Sacris le confiaba todo a su madre y a pesar de que la chica era sumamente obstinada y orgullosa, siempre escuchaba con atención los sabios consejos maternos. Discutían, como toda familia, la crianza de una chica mayor no era del todo fácil y el choque de los tres fuertes caracteres, muchas veces conllevaba a terminar la discusión con gritos y portazos.

Sacris tenía una hermosa habitación, la misma que albergaba a los coloridos nenúfares de Monet. Las pocas cosas que había traído de su departamento estaban debidamente acomodadas y eran mayormente ropa, armas y algunos artículos personales, los cuales habían cabido de sobra en su nuevo hogar. Sacris realmente no echaba de menos nada de su antigua casa, ni siquiera su cama. Intentaba dormir lo que más podía en su acogedor cuarto, pero frecuentemente terminaba siendo secuestrada por Qhuinn y comenzaba el amanecer en la habitación del macho, a puerta cerrada, bajo las tenues luces de las velas y enredándose entre las sábanas.



V aun no aceptaba del todo el hecho de que su hija compartiese el lecho con alguien, pero a cada día que pasaba, lograba digerir mejor la idea y el que estuviesen irremediablemente vinculados no le permitía poner los límites que él hubiese querido, lo único que pudo pedir a los jóvenes novios, es que no compartiesen habitación permanentemente hasta que se emparejasen bajo los rituales establecidos. Esa era la manera de asegurarse de tener a su hija a su lado por más tiempo, aunque fuese algo ilusorio. Le angustiaba el hecho de que su pequeña abandonase el nido yendo tras Qhuinn, si algún día él decidiese continuar y consolidar sus vidas en otro sitio. La necesidad era otro tema preocupante, sabiendo que Sacris estaba próxima a pasar por su primera época de fertilidad, ya que faltaban pocos meses para que cumpliese sus 24 años. Ser padre era algo sumamente gratificante. V se sentía muy feliz y orgulloso de su pequeña, pero a la vez, la paternidad traía consigo bastantes preocupaciones y responsabilidades. Siempre sentía que Jane se desenvolvía en su rol con mucha más facilidad que él. Amar a tus hijos significaba echarte encima el miedo constante a que saliesen heridos y teniendo una hija guerrero, también traía el pavor a que el indescifrable velo de la muerte se la llevase consigo.

Luego de ponerse el pijama, Jane se acomodó al lado de su hija e inmediatamente Sacris se acurrucó junto a ella, suspirando en sueños. Jane comenzó a acariciarle la cabeza, peinando suavemente la larga cabellera con los dedos.
V se calzó un ligero pantalón de seda, ya que cuando venía su hija, no podía andar desnudo. Luego se acercó a la pequeña y le quitó las zapatillas de levantarse que aun traía puestas y al observarla de pies a cabeza, sonrió con ternura. Sacris vestía su vieja camiseta de los Red Sox, que era la favorita de V y que a pesar de lo raída que estaba la prenda, no había querido tirarla. Quizás a él le podía quedar algo ajustada, pero a su hija le quedaba como un amplio vestido corto. Toda la ropa con que había llegado su pequeña, se encontraba esparcida por el suelo.
El macho se acercó a la cama y se metió bajo las sábanas al otro lado de Sacris, cubriendo también con ella a sus dos adoradas hembras. El calor del hogar, de la familia, era algo irremplazable.

—No te entusiasmes demasiado V, ya sabes que no puede dormir con nosotros. La última vez casi te mató a patadas y yo sólo me salvé porque pasó a través de mí.—Dijo Jane riendo.

—Pero no quiero despertarla, está durmiendo tan plácidamente…

—Qhuinn regresará pronto del patrullaje, de seguro vendrá a buscarla…

V frunció el ceño, recordando lo que había conversado con Tohr antes de partir al Commodore. Observó detenidamente a Sacris y luego fijó sus ojos en Jane.

—Hoy Tohr me dijo que ya estaba lista para salir a la calle y que en realidad el entrenamiento había estado de más. Sacris pasó todas las pruebas con éxito…

Jane suspiró largamente.

—Bueno, era de esperarse ¿Cierto? Sabíamos que pronto llegaría el día en que Sacris retomara sus deberes como Hermano. Creo que ya es hora de que lo asumas V.

—Pero…yo esperaba que no fuese tan pronto. Intenté retrasar este asunto lo más que pude y Tohr de cierta manera, me comprendía y ayudaba, hasta que Wrath pidió el reporte de Sacris y ordenó que se le asignase un turno e integrase a un equipo de patrulla. Contra eso ya nada podemos hacer.

Jane se quedó pensativa. Si bien, el hecho de que su hellren e hija pasasen las noches matando lessers no le alegraba del todo, no dudaba de sus capacidades y en el grupo de Hermanos siempre se protegían unos a otros. Los vampiros eran cazadores naturales y nada se puede hacer para ir en contra de los instintos. Sacris había nacido con ese mismo propósito, lo llevaba en su sangre, en su alma y en su cuerpo y Jane jamás había visto a su hija negando su destino, ni luchando contra ello, si no todo lo contrario, no había visto a otro guerrero más orgulloso que ella de lo que hacía. Así que si ella notaba y veía que para Sacris el trabajo de ser un hermano no era algo impuesto, ni fastidioso y con el cual se sentía realizada como persona, entonces ella la apoyaría cuanto fuese necesario. Aunque entendiese a la perfección los sentimientos de V.

—¿Y qué tal si sales con ella las primeras veces? Así ves como se desempeña y tal vez logres quedarte más tranquilo.

V la miró interrogante y esperanzado de que esa fuese una buena idea.

—¿Crees que a ella le moleste? Ya sabes cuánto odia que la esté controlando…

Sacris se removió inquieta y se giró hacia su padre.

—Si prometes no intervenir cuando esté luchando…no tendré problemas…—Sentenció la pequeña, con voz adormilada y ojos perezosos.

—¡Hey!— Vociferó V—¿Desde cuándo has estado escuchando?

—Mmm…—Dijo Sacris pensativa.—¿Desde que llegaron?...Buenas noches papá, mamá.

Sacris besó a sus padres en ambas mejillas y se acomodó en la cama, sentándose bien erguida.

—¿Y cuándo dijo Tohr que podría salir a trabajar?—Preguntó la chica batiendo las palmas, feliz de saber de que al fin la considerasen para hacer el trabajo serio.

V que sabía que no podía contra el entusiasmo de su hija, resopló resignado.

—Wrath dijo que deberás asistir obligatoriamente a las reuniones de los Hermanos de ahora en adelante y supongo que en la siguiente reunión que toque, nos dará los detalles y ya que no te opones a la idea de tu madre, pediré que se me permita acompañarte las primeras veces.

—Perfecto.— Dijo Sacris con una sonrisa de oreja a oreja. No podía esperar para contárselo a Qhuinn.—Creo que dormí demasiado ¿Qué hora es?—Preguntó desechando todos los planes de querer charlas con sus padres esa noche.

—Son las 4 de la mañana cariño.—Respondió Jane peinando el último de los negros mechones.

—Demonios, Qhuinn debe estar por llegar.—Farfulló la chica, saliendo de un brinco de la cama.—Me voy para que sigan con lo suyo, je…¡Que duerman bien!

—¡Eh!...Tu ropa…— Alcanzó a gritar V, pero fue demasiado tarde, la chica ya había desaparecido en el aire.

Sacris tomó forma directamente en la cocina de la mansión, pero no se molestó en encender las luces y fue directamente hacia el refrigerador. Iba a comer algo ligero, se cepillaría los dientes y esperaría en la habitación del macho para contarle la buena nueva. También esperaba que la premiara de la forma que más le gustaba, jugando entre sus piernas y cubiertos por nada más que pieles sudadas. El sexo se había vuelto una adicción incontrolable, ya que de alguna manera debía sustituir la falta de lucha en terreno y botar toda la adrenalina acumulada y Qhuinn, al igual que ella, era un amante insaciable. Sin importar lo agotado o herido que volviese del trabajo, siempre iba por ella para complacerla con dulces caricias, mordiscos apasionados y orgasmos apoteósicos. Una vez que terminaban de apagar sus fuegos mutuos, se quedaban abrazados bajo la penumbra de la habitación, conversando de todo lo que les venía a la cabeza, hasta que el sueño los vencía y se quedaban profundamente dormidos. Una manera deliciosa y reconfortante de acabar la noche.
El terminar discutiendo también era una opción bastante recurrente, pero Sacris prefería no recordar aquellos momentos.

Sacris abrió la nevera y rebuscó entre la comida congelada, sabía que Bella escondía el helado de chocolate en algún lugar del frío contenedor. La chica se empinó lo más que pudo y alargó el brazo hasta el fondo del congelador ¡Bingo! El tesoro achocolatado salió por entre las judías y zanahorias picadas. El envase de Häagen-Dazs la miró triunfante y seductoramente. Las hembras de la casa lo tenían clasificado como el peor de los pecados capitales, que había sido creado en el mismísimo infierno para tentarlas a todas. Mejor ni decir como se le llamaba cuando alguna se ponía a dieta y como siempre había una que no quería dejarse llevar por aquella cremosa tentación almendrada, se escondía en un lugar “seguro” donde, obviamente, todas sabían dónde estaba, pero nadie lo decía en voz alta y en las leyes del club de féminas, decir la ubicación de tal peligro público, era considerado traición con pena máxima. Claro, que aquel envase marrón y blanco no duraba más de una semana, pero siempre había alguien que lo reponía, sin decir palabra. La droga siempre debía estar disponible para cualquier angustiada, deprimida, ansiosa o simplemente, hambrienta mujer necesitada de algo dulce.

Preparada ya con cuchara en mano, Sacris abrió el cofre endemoniado y escondida tras la gran puerta del congelador aun abierta, saboreó el helado lamiendo la cuchara con devoción.

—Estoy muriendo de sed, voy a la cocina ¿Alguien quiere algo de beber?— Preguntó Qhuinn a sus amigos mientras entraban al vestíbulo de la mansión.

—Yo paso, gracias. Creo que me iré directo a la cama, hoy fue una noche agotadora.—Respondió Blay, despidiéndose con la mano y yendo directo hacia la gran escala central.

También paso, Xhex me está esperando y no quiero hacerla enfadar, ya saben…—Gesticuló John con una sonrisa picaresca en el rostro.

Qhuinn sonrió con complicidad, sabiendo que esa noche los vecinos harían más ruido de lo habitual.

—Pero intenten no romper la cama como la última vez. Por el menudo estruendo que se escuchó, con Sacris creímos que habían puesto una bomba en tu habitación…Que duerman bien señores.

Y tú también querido amigo.— Dijo John dando una palmadita en el hombro del macho y luego se fue tras Blay.

Cuando Qhuinn entró en la cocina, lo único que vio fue la luz saliendo por entre la puerta de la nevera abierta y dos largas piernas desnudas asomándose bajo ella. El macho se estremeció de regocijo y aspiró gustoso el dulce aroma de su hembra. No podía haber soñado con mejor recibimiento que este.

Sacris notó la presencia de su macho invadiendo por completo la cocina y sonrió en silencio. Se iba a girar para saludarlo, pero Qhuinn llegó como un vendaval hacia ella y la sujetó por detrás con un brazo aprisionándola por sobre los pechos.

Todo el cuerpo de la hembra se tensó y relajó en un segundo, invadiendo de placer todos sus centros nerviosos.

Los labios de Qhuinn se posaron sobre su cuello y luego se arrastraron lentamente hasta llegar a su oído.

—Buenas madrugadas, leelan, te he pillado in fraganti ¿Cierto?—Susurró Qhuinn arrastrando las palabras sensualmente.

Sacris emitió un débil gemido y Qhuinn bajó la mano que tenía libre hasta uno de sus muslos, enterrando sus dedos en la tierna y cálida carne.

—Ahora tendrás que compartir tu botín conmigo…

La hembra sacó otra cucharada colmada de helado y la llevó hacia la boca del macho, quien la tomó entre sus labios, dejando que se deslizase despacio por su cavidad.
Seguidamente, Qhuinn giró a Sacris para dejarla frente a él, pero sin aflojar el agarre y se abalanzó violentamente sobre la boca femenina, cubriéndola por completo. Por la ferocidad del ataque, Sacris se tambaleó y retrocedió hasta que su espalda chocó contra la nevera, sintiendo como el humo glacial que salía del congelador le helaba la espalda y pasaba a través de ella como una densa neblina invernal.

El beso se sentía igual de gélido, con el fuerte sabor del chocolate invadiendo sus papilas gustativas y los pequeños trozos de almendras chocando contra sus paladares.
Sus cremosas lenguas se fueron derritiendo, haciendo desaparecer el helado y sus juicios.

Blay contuvo la respiración todo lo que pudo y volvió a cerrar despacio la puerta de la cocina. Por suerte, la pareja no se había percatado de su presencia. Difícilmente podrían haberlo hecho, ya que Sacris y Qhuinn habían volcado toda su atención en hacer el amor encima de una de las mesas frente al refrigerador. Hacía bastante tiempo que no veía a Qhuinn en plena acción y Blay, realmente no había tenido ningún interés en verlo teniendo sexo con Sacris. No, con ella no. Muchas veces había visto a su amigo follando con desconocidas y muchas otras veces, él mismo había participado de aquellos encuentros grupales sólo para empaparse de la magnificencia de Qhuinn, pero ahora, las cosas claramente habían cambiado. El macho había querido desviar la mirada y regresar a su habitación, pero no pudo. La tentación había sido mucho más fuerte.

Maldición

Ahora no sólo quería conservar la imagen de Qhuinn, sino también la de su hembra.
Se apoyó leventemente sobre el marco de la puerta, asomándose por entre la abertura y se quedó ahí observándolo todo.

Sacris estaba sentada con ambas manos apoyadas sobre la gruesa encimera de mármol, con las piernas abiertas, las bragas colgando de un tobillo y la amplia camiseta subida hasta los pechos. Blay sólo podía verla de espalda y se sorprendió al ver la marca completamente roja cubriendo el dorso femenino. Nunca antes la había visto en todo su esplendor. El tinte parecía tener vida propia, reaccionando obedientemente a las caricias de Qhuinn, volviéndose más oscura a cada roce. La hembra había ladeado la cabeza para exponer su garganta, el cabello se le había caído todo hacia un lado y revoloteaba juguetón sobre el blanco mármol. Sacris gemía, oh sí que lo hacía. Cada suave y callado jadeo, encendía más las pasiones de su macho, quien la atendía con dedicación besándole el cuello, los hombros y bebía de sus pechos sumamente absorto. Los dedos de Qhuinn se enterraban en la piel femenina para sujetarla firmemente contra él.
Técnicamente, no la estaba penetrando, porque aun seguía completamente vestido, pero la embestía deliciosamente en su entrepierna, gruñendo a cada estoque.

Blay reparó que si bien había una tremenda necesidad de aparearse, no se percibía la urgencia, ni el apuro de consumar inmediatamente el acto sexual. La pareja se estaba dando su tiempo para disfrutar plenamente el uno del otro. En el pasado, su amigo, sólo había buscado el sexo rápido, el cual siempre estaba sujeto a hacerlo en lugares poco privados, ya sea en el vestidor de una tienda o en el baño de un club. El romance nunca había entrado en escena, ni la preocupación, ni mucho menos el amor. Era por eso que ahora, era todo tan distinto. Qhuinn no estaba teniendo sexo anónimo, estaba haciendo el amor con la hembra que él había elegido, no para pasar el rato, si no para vivir con ella el resto de sus tiempos. Y aunque Blay no se sentía del todo satisfecho con esta elección, no podía negar que lo que estaba presenciando era completamente hermoso y sublime.

Ambos cuerpos encajaban a la perfección, reluciendo a cada movimiento, a cada mordida, a cada beso. La dulce danza erótica había subido notablemente la temperatura dentro de la cocina y la ola de calor que emanaban llegó bailando vaporosamente hasta Blay, que sintió como aquel fervor iba quemándole la piel y el bulto bajo su pantalón.

El envase de helado yacía impertérrito tras la hembra. Todo su contenido ya se había derretido y chorreaba lentamente por sobre los bordes. Blay no lo había notado hasta que Qhuinn sin dejar de frotarse contra Sacris, metió por completo su mano dentro del recipiente, cubriéndose del achocolatado contenido. Luego con la misma mano agarró una de las piernas femeninas y la elevó por sobre sus hombros, arrastrando la crema derretida por toda la blanca piel, primero con los dedos y luego con la lengua. La hembra se arqueó siseando tan fuerte que el mismo Blay se estremeció de placer.
El helado llegó hasta los más recónditos rincones femeninos y la rosada lengua de Qhuinn se fue arrastrando lentamente por ellos, lamiendo todo a su paso. Sacris temblaba cada vez que el macho pasaba a llevar sus zonas erógenas, la vena en su garganta, el valle entre sus pechos, los pezones erectos, su ombligo y más abajo, el mismo dulce centro de su sexo.
La cabeza de Qhuinn bajó hasta el interior de los muslos femeninos, para lengüetear el chocolate que había caído entre los tiernos pliegues rosados, profundizando aquel íntimo beso, como dos pares de labios fundiéndose, batallando entre sí y entrelazándose sensualmente. Sólo habían bastado unos minutos para que Sacris se tensara por completo, entrecerrando los ojos y desenfundara los colmillos con un profundo jadeo.
Qhuinn había rugido de satisfacción al ver a su hembra corriéndose. Los labios del macho se notaban inflamados y ardorosos, los ojos le brillaban salvajemente y se relamía complacido los restos de crema que habían quedado sobre su boca. Por el aroma, se pudo saber que no sólo había estado saboreando chocolate.

Blay se quedó sin aliento al ver como la hembra llegaba a su primera liberación. La sangre viajó directamente hacia su miembro como una flecha de hierro caliente. Sentía la mandíbula tirante y las manos sudadas.

Así era como realmente se amaban un macho y una hembra…

Sacris, que apenas había podido contenerse, cayó hacia atrás, chocando con todo lo que había sobre la mesa. Desesperadamente barrió lo que le entorpecía y cayeron un par de cucharas estrepitosamente al suelo. Lo demás había quedado tambaleando en un peligroso equilibrio. Sus manos se aferraron al borde de la cubierta hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Qhuinn, en tanto, se había separado de ella sólo un instante para acomodarla mejor. Se levantó, la asió violentamente por las caderas, sujetándola por los muslos y la arrastró hacia él hasta quedar a la altura de su cintura.
Las piernas de la hembra quedaron colgando por sobre los brazos del macho y las pieles aun algo embadurnadas con helado se pegaban o resbalaban según fuese la superficie donde tocasen. Sólo le tomó un segundo a Qhuinn desabrocharse el pantalón y liberar su polla completamente erecta. La gruesa longitud brillaba tenuemente en su punta color cereza. Sacris no lo había estado mirando en todo ese momento, pero en cuanto había escuchado el sonido de las telas, comenzó a gemir entrecortadamente por la expectación. Ella sabía perfectamente lo que sucedería ahora, lo ansiaba, lo añoraba, lo exigía y abrió aun más las piernas para exponerse a su macho, para indicarle donde era que exactamente lo necesitaba.

Qhuinn rugió por lo bajo, levantó el culo de la hembra con ambas manos y se posicionó en la entrada femenina, pero para el asombro de Blay, no hizo nada más. No entró, ni la folló como un animal. Sólo se quedó quieto, muy quieto, como esperando algo…

¿Acaso esperaba a que ella fuese la que se impusiese?¿La que diese la orden?

Sacris levantó levemente la cabeza y fijó la amatista mirada en su macho. No hubo siquiera un parpadeo, ni un suspiro, si no el más sepulcral de los silencios. La hembra elevó paulatinamente un pie y lo puso sobre uno de los pectorales del macho, arrugando la camisa que lo cubría. Flexionó la rodilla y empujó duramente, empalándose a si misma hasta el fondo de su ser. Qhuinn gruñó ferozmente hasta estremecerse por completo.

Blay jadeó y luego se tapó la boca con ambas manos. Su miembro se erguía furioso, rebotando contra las telas del pantalón. Nunca antes había deseado penetrar a una hembra y no era que quisiera hacerlo con una, pero de cierta manera se sentía identificado con Sacris. Joder, en esos momento quería ser ella, estar en su lugar y sentir como la polla de Qhuinn se enterraba en él con ese mismo salvajismo. Por un momento fantaseó con ser parte de ese dúo y convertirla en un trío. Quería poder compartir ese frenesí, ese desenfreno. Pero la fantasía se había desvanecido rápidamente, porque sabía que no sería capaz de soportarlo y también porque sabía que Qhuinn jamás lo haría participe de ello. No compartiría a Sacris con nadie, sin importar que supiese que él era gay. Blay se preguntó si Sacris pensaría igual…

¿Compartiría ella a Qhuinn?

No, no lo haría. Maldición, debía dejar de pensar en tonterías. La mano de Blay descendió hasta el interior de sus bóxers y agarró el miembro caliente entre sus dedos, presionando fuertemente hasta que sintió el dolor necesario para olvidar la excitación que lo estaba hundiendo en la perdición.

Toda la mesa vibraba al compás de los cuerpos meciéndose al unísono, con Qhuinn parado frente a Sacris, penetrándola con dureza. Su verga resplandecía cada vez que salía de ella y el delicioso aroma especiado de la vinculación, más los propios del sexo, causaron estragos en la cordura de Blay. La mano que sujetaba firmemente su polla, dejó de causarle dolor y comenzó a resbalarse de arriba hacia abajo con apremio.
Inconscientemente estaba siguiendo el ritmo del acto sexual que se estaba desplegando tras la puerta que los separaba. Se sentía sucio y a la vez caliente como una hoguera.
Todo su cuerpo cayó pesadamente contra el marco de la puerta, intentando permanecer de pie.

Sacris yacía sobre su espalda, desnuda y con parte de su cuerpo aún llena de chocolate.
Se sujetaba firmemente a la piedra, arqueándose y contorneándose como una elegante serpiente. Estaba completamente ida, sumida en el delirio absoluto. Mantenía una de las piernas flexionada sobre Qhuinn y la otra colgaba inerte por el borde, pero el macho se la sujetaba por el muslo para facilitar su entrada.

La velocidad de las embestidas se fue incrementando y el volumen de los jadeos, gruñidos y gemidos también. Blay continuó bombeándose intentando acallar sus propios sofocos. La hembra estaba a punto de correrse y él podía sentir la misma sensación. Una corriente eléctrica les subió por el espinazo, estremeciéndoles el cuerpo arrebatadamente. Ambos se tensaron en el punto culmine y ambos gimieron el nombre de Qhuinn al llegar al orgasmo con múltiples espasmos. Blay sintió la mano empapada de sus propios fluidos y suspiró pesadamente al reparar que había llegado hasta el final de aquella locura. Pero el espectáculo aun no había terminado, faltaba que Qhuinn culminase con su último acto, el mejor de todos, su propia liberación.

Blay respiró trabajosamente al ver como su amigo cerraba firmemente los ojos y apretaba los dientes. En ese preciso momento Sacris echó la cabeza hacia atrás y miró hacia la puerta. Blay espantado, intentó desesperadamente salir del campo visual, pero había sido demasiado tarde. Los ojos de la hembra se habían quedado prendidos en él.
Blay se sintió tremendamente fuera de lugar, estúpido e incorrecto. Un puto fisgón. Los colores se le subieron por el rostro de pura vergüenza. Lo más probable es que Sacris detuviese a Qhuinn en ese mismo instante y le advirtiese que estaban siendo vigilados, pero nada de eso ocurrió. La hembra no hizo ningún amago de interrumpir a su macho, ni tampoco de refrenar su propio placer. Sacris no parecía estar incómoda ante el hecho de estar siendo observada, para colmo, por el mejor amigo de Qhuinn. Este último, seguía completamente ajeno de lo que se estaba sucediendo a su alrededor. La hembra sólo dejó de mirarlo cuando cerró los ojos para disfrutar del último bombeo masculino.
Qhuinn se corrió con el nombre de ella entre sus labios y Sacris sonrió murmurando el nombre de quien estaba tras la puerta.

Blay…

Qhuinn abrió los ojos como plato, sorprendido, pero todavía jadeando. ¿Por qué demonios Sacris se estaba acordando de su mejor amigo justo ahora? De inmediato miró hacia la puerta y se percató con algo de asombro en sus ojos, de que no estaban del todo solos. Se salió de su hembra cuidadosamente y su miembro se disparó aun caliente y llameante.

—¿Blay?

El aludido carraspeó sin saber muy bien que decir, decidiendo que era mejor que se mantuviese tras el umbral protegido en la oscuridad.

—Lo siento, no era mi intención…husmearlos…Sólo vine por un bocadillo y resultó que la cocina….uhm…estaba ocupada…

Sacris se sentó sobre la mesa completamente desnuda, con la brillante humedad derritiéndose entre sus piernas. No se vistió y Qhuinn tampoco lo hizo. La hembra agarró el envase de helado, del cual quedaba muy poco y metió uno de sus dedos para quitar lo que chorreaba por el borde.

—¿Helado?— Dijo Sacris lamiendo la crema de sus dedos.

Qhuinn se quedó atónito, pero luego se largó a reír a carcajadas.

—¿Desde cuándo sabías que Blay estaba ahí?

Blay dio un respingo, temiendo a aquella respuesta.

—Mmm…Desde el comienzo.— Reparó la hembra encogiéndose de hombros.

Qhuinn sacudió la cabeza divertido y resopló profundamente.

—Vamos Blay, no te quedes ahí parado, entra de una vez.—Dijo el macho tranquilamente.

—Mejor será que me vaya a mi habitación…De verdad, lo siento mucho. Les ofrezco mis más sinceras discul…

—Entra.— Demandó esta vez Sacris.

Los ojos violetas de la hembra le advirtieron a Blay que no estaba bromeando y entró a la cocina evadiendo su mirada y así también su desnudez.

—Cariño, vístete. No pongamos a Blay aun más nervioso.— Pidió Qhuinn pasándole la camiseta y las bragas.

—No creo que haya sido yo la que atrajo su atención…

—Sacris…—Espetó Qhuinn, con reproche.

La hembra bufó y comenzó a vestirse. Qhuinn se acomodó también el pantalón.

—Ya puedes mirar.

Blay así lo hizo y el rubor seguía cubriéndole el rostro. Qhuinn, no se veía preocupado, ni nervioso. No intentó siquiera volver a marcar su territorio. No hizo nada más que desenvolverse naturalmente como siempre lo hacía cuando estaba con él. Abrió el refrigerador y comenzó a sacar pavo trozado, mayonesa y lechuga. Se lavó las manos en el fregadero y buscó el pan en la lacena.

—¿Tienen hambre? Yo desfallezco…—Dijo Qhuinn mientras preparaba tres enormes emparedados.

Sacris asintió y comenzó a balancear las piernas que colgaban de la mesa. Luego se bajó para ir por tres cervezas heladas. Le pasó una a Blay, quien aun intentaba descifrar la mirada de la hembra, sin saber como interpretar su actitud y su sospechosa pasividad.

¿Intentaría matarlo cuando estuviesen solos?

Una vez que Qhuinn acabó de preparar el alimento, se lo ofreció primero a su hembra, luego a Blay y no comió del suyo hasta que vio que los demás diesen el primer bocado.
Era extraño, pero Blay dejó de sentirse incómodo y comenzó a disfrutar de la comida, siendo que minutos antes la pareja que estaba frente a sus ojos, había estado haciendo el amor y él había estado tocándose y excitándose a costa de ellos.
De cierta forma, ellos lo habían integrado de manera implícita sin rechazarlo ni condenarlo. Los observó detenidamente mientras comían. Sacris y Qhuinn continuaban lanzándose miradas lascivas, compartiendo aun el preciado momento post-coito, pero ahí también estaba él, sabiendo perfectamente que era lo que había ocurrido y como había ocurrido.

—¿Al menos lo disfrutaste?— Preguntó Sacris con una sonrisa pícara, mirando la bragueta de sus pantalones.

Blay abrió los ojos de par en par y se atragantó con el pan, tosiendo sin poder respirar. Qhuinn se acercó a él, palmeándole fuertemente la espalda, intentando tragarse la risa.

—Vamos Sacris, déjalo ya…Nuestro Blay tuvo suficiente por esta noche ¿No crees?

—Me preguntó qué diría Saxton de todo esto…

Oh demonios, Saxton, se había olvidado por completo de él. ¿Contaría esto cómo infidelidad? Joder, de seguro que sí. El remordimiento se alojó en el corazón de Blay con pesar y dolor.

Sacris al ver la apesadumbrada mirada de Blay, se arrepintió de haber hecho tal condenación. Dejó el resto del emparedado sobre la mesa y se acercó al macho, percibiendo en él, el fragante aroma del esperma, sudor y vinculación.

—Hey, lo siento. No quería hacerte sentir mal. Sólo estaba bromeando, Saxton no tiene porque enterarse ¿Cierto? Blay, no hiciste nada malo. Yo no me siento para nada incómoda y Qhuinn, pfff, menos. Somos familia ¿O no? Nuestras rencillas y diferencias ya quedaron en el pasado…Eh, trahyner, mírame cuando te hablo…

Sacris tomó la barbilla del macho y la alzó tiernamente hasta que sus miradas se encontraron.

—Blay, eres mi hermano, mi felicidad es la tuya…¿Recuerdas?

Blay asintió levemente y suspiró aliviado. Dio gracias a la Virgen Escriba por haber puesto en su camino a aquellas personas.

Qhuinn los observó algo confundido.

—Creo que me he perdido de algo…

—Tsk…No es nada.—Dijo Sacris empujando a Qhuinn fuera de la cocina.—Ahora ve arriba a preparar el baño…

—¿No irás conmigo? — Preguntó el macho con el ceño fruncido.

—Sí, pero antes quiero limpiar algo del desastre que dejamos aquí.

—Está bien, te espero arriba…— Y el macho salió de la cocina dejando a Blay y Sacris solos.

—Te ayudaré a limpiar.— Dijo Blay recogiendo diligentemente las cosas que habían caído al suelo.

Sacris agarró un paño y comenzó a limpiar la mesa, borrando el rastro del chocolate y de la lujuria.

Cuando hubieron terminado, Blay se aprestó a salir despidiéndose, pero Sacris lo detuvo agarrándolo del brazo, girándolo violentamente hacia a ella. Sus cuerpos se estrellaron y Sacris sin dar ninguna tregua, se abalanzó contra los labios del macho bruscamente.

Blay se quedó estupefacto, con los ojos bien abiertos y los brazos cayendo flojos por sus costados. No podía creer que Sacris lo estuviese besando y quedó aun más sorprendido cuando sintió la lengua de la hembra abriéndose paso por su boca. No pudo detenerla, estaba demasiado desconcertado como para rechazarla y a pesar de que los besos de una hembra no le atraían para nada, el de Sacris se sentía distinto. Demasiado. Era caliente, húmedo y dulce. Firme y delicado a la vez. La tersa lengua lo acariciaba gentilmente dentro de su cavidad. Sus labios se apretaban contra los de él, quemándolos a cada sutil succión.
El pelirrojo, sin darse cuenta, había comenzado a ceder ante el atraco, cerrando los ojos y ladeando la cabeza para profundizar mejor el beso. No la había tocado en ningún momento, sus manos permanecían firmes lejos de ella, aunque no había podido negar el deseo de tocarla. De pronto, comenzó a sentir la mano femenina subiendo por su camisa, deslizándose sobre sus abdominales, luego por sus pectorales, hasta llegar a su cuello. Los largos dedos de Sacris comenzaron a acariciarle la nuca, enredándose levemente con sus cabellos. Blay gimió ante el placentero contacto y aquel simple gesto, aquel callado sonido, hizo que Sacris se encendiese por completo. Todo su cuerpo había comenzado a arder y un grave gruñido, surgía potente desde su garganta.
Fue entonces que Blay lo comprendió todo y como era que se habían dividido los papeles. Sacris era el macho y él la hembra. A pesar de que ella era mucho más baja y menuda que él, la energía y aura que irradiaba se percibía feroz, letal y poderosa y lo había envuelto predadoramente, dominándolo, empequeñeciéndolo. Ella era un guerrero y estaba haciendo uso de esa condición para consumirlo. Blay se estaba incinerando y haciendo cenizas.

—Por favor…Sacris…Detente…—Susurró el macho contra la boca femenina.

Sacris abrió los párpados, revelando sus enormes amatistas.

—¿Seguro que es eso lo que deseas…?— Ronroneó Sacris uniendo sus caderas a las del macho, presionando el duro bulto que escondía bajo los pantalones.

Blay jadeó sin poder respirar y asintió compungido. Sacris regresó hasta su boca y mordió el ya inflamado labio inferior. Luego se arrastró hasta su oído, mordiendo el lóbulo a su paso.

—Ahora somos dos los infieles…pero debo admitir que ha valido la pena…Esto es a lo que se llama compartir la culpa. Aprende a confiar en tus amigos, Blay. Quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, para lo que sea. Odio que sólo me veas como la “hembra” de tu mejor amigo. También soy un guerrero, un hermano…recuérdalo.

Y antes de que Blay pudiese decir algo, Sacris se desvaneció en el aire.

El susurro de la hembra quedó flotando dentro de su oído. El calor de su piel aun se percibía latente sobre él, junto con el aroma de la vinculación. Y la excitación del momento, permanecería por siempre en sus recuerdos.

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