10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 05

Luego de la pequeña reunión con los hermanos respecto a la prueba de Sacris, Wrath despidió a los guerreros de su despacho, quedándose en completo silencio.
Se restregó las sienes y las comisuras de los ojos. Estaba cansado de su trabajo y preocupado por aquel nuevo integrante que ahora viviría bajo su techo. Sobre su escritorio descansaba la carpeta de archivos que habían enviado directamente desde la casa de Sacris, pediría a Beth que lo leyese para él, pero antes de que pudiese descolgar el teléfono percibió aquella ya familiar presencia que llenaba de energía el ambiente.
Se levantó del asiento para hacer una leve reverencia.

—Virgen Escriba, me honra con su visita.

La pequeña mujer de túnica negra, con la cegadora luz blanca brillando por debajo de las telas, parecía intranquila.

—Siéntate Wrath. Hoy no estoy de humor para palabrerías, así que iré directa al grano. Vine a hablarte de Sacris.

Wrath supo entonces que ya no sería necesario leer ningún papel.



Sacris regresó alrededor de la medianoche a su departamento con un montón de cosas revoloteando en su cabeza, a pesar de lo agotador que había sido el día aun no tenía ganas de dormir, como le había recomendado insistentemente Jane. Tenía hambre y decidió aplacarla pidiendo una pizza a domicilio.
Mientras esperaba que llegase la comida, se tumbó en el mullido sofá y encendió la televisión. Pero no logró concentrarse en las imágenes que destellaban desde la gran pantalla. Pensó en lo que le había dicho V respecto a su desempeño en la prueba. Los hermanos habían quedado complacidos con su técnica y veían gran material de guerrero en ella para explotar, pero al final todo sería decisión de Wrath y esto era lo que le preocupaba. No parecía que el rey estuviese muy convencido con su persona. Lo más probable es que cuando viese su expediente no la considerase como un buen elemento para el grupo, para integrar en sus vidas y sería algo lógico.
Si no la aprobase ¿Tendría que dejar de ver a V, Jane y a…Qhuinn?
Cuando había salido de la oficina de Jane, el macho ya no estaba en el pasillo, ni en el vestíbulo. No la había esperado ¿Tendría que haberlo hecho? Vamos, había sido sólo un beso, tal vez no había significado nada para él.
Oh, dioses, ese era otro tema que la ponía demasiado ansiosa. No sabía cómo enfrentar a ese macho ni a sus propios sentimientos.
Se tocó inconscientemente los labios recordando la electricidad de aquel beso, se había sentido tan condenadamente bien, deliciosamente celestial, hasta que el miedo la embargó al sentir su masculinidad contra ella. Su cuerpo estaba completamente dispuesto, pero su lado racional la había instado a detenerse.
¿Esto era meramente atracción o eran síntomas de enamoramiento?
Como saberlo si nunca antes había experimentado algo igual. Tal vez podría corroborarlo intentando con otro macho antes, algún otro que no fuese tan intenso como Qhuinn…
El sonido del timbre llamando a su puerta la sacó de sus cavilaciones.
Bien, la pizza había llegado.

—Que bien que pediste doble pepperoni. Es mi favorita.

Sacris pestañeó una, dos, tres veces mientras su mandíbula caía hasta el suelo.
Qhuinn estaba parado frente al umbral de la puerta, husmeando la pizza que había pedido. No sabía qué olor era el que llegaba con más potencia directo a su estómago, si el de la masa italiana o aquella fragancia especiada que emanaba el macho.

—¿Me dejarás pasar o comeremos en el pasillo?

Como siempre a Qhuinn se le veía muy desenvuelto y seguro de sí mismo, mientras que ella estaba hecha un manojo de nervios. No quería echarlo, pero tampoco quería que estuviesen los dos solos en la misma habitación. Sabía que su cuerpo reclamaría lo suyo y que su mente no lo atajaría esta vez. ¿Dónde demonios estaba su autocontrol justo cuando lo necesitaba?

—Claro, pasa…espera ¿Cómo conseguiste mi dirección?— Sacris aun no lograba conectar todas sus neuronas.

—Digamos que por ahí…pero nadie sabe que vine. John se quedará con Xhex en casa esta noche así que estoy cubierto.— Qhuinn entró al departamento mirando a su alrededor, como buscando a alguien más.

Xhex…la shellan de John.

—¿Estás sola?— Preguntó el macho observando curioso el lugar.

Y si no lo estuviera, Qhuinn sacaría a quien fuera a patadas.

—Si, obvio…pero ¿Qué tiene que ver John con que salgas o no?— Sacris no acababa de encontrarle sentido a aquella afirmación.

Qhuinn le indicó la marca con forma de lágrima bajo su ojo.

—Soy su Ahstrux nostrum.— Dijo muy orgulloso de su condición.

—Oh wow, ya me preguntaba con quien tenías tal pacto.

Sacris le quitó la pizza de las manos y fue a la cocina en busca de un par de platos y servilletas. Cuando regresó al salón Qhuinn se encontraba tumbado a lo largo del sofá, con una pierna estirada por encima del acolchado y la otra reposando sobre el piso. Se había quitado los shitkickers, la chaqueta y la sobaquera con el arma reposaba en la mesita lateral, siempre a mano.
Joder ¿Por qué tenía que ser tan guapo? Llevaba una camiseta negra ajustada que marcaba sus perfectos músculos y los jeans desgastados también hacían lo suyo amoldando sus apretados muslos. Dos metros de hombre, de amenazante tentación con labios carnosos entrenados para enamorar todo lo que tocasen.

Nerviosa, dejó la pizza junto a los utensilios frente a ellos y se acomodó sobre un cojín en el suelo, evitando en lo posible cualquier contacto entre ellos.

Qhuinn la miró extrañado.

—Aquí hay espacio suficiente espacio para los dos, no tienes por qué sentarte en el piso. Ven, acomódate junto a mí.

El macho le hizo un gesto para que se sentase en el espacio entre sus piernas.

—Estoy bien aquí…gracias. — Sacris desvió la vista hacía el televisor, para que no se notase el rubor que subía por sus mejillas. Sentarse con él sería un gran y estúpido error.
Aquel macho era un Casanova experto, era obvio que cada palabra que saliese por su boca era premeditada y debidamente estudiada. Prefería no calcular cuantas más habían caído con lo mismo.

Qhuinn soltó un bufido de exasperación. Aquella hembra se lo estaba poniendo difícil y estaba perdiendo la paciencia. Ya había sido sumamente considerado ¿Cuánto más tendría que esperar antes de tomarla? No iba a caer en este jueguito del tira y afloja. Y a
Sacris no le quedaba bien el papel de muñequita virginal. Maldición, esto de cortejar no era para nada lo suyo, pero debía calmarse, era eso o perderla. En el peor de los casos terminaría siendo golpeado por ella, pero eso al menos contaba como contacto físico ¿Cierto? Necesitaba sentir al menos algo de su piel tocándolo de nuevo. Si sólo pudiese besarla otra vez…

—Preciosa, yo…

—Voy a buscar algo para beber ¿Gaseosa o cerveza?— Sacris ya se había parado rumbo a la cocina, ignorándolo.

—Cerveza, toda la que tengas.— Resopló Qhuinn. Tal vez el alcohol borrase la tensión entre ellos.

Y Sacris estaba pensando exactamente lo mismo, así que sacó un pack de seis Coronas de la nevera, regresó al lado de Qhuinn y le ofreció una. Éste no dejaba de mirarla, pero haciendo caso omiso de aquellos intensos ojos, volvió a su sitio, sacando de paso un trozo de pizza, pero antes de que la llevase a la boca, el macho súbitamente llegó hasta ella arrebatándole la comida.

—Esto me está matando, así que al menos déjame alimentarte.— El tono de su voz era ahora grave, casi en un gruñido. El oscuro y picante aroma salió de la piel ahora en un torbellino.

Sacris dio un respingo al sentirlo tan cerca, más aun al tomar consciencia de lo que le estaba ofreciendo. Sólo las parejas se alimentaban entre sí y ellos eran… absolutamente ¿Nada?
¿Por qué todo tenía que ser tan confuso?
Qhuinn parecía enojado, algo completamente comprensible si ella seguía comportándose como una tonta.
Y una vez más su corazón la traicionó, palpitando rápidamente, reclamaba por ser atendido. Se dejaría llevar sólo esta vez…no había nada malo en alimentarse…

Así que lentamente abrió la boca para recibir lo ofrecido.

La expresión de Qhuinn se ablandó al instante. Lentamente la tensión iba desapareciendo dando paso a la tranquilidad para disfrutar del momento. Se acomodó frente a ella, envolviéndola entre sus piernas, juntando los pies tras su espalda, para que no pudiese escapar. No la dejaría ir hasta que terminase de masticar el último bocado.
Necesitaba darle de comer, verla tragar lo que él le ofrecía, hasta asegurarse de que estuviese satisfecha. Que bien se sentía alimentar al ser amado. No pudo proporcionarle su vena cuando lo necesitaba y eso lo había hecho sentir sumamente desdichado, miserable y por sobretodo, jodidamente celoso.

— ¿Y tú no vas a comer? Me sienta mal estar comiendo sola...

—No quiero comer. Sólo me importa que sacies tu hambre.

Un macho jamás quitaría la comida de la boca de su hembra. La prioridad era ella, sólo ella…Mierda, esto de la vinculación era todo instinto y entrañas, como si llegase a ti un conocimiento antiguo del cual no tenías consciencia hasta que encontrabas a tu otra mitad. Mi otra mitad. Mía.

—Ya no quiero más, así que come…— Hizo una pausa antes de continuar, no sabía cómo decirlo sin que sonara descortés —y… ¿a qué viniste?— Lanzó la servilleta sobre la mesa de centro después de limpiarse las manos.

Qhuinn ya había engullido su primer trozo de pizza en menos de dos bocados, como si fuese un petit bouche. Se relamió los dedos antes de hablar.

—A verte, obvio.— Dijo, mientras empinaba la botella de Corona sobre sus labios.

—Ya nos vimos hoy…— Sacris desvió la vista al recordar lo sucedido horas antes.
Y se habían más que visto, se habían besado y restregado como si fuese el fin del mundo.

—Por eso mismo vine a comprobar cómo estabas, Uhm… ¿Aun te duele el brazo?
Hizo el ademán de tocar la extremidad, pero se abstuvo por miedo a causarle dolor.

—No mucho…pero ya está bien…gracias.

Silencio incómodo…más silencio incómodo. Y luego como si hubiesen puesto de acuerdo hablaron al mismo tiempo.

—Hoy para mí…— Dijo Qhuinn.

—Yo hoy…— Comenzó a decir Sacris, pero se detuvo antes de acabar la frase. Quería escuchar lo que tenía que decir el macho. —Lo siento ¿Qué decías?

—Tranquila, habla tú primero…

—No…por favor, termina de decir lo que…

Se quedaron mirando esperando que el otro pudiese terminar alguna frase, pero como ninguno se animó a decir nada, terminaron riendo a carcajadas.

—Estamos comportándonos como estúpidos ¿No es así?— Dijo Sacris divertida y ya completamente relajada al ver que para ambos la situación era igual de embarazosa.
Podían ser expertos con las armas, pero completamente novatos con las palabras.

Qhuinn asintió con la cabeza mientras sorbía el último trago de su cerveza, al terminar dejó la botella sobre la mesita, luego se giró hacia Sacris concentrando su atención en ella, ya más decidido sobre qué decir.

—Creo que hemos comenzado esto de mala manera ¿Qué tal si ahora lo hacemos bien?

—Ok ¿Cuál es tu idea?— Sacris se acomodó en su puesto, apoyándose en una de las piernas de Qhuinn.

—Hagámoslo de la manera convencional. Preguntas y respuestas ¿Te parece?

Qhuinn rió para sí mismo, era primera vez en la historia que le interesaba saber de alguna hembra sin pasar directamente al sexo, y quería saberlo todo sobre ella.

—Me parece perfecto. Vamos, dispara, estoy lista.

Sacris no pretendía mentir, si Qhuinn no podía soportar todas las respuestas, significaba que realmente no valía la pena seguir con esto.

—Ya sabemos nuestros nombres así que obviaré esa. ¿Edad?

—23 años, nacida el 29 de Julio.

—Wow, sabía que eras joven pero no tanto, pensaba que tenías un año menos que yo…¿Sería muy impertinente de mi parte preguntar cuándo pasaste la transición siendo tan joven?

Era una de las grandes dudas de Qhuinn.

—Para nada…la pasé a los 14.

Qhuinn abrió los ojos como platos, nadie pasaba por el cambio tan joven, pero averiguaría sobre eso más tarde.

—¿Dónde están tus padres?

—La mujer que me llevó en su vientre murió cuando nací…padre…no tengo.

—Los míos murieron por un ataque de los lessers, mataron a toda mi familia…

Los ojos de Sacris se llenaron de compasión, alargó una mano hacia el cabello de Qhuinn, acariciándolo con apenas un roce.

—Oh, lo siento tanto…

El macho tomó la mano entre las suyas y la besó en la palma.

—No hay nada que sentir…la verdad es que no nos llevábamos nada de bien, siempre fui la oveja negra de la familia…un completo extraño…

Sacris frunció el ceño.

—Y eso ¿Por qué?

Qhuinn hizo un gesto hacia sus ojos.

—En la glymera no están permitidos los defectos, te baja automáticamente al nivel social de…bueno, un perro, o sea, un don nadie. No se te permite socializar con el resto ni tampoco aparearte…

La hembra abrió los ojos en todo su esplendor. Nunca había entendido bien cómo funcionaba la glymera porque jamás había tenido intención de pertenecer a ella, aunque el nombre de Liam pesara sobre ella.

—¿Me estás diciendo que no se te permite formar una familia sólo por el color de tus ojos? ¡¿Qué clase de mierda es esa?!

—La misma que estás pensando, pero digamos que ahora soy libre, me importa un carajo lo que piensen esos snobs de mí. Ahora estoy con la hermandad, así que sólo me rijo por sus leyes. El color de mis ojos no cambiará, mis orejas no dejarán de estar perforadas y los tatuajes los llevo con orgullo.

—Yo también llevo mis marcas con orgullo, antes creía que sólo si llevabas cicatrices eras ignorado, no sabía que llegasen a tal extremo…

Ahora Qhuinn la miró más interesado que antes.

—¿Marcas? ¿El piercing? Ah y debo decirte que es el más sexy que he visto en mi vida…anda, déjame verlo de nuevo…

Hizo el intento de levantarle la camiseta, pero Sacris lo golpeó en las manos con una risita.

—¡Epa, alto ahí! No, no me refiero a eso, llevo dos marcas más, pero no te diré donde están.

Le sacó la lengua como una niña burlándose.

—¿Sabes que con eso sólo logras que desee arrancarte la ropa para averiguarlo?— Dijo Qhuinn en tono seductor.

—¿Y tú sabes que morirás antes de intentarlo?

—Ja, ya lo veremos.

Sacris desvió la mirada para cambiar de tema.

—Tenemos más en común de lo que creía…digamos que yo tampoco era objeto de devoción de los míos…Cuéntame, cómo fue que llegaste a vivir con la hermandad…

Las horas pasaron volando mientras narraban diversos sucesos de sus vidas, algunos tristes, otros más divertidos que hacían fluir sus risas. Lamieron sus heridas mutuamente, como si fuesen dos cachorros abandonados bajo la tormenta buscando calor y refugio.

Qhuinn preguntó sobre el asunto de la fertilización in Vitro, pero sin ahondar en el asunto de la clonación y Sacris preguntó por su fama de Casanova.

Al comienzo reaccionaron asombrados y con recelo, luego procesaron la información, digiriéndola no sin dificultad, pero al final no quedó más que la aceptación. Todo eso formaba parte de un pasado que ya no podía ser cambiado.

Y así, lentamente, fueron desnudando sus corazones capa por capa, queriendo alcanzar algún tipo de redención, quedando únicamente ellos dos tal cual eran, sin máscaras, sin vergüenzas ni secretos.

Al final se sintieron tan libres, tan livianos, que apenas podían creer todas las confesiones que se habían hecho.

Acabaron las cervezas, la pizza y unas chocolatinas rancias que encontraron bajo el sillón. Qhuinn divisó el PS3 tirado cerca de la TV, se acercó a la consola mirando el juego que tenía en su interior.

—¿Qué tal una partida de Call of Duty? A que te pateo el trasero.

Se sorprendió a si mismo queriendo retrasar el asunto de llevársela a la cama, tenía muchísimos deseos de ella, el apretado bulto bajo su pantalón se lo recordaba a cada minuto, pero esto de ser buenos amigos también era importante, para él, para ambos.

Sacris tomó uno de los controladores, sentándose en posición de yoga.

—Pfff, en tu próxima vida quizás te dé alguna oportunidad.

Dos horas después Sacris terminó lanzando el controlador lejos, gritándole al personaje muerto en la pantalla. Era buena jugando sola, pero no con un contrincante experto en la materia. Como era el último turno de Qhuinn, de seguro iba a humillarla doblándole el puntaje y no podía permitirlo. Cuando la pantalla comenzó a parpadear para dar comienzo a la siguiente escena, Sacris se lanzó contra al macho quitándole el controlador de las manos, pero al dar el primer paso para arrancar, tropezó con el cojín.

El macho la agarró en el aire y cayeron abrazados haciendo retumbar el piso.
Sacris rodó sobre su espalda, sintiendo como el brazo recientemente accidentado reclamaba por las molestias. Soltó una hilera de maldiciones que haría sonrojar hasta al más deslenguado.

La risa de Qhuinn le llegó fuerte y clara a través del oído izquierdo.

Sólo ahí se dio cuenta en la posición que se encontraban, el macho estaba literalmente sobre ella, tocándola por completo, sentía el aplastante peso sofocándola, dejándola sin respiración, pero no porque le molestase, si no todo lo contrario, estaba fascinada.

¿Cómo se sentiría estando desnudos? ¿Qué se sentiría tener a un macho entre las piernas?

El calor fue subiendo rápidamente entre ellos, fundiéndolos más en aquel fuerte abrazo.

Sacris comenzó a preguntarse todo tipo de cosas, todas relacionadas con la única materia que no había pasado en la escuela de la vida, el sexo, imaginando como sería dormir con alguien, compartir la carne y la sangre, el calor entre las sábanas, el sudor, las alegrías y las heridas. Nunca más dormir sola, nunca más sentir frío, nunca más sentir miedo, sólo amor, deseo y satisfacción…placer.
No sabía nada de nada, con suerte había aprendido a besar, pero no perdía nada con intentarlo, con probarlo. Siempre había sido una buena alumna y aquí tenía a un muy, pero muy, buen profesor.

Qhuinn supo que era hora de enseñarle a Sacris qué era lo que se había estado perdiendo todo este tiempo, y a la vez satisfacer su propia curiosidad, calmar su propia sed y alimentar su gula.

Enterró su rostro en el delicado cuello, depositando suaves besos sobre la piel descubierta. Sacris ladeó la cabeza entregándose ciegamente a aquellas caricias.
El macho, trazando un sinuoso camino con los labios, llegó hasta la boca femenina, la cual estaba esperando a ser invadida, invitándolo sugerentemente. Qhuinn la tomó con violencia, desesperado por beber de ella, arrinconándola con la lengua, peleando, devorando, hasta que ambos dejaron de respirar.

Se separaron lo justo para recobrar el aliento. El oxígeno apenas llegaba a sus pulmones. Sus ojos se encontraron ávidos, implorando por más.

El macho pasó su dedo índice lentamente por aquellos inflamados labios, tan suaves al tacto, aterciopelados, pecadores e infernales. Luego se introdujo un poco más hasta rozar uno de los afilados colmillos. Sacris lo tomó entre sus dientes y mordió impetuosamente hasta que una gota de espesa sangre resbaló por sus labios. La hembra soltó un insinuante gemido mientras saboreaba. Con la lengua atrapó el dedo succionándolo, lamiéndolo de arriba abajo por toda su longitud, extasiada. Todo el cuerpo de Qhuinn comenzó a temblar mientras ella lo tomaba de esa manera tan inocente y a la vez malditamente caliente. Aquello era demasiado excitante, delirante y eso que recién estaban comenzando, no podía ni imaginar lo que sentiría una vez que estuviese dentro de ella. Sacó el dedo y la asaltó con la boca nuevamente sintiendo el sabor de su propia sangre.
Sus caderas comenzaron a moverse paulatinamente, haciéndose espacio entre las piernas de Sacris, quien reaccionó abriéndolas más para él. Dándole la bienvenida gustosamente, soltando pequeños jadeos a cada sutil embestida.

Sin dejar de besarla, enterró una de sus manos en su cabello, acunando su cabeza, mientras que con la otra, acarició sus mejillas, bajando por su mentón, su cuello, su esternón, hasta que llegó hasta uno de sus pechos. Cabía perfectamente en la palma de su mano. Lo masajeó delicadamente, sintiendo el firme pezón bajo la camiseta. Lo agarró entre sus dedos, estirándolo cariñosamente hasta que quedó completamente erecto y sus labios fueron directamente hacia aquel dulce botón.
Sacris echó la cabeza hacia atrás y gimió fuertemente ante el asalto.
Qhuinn abandonó la caricia sólo para poder repetirla en el otro montículo que creía haber sido olvidado. Levantó la mirada y se sintió complacido al verla disfrutando con los ojos cerrados, los pómulos encendidos, la boca entreabierta emitiendo sensuales sonidos.

La velocidad de los envites se fue incrementando, sus centros chocaban dolorosamente bajo los pantalones, buscando derribar las barreras que creaban las telas.
Santísima Virgen, aquello era maravilloso, la presión deliberada, el roce belicoso.
Demonios, se iba a correr antes de tiempo si seguía así.
Su polla protestaba por ser liberada, las ropas estorbaban demasiado y la dureza del piso ya estaba resultando incómoda.
Subió hasta su oído regando ardorosos besos a su paso.

Amor, te juro que no deseo parar esto…pero creo que estaremos más cómodos en tu cama…

Sacris arrastró los labios por su rostro buscando los suyos, fue ella ahora quien lo embistió, con la lengua, los dientes. Las manos agarrándose a su camiseta, las piernas envolviéndolo por la cintura, encadenándolo a su cuerpo. Dispuesta, mojada, ardiendo.

Qhuinn se levantó llevándosela con él, sin soltar el agarre, gruñendo como un animal que al fin tenía a su preciada presa entre las garras.

Aterrizaron violentamente sobre la cama agradecidos por el mullido recibimiento. Se separaron sólo lo suficiente para que Qhuinn pudiese sacar la camiseta por sobre los brazos de la hembra, quedando sólo en un diminuto sujetador deportivo…y ¡Oh, mierda! La marca de la hermandad se asomaba por su pecho izquierdo y eso lo ponía caliente como el infierno.
No tenía idea de cómo sacar esa cosa, no tenía broche ni ningún mecanismo que se le pareciese, así que adivinó que sería igual que la camiseta.
Metió dos dedos a los costados de la tela de algodón y fue ascendiendo poco a poco, revelando lentamente la sedosa piel que mantenía oculta. Lamió bajo la curva inferior de los pechos, haciendo temblar a Sacris bajo su peso y a medida que subía el sujetador también subía la lengua dejando un rastro brillante a su paso. Cuando el suave algodón sobrepasó los pezones completamente erguidos e irritados por el jugueteo previo, se detuvo en ellos enroscándolos dentro de su boca, torturándolos, mamando de ellos completamente hambriento.
Sacris perdía cordura con cada jadeo, subió las manos por la espalda del macho hasta su cabeza agarrando de sus cabellos como si de eso dependiese su vida. Tiró de él para que mamase más fuerte, hasta que sintió su pecho completamente caliente y mojado, cada succión era dolorosa y placentera a la vez. Una verdadera locura.

Sintió como la humedad bajaba por entre sus piernas empapando sus bragas. El olor a sexo, a piel caliente, picante e intenso, subió por sus narices, llenando sus pulmones y acelerando los motores. El sujetador voló lejos cayendo sobre una de las lámparas.

Las manos de Sacris intentaron arrancar la camiseta de su amante infructuosamente, no lograba coordinar sus movimientos y por la impaciencia terminaría desgarrándola, así que Qhuinn se arrodilló sobre la cama para desvestirse.
Sacris recreó su vista embelesada por aquellos músculos del torso expuesto perfectamente marcados, alargó la mano para tocarlos. Pasó el índice por el cuello, rozando la sobreexpuesta yugular, luego se paseó por los pectorales, resbalando por la fina capa de sudor que los cubría, bajó hasta los abdominales que se endurecieron más aun bajo su tacto.
Todo fibra y nada de grasa, materia prima de un formidable guerrero, fuerza, peligro, poder, protección y sexo todo en uno. Sus colmillos se alargaron por el instinto animal de aparearse y tomar de la vena de quien ahora le pertenecía.

Mío.

Qhuinn la dejó hacer completamente subyugado bajo el dominio de su mano, exponiéndose como si fuese mercancía lista a ser comprada, absorbiendo cada caricia con deleite. Para controlar su impulso de tirarla nuevamente sobre la cama y desgarrarle el pantalón, se agarró firmemente a las sábanas, esperando a que fuese ella quien lo tomase, sumido e hipnotizado por el poder que su hembra ejercía sobre él.
El dedo de Sacris ahora estaba jugando con la cintura del jeans ya desabrochado, pasándolo horizontalmente por el bajo vientre, no tenía idea de qué hacer cuando traspasase ese límite, pero el apasionado ronroneo que salió por los labios de Qhuinn le indicó que iba por buen camino, así que continuó adentrándose por aquella tierra salvaje y desconocida, sorprendida por cómo la piel de esa zona podía ser tan lisa y suave, hasta que llegó al premio que la estaba esperando.
Santo cielo, aquello estaba tan duro como una roca.

Qhuinn antes de llegar a la cama, había acomodado a su “amigo” ladeándolo por completo dentro de sus boxers, así, por más que estuviese erecto, se mantendría en su lugar sin salir de sus pantalones, por ende sabía que Sacris tendría que meter la mano por completo antes de llegar a él y aquella dolorosa disposición habría merecido la pena.
Sintió como uno a uno los dedos de Sacris se fueron metieron dentro de sus calzoncillos buscando su miembro como si fuese un tesoro escondido. Sin resistir más el molesto jeans encima, se los quitó de un empujón llevándose los boxers con él.
El dorado mástil se disparó con fuerza rebotando en su vientre para luego quedar suspendido entre ellos. Cerró los ojos y desenfundó los colmillos. Ella no esperó más invitación que esa para tomarlo en su mano, primero torpe y delicadamente como si su polla fuese de cristal, luego, al ver que no había protestas, avanzó con más confianza, explorando algo completamente nuevo para ella.
Sacris arrastró los ojos hasta la punta rosada y brillante justo en la delicada hendidura. Pasó el pulgar sobre ella limpiando aquella fascinante humedad.
Qhuinn gimió lastimosamente haciendo que Sacris lo soltase por completo.
Abrió rápidamente los párpados para ver qué era lo que había interrumpido aquel magnífico agasajo y encontró a la hembra horrorizada.

—Lo siento…no quería hacerte daño…yo sólo…

Qhuinn tomó su mano para regresarla justo donde había estado.

—Creo que debes saber que los gemidos no sólo indican dolor y lo que estabas haciendo estaba condenadamente bien…vamos, te enseñaré cuanto más me puedes hacer gemir…

Cubriendo la femenina mano con la suya, agarró su miembro envolviéndolo en la palma. Estaba tan grueso, que la pequeña mano de Sacris apenas lo cubría.
Lentamente comenzó a subirla y bajarla para que aprendiese el movimiento. La mantuvo firme, incitándola a que fortaleciese el agarre, tirando de atrás hacia delante a través de toda su longitud. La soltó cuando vio que ella ya le había cogido el tranquillo y lo hacía de maravilla, bajaba la mano hasta que sus largos dedos rozaban sus pesos gemelos, luego subía hasta la punta y se detenía ahí haciendo movimientos circulares sobre ella.

—¿Se siente bien?...no sé si lo estoy haciendo correctamente…— Dijo Sacris completamente maravillada con lo que sostenía en su mano, disfrutando el contacto, desde el grosor de la base, deslizándose por la sedosa piel que lo cubría hasta llegar a la tersa cabeza de color cereza.

—Ah…sí…uhm…por favor no te detengas…

Qhuinn se estremecía por completo, gimiendo como una puta, descarada y libertinamente. Estaba encendido como una hoguera y nunca había sentido su miembro tan duro y grande como ahora. Si seguían así se iba a correr como un adolescente leyendo una Playboy. Necesitaba entrar en ella ahora, sin darle más vueltas.
Apartó la mano de Sacris que trabajaba sobre él, para poder quitarle el resto de la ropa.
Le arrancó los pantalones deportivos salvajemente pero se detuvo secamente en sus bragas y la observó detenidamente. Había recordado la pureza de Sacris y sabía que no podía penetrarla sin antes prepararla con dedicación.

Se posó sobre ella besando el nacimiento de sus pechos, subiendo por su cuello, buscando sus labios. La hembra lo envolvió en sus brazos, enterrando sus finos dedos en su espalda. Qhuinn se recostó sobre su costado sin abandonar el beso y comenzó a acariciarla sutilmente, acunando su rostro entre sus manos, para luego descender por los gráciles huesos de su cuello hasta su pecho. Apenas con un roce pasó por sus pezones y bajó por su vientre. Jugó con el piercing entre sus dedos, para luego cubrir el pubis con su palma por sobre la fina tela de la ropa interior.

La piel de Sacris se erizaba al contacto, enardecida, transpirada, ansiosa.
Qhuinn acarició ligeramente el interior de sus muslos, separándolos levemente. Con un dulce movimiento tocó la fina tela entre sus piernas y ella saltó al contacto.
Bordeando el encaje de sus bragas, fue metiendo suavemente los dedos acariciando la cima de su sedoso sexo para luego descender por su abertura.

—Oh…Dioses…estás tan mojada…

Sacris se arqueó en respuesta, ondulando sus caderas, gimiendo, deseosa de más.
A pesar de su virginidad, no es que fuese ignorante del tema, desde que sus hormonas se habían manifestado revolucionando su cuerpo, instintivamente había aprendido a satisfacer sus necesidades por si sola. Obviamente no era algo que ibas a admitir, ni mucho menos hablar con alguien, pero vamos, cuando eres un guerrero el sexo te llama como golosina a un niño. Y ahora alguien estaba proporcionándole esas mismas caricias pero a un nivel completamente distinto y que se sentía mil veces mejor.

Qhuinn se abrió camino por los carnosos pliegues buscando el pequeño montículo para darle más placer. Retorció sus dedos a su alrededor, friccionando con las yemas su cima y su centro al ritmo de las caderas de la hembra que ahora empujaban con fuerza. El pequeño botón ahora estaba inflamado, firme y los dedos se resbalaban entre las aterciopeladas paredes completamente mojadas.

Amor…eres…completamente perfecta

Tenía su polla casi enterrada en uno de los muslos de la hembra, siguiendo el ritmo acompasado de sus cuerpos, apenas podía mantener su cabeza erguida e inevitablemente caía de vez en cuando mordiendo el hombro de la fémina para controlar su propio impulso de acabar fuera.

Sacris se levantó en un leve ángulo y se colgó al cuello de Qhuinn con un solo brazo, gimiendo en su oído, arqueando la espalda, la cabeza completa hacia atrás, sosteniéndose en el aire. Se iba a correr de un segundo a otro. Sintió como todos sus músculos se tensaban, el hormigueo subiendo y bajando por su piel, ardiendo, estremeciéndose por completo. Los dedos de sus pies se ondularon perdiendo casi todos sus puntos de apoyo. La voz de Qhuinn le llegó desde lejos, como en un sueño, a pesar de que sus labios mordían su lóbulo y besaban su garganta arrastrando los colmillos sobre su piel.

—Vamos amor…córrete para mí…

Con aquel poderoso detonante, el orgasmo llegó como una explosión en cámara lenta, entre largos y tortuosos espasmos se corrió con el nombre de Qhuinn saliendo en un grito ronco desde sus labios. La vista se le nubló un instante a punto de desmayarse. El corazón amenazaba con salir de su cuerpo debido a las fuertes palpitaciones y la respiración estaba tan agitada que le llegaba a doler el pecho.

Cayó exhausta sobre la cama y notó que Qhuinn jadeaba con desesperación a su lado, con el rostro enterrado en la sábana, intentando controlar lo incontrolable. Sabía lo que el macho necesitaba y estaba más que dispuesta a dárselo.
Acarició sus cabellos, bajando por la nuca hasta llegar a su amplia y magnífica espalda.

— Qhuinn…tómame…ahora.— Ordenó sensualmente en un ronroneo, agarrando las caderas del macho para posicionarlo entre sus piernas. Moría por sentirlo en su interior y al carajo si dolía. Quería aprender de él y con él.

Qhuinn gruñó al sentir el choque de sus sexos, el calor de Sacris traspasando su piel, su petición, su orden, su ruego. La urgencia de satisfacer sus deseos lo tenían al borde del delirio. Por instinto animal empujó sus caderas buscando la entrada pero súbitamente se detuvo buscando la mirada de Sacris. Tenía tanto temor de hacerle daño y no sabía a qué instinto responder primero, si el de protegerla o de marcarla como suya para que ningún otro cabrón se le acercase nunca más en la vida.

Levantó el torso, apoyando las manos al costado de la cabeza de la hembra, para soportar mejor su propio peso.
Se veía realmente hermosa bajo él, el cabello alborotado sobre la sábana con algunas mechas enredándose entre sus dedos. Su piel resplandecía, con pequeñas y cristalinas gotitas de sudor que adornaban su frente. Sus ojos atravesándolo como rayos ultravioletas.
La besó tiernamente, le apartó los mechones apegados a su rostro por el sudor, le acarició las mejillas y los labios. Luego le habló amorosamente.

—Amor…¿sabes que esto va a…doler cierto? Y el pensar que te voy a provocar algún tipo de daño me descoloca como el infierno…

Sacris tomó el masculino rostro con ambas manos y lo miró fijamente a los ojos.

—Pero sólo dolerá esta vez ¿verdad?…y…quiero hacer esto contigo…sé que jamás me harías daño a propósito...además recuerda mi carga genética, por naturaleza sobrellevo bien el dolor…por favor Qhuinn, te necesito…

El macho agachó la cabeza meneándola, lanzó un chasquido y luego volvió a reunirse con la mirada perpleja de Sacris.

—Oh, mierda

—¿Qué sucede?— La voz de Sacris era ahora insegura.

Qhuinn separó los muslos de la hembra con una rodilla, para luego acomodarse entre sus piernas, posicionando la punta de su miembro en la entrada. Sacris gimió ante la expectación de lo que sucedería a continuación.

Se fue enterrando en ella muy lentamente, agradecido que las paredes tersas y resbaladizas facilitaran su entrada, porque dioses, se sentía tan estrecha…
Apenas había avanzado unos milímetros y topó con una barrera desconocida para él.
El cuerpo de Sacris se tensó por completo, pero no hizo nada para detenerlo.
Qhuinn no sabía qué hacer, jamás le había quitado la virginidad a alguien y ahora se encontraba en un punto sin retorno.
Dejó caer los brazos hasta que los pechos de ambos se encontraron, hundió su cabeza en el cabello de Sacris quien acariciaba su espalda mientras abría más las piernas enroscándolas en su cintura, como para infundirle seguridad. Era extraño, parecía que él fuese el virgen y ella la experta teniéndole paciencia.
Era ahora o nunca.
Le habló al oído dulcemente.

Te amo.

Y entró completamente en ella con un fuerte empuje.
El grito de Sacris rebotó en las paredes y también en su corazón, aquel grito no había sido de placer, si no de dolor. Sintió como las uñas de la hembra se enterraban en su espalda hasta hacerlo sangrar. Sangre por sangre, eso estaba condenadamente bien.

Algo húmedo resbaló por su rostro, las lágrimas de Sacris caían sin control por la comisura de sus ojos completamente cerrados. La consoló susurrándole palabras dulces en la lengua antigua, abrazándola fuertemente a él.
La estrechez que envolvía su polla era impresionante, la tierna carne que lo aprisionaba era tortuosa, placentera. Una embestida más y se derramaría en su interior, pero no quería hacer nada hasta que ella saliese de la conmoción.
Lentamente Sacris se fue calmando y las lágrimas cesaron, dejando el rastro de débiles riachuelos plateados sobre sus mejillas.

—Eso dolió como el demonio…— Dijo Sacris en un hilo de voz, soltando después una risa nerviosa.

—Lo siento tanto, leelan…— Dijo Qhuinn, exhalando profundamente.

Y luego llenó de besos el rostro de su hembra, borrando las huellas de las lágrimas que sólo le recordaban el daño que le había infringido.

—Nah, tranquilo…era inevitable.

Qhuinn advirtió como se removía inquieta bajo él.

—¿Aún te duele?...espera, déjame salir…

Sacris sintió pánico al verlo decidido a terminar ahí el asunto, era obvio que el no había acabado y no quería que las cosas terminaran si él había quedado insatisfecho. Así que por un impulso lo detuvo agarrando sus nalgas, empujándolo más hacia su interior.
Dio gracias a Dios que esta vez no hubiese dolido tanto como la anterior, pero sin embargo, el ardor, la quemazón constante que se extendía en su interior como si fuese una herida abierta, era igual de insufrible.
Su orgullo se sintió igual de herido, era un guerrero, una hembra fuerte, no podía dejarse vencer, esto tendría que ceder en algún momento ¿O no?

Qhuinn soltó un profundo jadeo, estremeciéndose por completo. Entonces arremetió contra su boca, bebiendo con devoción.
Pero el macho no era tonto, así que se retiró poco a poco, llevándose consigo el dolor de la penetración que la invadía.

—Cariño, vamos, no te presiones, dejémoslo hasta aquí por hoy…

A pesar que las palabras del macho estaban llenas de comprensión, quiso estallar en lágrimas de nuevo al sentir el vacío que había dejado en su cuerpo.

—Pero tú no has…

Qhuinn detuvo sus palabras con un dedo en sus labios y la miró con suspicacia como si fuese actor porno, haciendo un giro de la situación, cambiando los ánimos.

—Shh, esta vez fue sólo para tu iniciación, no te preocupes por mí, que otro día reclamaré mi revancha y te haré gozar como nunca.

Sacris no pudo evitar reír desenfadadamente.

—Ok, se te subieron los humos por esto de ser el primero ¿Cierto?— Dijo Sacris sarcásticamente.

Qhuinn levantó la mirada como pensando la respuesta.

—Ehhh…sip, definitivamente, y también es mi primera vez siendo la primera vez de alguien. Wow, que poético me salió eso…

Sacris lo empujó tan fuerte, que se tambaleó hacia atrás hasta quedar sentado sobre sus rodillas.

Ambos estallaron en carcajadas, todo era completamente cómico.

Pero en un segundo la expresión de Sacris cambió al sentir como manaba algo desde su interior corriendo entre sus piernas.
El aroma de la sangre y de sus propios fluidos golpeó en las cavidades de su nariz, como un gancho de boxeador.
Los colmillos de Qhuinn se dispararon al igual que su polla que se había desinflado una vez que había salido de la hembra y expuesto al frío del ambiente.
Pero ahora estaba lista para ser usada nuevamente, aunque eso no sucedería, el macho tenía otra cosa en mente, algo que se había convertido en su prioridad en ese instante, más que su propia liberación.

Tomó las piernas de la hembra para separarlas, dejando el sexo femenino completamente expuesto, resplandeciendo bajo la tenue luz de la habitación.
Descendió con sus labios para besar ligeramente el monte de Venus y luego lamió arrastrando lentamente su lengua aterciopelada por el interior de los muslos. El sabor que impactó en sus papilas gustativas era asombroso. Con el volumen, acidez y dulzura digna del vino más exquisito. Tres distintos tipos de fluidos, incluyendo el propio, mezclándose, haciéndose uno, cayendo vertiginosamente por su garganta.
Qhuinn gruñó con posesividad, erotismo y fiereza.
Limpió afanosa y tiernamente los restos de su virginidad para luego clavar sus caninos justo en la vena donde se unían sus caderas, chupando frenéticamente, hambriento.
Sacris siseó como una serpiente enroscándose entre las sábanas, cautivadora y elegantemente y cuando la lengua del macho reptó hasta su clítoris, estalló en un orgasmo descomunal, llevándola en una montaña rusa a toda velocidad directamente hacia el abismo.
Sólo una voz ronca la trajo de vuelta a la tierra.

—Eres un manjar de los dioses ¿Sabías? Demonios, tu sangre es como gasolina de 100 octanos y mejor ni decirte cómo sabes más abajo…

El color del rostro de Sacris, si ya antes estaba encendido, ahora brillaría como una estrella si apagase la luz. Agarró una de las almohadas que tenía a mano y se la lanzó.

—¡Cállate estúpido! No puedo creer las cosas que dices…— Dijo tapándose la cara con las manos.

Qhuinn se acostó a su lado con expresión traviesa, besando su mejilla sonoramente.

—Pero no puedes negar que te encanta, mi carisma te vuelve loca…¿A que sí…?

Sacris levantó las sábanas para meterse debajo, soltando por lo bajo una retahíla de insultos. Apagó las luces de la habitación mentalmente.
Qhuinn se unió a ella acomodándose perezosamente a su lado.

Sacris se dio la vuelta, dándole la espalda y escuchó un grito ahogado de sorpresa tras ella.

—¡Santas cachondas Batman! Así que esta es tu otra marca…¡Enciende la luz de nuevo! quiero verla bien.

Y así lo hizo la hembra.

Una vez que su visión se acomodó, pudo apreciar la figura por completo, era hermosa, la letra S majestuosamente dibujada, al igual que los finos trazos ondulantes a su alrededor abarcando casi toda la pequeña espalda. Siguió las formas trazándolas con la yema de su índice, la piel se levantaba ligeramente al tacto.

—¿De qué color es?

Qhuinn lo percibía de un color oscuro e intenso pero no lograba definirlo.

—Si la ves tan claramente, entonces está rojo como la sangre. Normalmente es casi del color de mi piel, pero si me agito, me enojo o…me caliento, cambia de color.

—Es precioso…todo en ti es precioso, tan perfecto…Maldición ¿Ya te dije que te amo?

La abrazó con tanta potencia que quedó sin respiración, pero se sentía tan feliz que no quería aflojar el agarre.

—Parece que no…

—Ja, pequeña estafadora, si ya te lo dije antes y te lo diré mil veces, me lo pidas o no.

Sacris giró la cabeza hasta que se encontraron sus miradas y a ninguno de los dos ya le cabía la sonrisa en la cara.

—Te amo Sacris.

—¿Fue por mi carisma cierto?

Qhuinn rio fuertemente y la besó en los labios.

—A dormir amor mío, que esta noche velaré tus sueños como todo un caballero.

Sacris acomodó su cabeza en la almohada y sintió como poco a poco se fueron apagando sus sentidos, estaba exhausta.

—¿Qhuinn?— Dijo con voz adormilada.

—¿Mmhh?—

—Es “Santas cachuchas Batman”, no cachondas, bastardo pervertido…

Y Sacris finalmente se entregó a los brazos de Morfeo.

0 comentarios: