10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 04

Los tres recién llegados callaron al verla, habían venido discutiendo acaloradamente sobre los lessers que habían matado esa noche de patrullaje y de pronto, todo se había esfumado.

Qhuinn había olvidado cada una de las palabras que recién había dirigido a Blay.
Observó a la hembra de pies a cabeza, comiéndosela. No podía creer que fuese la misma que había traído en sus brazos. Ahora estaba absolutamente radiante y malditamente atractiva.

Joder ¿Realmente era así de hermosa? La última imagen que había tenido de ella, era la de una hembra herida, demacrada y maltrecha, siendo invadida por tubos en una sala de primeros auxilios.

Ahora se le veía formidablemente sana y sin rastros de lo que había sido una dura batalla. La piel lozana y tersa, las mejillas sonrosadas, los labios rojos, húmedos y llenos. Traía el pelo suelto, tan negro y brillante como las alas de un cuervo. Moría por sentirlo sobre su cara, sobre su pecho desnudo, acariciándolo como un manto etéreo.
Deseaba enterrar su nariz en él para olerlo, empaparse de su aroma y no olvidarlo jamás.




Sí, la deseaba arriba de él, empalándose, jadeando y gritando su nombre, sin nada encima más que aquel cabello frondoso cubriéndola. Llenaría de besos y mordiscos su piel blanca y suave como la leche. La marcaría para que todos supieran que aquella hembra le pertenecía.
Aquella jodida noche no había podido follar con ninguna mujer, porque por más que lo había intentado, no había podido quitar la imagen de esa hembra de su mente y la preocupación lacerante por su recuperación, lo había estado matando lentamente.
Maldijo haberla conocido y ahora estar viéndola frente a frente era todo un martirio.
La deseó como nunca había deseado a nadie. Tenía que poseerla aquí, ahora. Su polla estaba causando estragos dentro de su pantalón, menos mal que la chaqueta cubría el pecado que pedía a gritos salir de ahí para enterrarse en lo más profundo de esa hembra.
Su hembra.

Mía.

Y luego de que todo su cuerpo y mente reaccionara a este instinto, sucedió lo inesperado. En su desolado mundo blanco y negro, apareció un color, uno solo.
El violeta. Que se disparaba como un rayo luminoso y potente desde los ojos de Sacris.
Qhuinn quedó pasmado ante esta revelación. Aquello sólo podía significar que estaba frente a la única luz que podía iluminar su vida que hasta entonces sólo había sido un hoyo negro.
Parpadeó hasta que se le nubló la vista, rogando por que la ilusión no desapareciera, pero nada ocurrió, ella seguía ahí, sus ojos sobre él y el color también.
Ya no estaba solo. Había esperanza para él.

Qhuinn lapidó todas sus promesas de olvidarla. No, no podría vivir sin ella.

—Pequeña, es mejor que te vayas ahora, mañana te pasaré a buscar a eso de las 8 ¿Te parece?— V estaba tan tenso que los músculos de su cuello se dispararon. Sacris debía salir de ahí en ese mismo instante, antes de que tuviese que derribar a golpes a Qhuinn.

Sacris no podía hablar ni pensar ¿Tampoco estaba respirando? Y si inspiraba una vez más aquel intenso aroma, se volvería loca de deseo. Quería golpearlo, tocarlo, morderlo y muchas cosas más que no había visto ni siquiera en sus sueños más húmedos.

—Sí, me iré ahora, pero debo hacer algo antes.— Dijo Sacris algo ausente.

Caminó lentamente hacía el trío, mirando a la máquina sexual a los ojos, a cada paso se sentía más caliente, más mojada. Había algo primitivo entre ellos, lo advertía en cada uno de sus terminales nerviosos, pero no lograba explicarlo. Su centro ardía protestando a cada movimiento. Si se acercaba lo suficiente esa sensación tendría que desaparecer.
¿Cierto?
Sólo era curiosidad, sólo eso.
Se detuvo hasta quedar frente a ellos, separada sólo a unos cuantos pasos.
Estaba tan tentada de estirar la mano para tocar a ese macho. Quería perderse en sus cristalinos ojos. No conocía a nadie que los tuviese igual, uno verde, el otro azul. Tenía la marca del Ahstrux Nohtrum bajo uno de ellos. ¿Con quién tendría ese pacto?
Había sangre enemiga en su chaqueta. ¿Estaba herido? No lo parecía.
Dioses, quería revisarlo por completo para corroborar que todo estuviese en orden.
Lograba divisar los pectorales marcados bajo la camisa negra que llevaba, tenía los cuatro primeros botones abiertos.
¡Oh, dioses! su piel quedaba a la vista seductoramente ¿Qué sabor tendría?
Recién se había alimentado y ya tenía un hambre voraz de nuevo.
Inconscientemente mordió su labio inferior.

Qhuinn soltó un pequeño jadeo.
Mierda. Otro paso más y la tomaría a la fuerza para llevarla directamente a su habitación y de seguro, no la dejaría salir en días.

Sacris desvió su mirada, ya no aguantaba más aquella tensión sexual, así que se dirigió hacia los otros dos machos, intentando hacer invisible al que le estaba arrancando la cordura. Carraspeó para aclarar su voz, pero de igual forma le salió algo ronca por la excitación.

—Quería agradecerles por lo de la otra noche. Me salvaron el pellejo, así que les estoy en deuda. Me llamo Sacris, ya me presentaron a los hermanos así que supongo que ustedes son ¿Blay, John y…Qhuinn?— Dijo arrastrando gravemente el último nombre.

Los tres asintieron con un leve movimiento de cabezas.

Al igual que ella, Qhuinn desvió la mirada. Bien, se evitaban. Era mejor así, antes de que incinerasen la casa completa.

John que estaba con una sonrisa de oreja a oreja comenzó a hacer señas a Blay para que tradujese. Pero Blay no alcanzó a hacerlo.

—Sip, ya estoy perfectamente, gracias y también es un honor para mi conocerlos.

John volvió a mover las manos rápidamente.

—Lo aprendí cuando era pequeña, mi…maestro pensó que algún día me sería útil. Han pasado muchos años de eso, pensaba que ya lo había olvidado, pero veo que no fue así.— Sacris le sonrió y John le contestó de la misma manera, dispuesto a seguir hablando, pero V cortó la conversación secamente.

—Sacris, ya va a amanecer, debes partir.

Sacris caminó de vuelta hacia V como recordando algo importante, ignorando el calor que sentía entre sus piernas.

—¿Y mis cosas? No encontré mi chaqueta, ni mis armas, ni el móvil.

V rebuscó en sus bolsillos y sacó el móvil.

—Toma, ya registré mi número en él, cualquier cosa me llamas. Las otras cosas te las entrego mañana, Jane las guardó en nuestra habitación, pero no hay tiempo ahora para que las vaya a buscar. Debes irte ya.

—Ok, ya me voy, no tienes por qué enfadarte, si da lo mismo si amanece o no.— Sacris resopló por entre los dientes, frustrada por el apuro de querer echarla de ahí.

—No creo que toleres el sol y si abro la puerta no quiero después tener que despegar las cenizas que queden de ti.— V ya estaba perdiendo la paciencia. Ya se escuchaban las persianas metálicas bajando.

—No tienes por qué abrirme la puerta, me desmaterializaré aquí dentro.— Dijo la hembra naturalmente.

V se mostró incrédulo, al igual que todos los presentes.

—¿Sabes cuánto acero nos rodea?— Dijo el macho sarcásticamente.

—Si sé.— Bufó ella completamente cabreada.

Y frente a sus ojos la hembra se desmaterializó, dejando a todos en el vestíbulo con una exclamación de asombro al borde de sus labios.

Sin esperar los comentarios del grupo, Qhuinn corrió sin decir palabra hacia su habitación subiendo la escala de a dos peldaños, necesitaba encerrarse o se correría ahí mismo. Entró como un transbordador pateando las puertas y cerrándolas con seguro.
Abrió la ducha y se arrancó la ropa apresuradamente y terminó tropezando con el lavabo. Apenas podía controlar sus extremidades. Temblaba, ardía, estaba a punto de estallar.
Con una maldición se metió bajo el chorro de agua fría.
Sentía cada gota de agua cayendo por su piel caliente. Apoyó una de sus manos contra la pared de loza para aguantar su peso. Con la otra se agarró la polla, que estaba completamente erecta, ondulando sobre su vientre, reclamando. La lisa punta descubierta tenía el brillo de su propia humedad.
Comenzó con suaves caricias, subiendo y bajando lentamente por la tersa piel que lo cubría, descendió con su mano hasta palpar los pesados gemelos bajo su miembro.
Con la fría lluvia sobre su espalda y continuando el juego de sube y baja sobre su polla, la visualizó, recordando cada detalle de ella.
Llevaba ropa muy ajustada, exponiendo sus delicadas curvas, revelando su piel.
Demasiada piel. Un cuello largo listo para ser mordido, pechos preciosos y firmes. Oh, si, amaría amamantarse de ellos. Al recordar la marca que llevaba se excitó más aun.
Brazos delgados para colgarse de él mientras la montara. Lamería ese vientre plano y con su lengua jugaría con el piercing que llevaba en el ombligo. Fantaseó con aquellas piernas moldeadas que lo aprisionarían como un candado por encima de sus caderas.
Gruñó haciendo estremecer todo su cuerpo, imaginando que el agua eran las manos de Sacris, cubriéndolo, tocándolo, arañándolo.
Soñó con ella entre las sábanas de su cama, mirándole con hambre, tal cual lo hizo hoy, con los labios entreabiertos, los colmillos brillantes asomándose, pidiéndole, no, rogándole que entrase en ella, duro, hasta el fondo.
Sus manos seguían trabajando sobre él, ahora con más fuerza, rítmicamente.
Arqueó la espalda de placer, echó su cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, dejándose llevar. Jadeando pesadamente.
Ella había dicho su nombre, lo había pronunciado con demasiada sensualidad, con la voz cargada de deseo. Mentalmente lo repitió una y otra vez hasta que los fuertes espasmos lo hicieron perder el control de sus pensamientos, pero su imagen seguía viva ahí dentro, latente. Con un grito gutural se corrió eternamente y no pudo parar.
El líquido espeso y caliente se disparó desde su punta hacia la pared, también cayendo sobre su miembro y su mano, que se negaba a soltarlo.
Aquella liberación fue mejor que haber follado a cualquiera de esas anónimas hembras.
Ahora su orgasmo tenía un nombre y un rostro que jamás olvidaría.

Cuando salió del cuarto de baño, envuelto con una toalla sobre sus caderas, completamente extasiado, escuchó que llamaban a su puerta. Era Blay.
Lo dejó entrar mientras abría el armario buscando ropa.
Percibió la angustia de su amigo tras su espalda, estaba inquieto, preocupado.
Se removió intranquilo, ya veía venir un sermón, que era lo último que deseaba oír esa noche.

A Blay se le llenaron los pulmones con el aroma de la vinculación que salía de su compañero. También pudo notar que no había entrado a la ducha sólo para bañarse.

—Qhuinn, tú sabes que no me gusta meterme en tus asuntos…

—Entonces no lo hagas.— Contestó Qhuinn bruscamente.

Seguía dándole la espalda mientras se ponía los boxers.

—Mi amigo, es mejor que la saques de inmediato de tu lista o esto va a terminar mal, muy mal, ella no…

Qhuinn se acercó a él agresivamente hasta quedar nariz con nariz, chirriando los dientes. Más de una vez habían discutido sobre las hembras que se tiraba, pero nunca en ese tono. La tensión se cernió sobre ellos.

Los sentidos de Blay se dispararon a la defensiva. En los ojos de su amigo sólo había oscuridad, peligro.

—¿Y quién te dijo que ella entraría en mi lista? ¿Acaso crees que es una perra para usar y dejar como las demás? Ten cuidado al elegir tus palabras antes de referirte a Sacris, mi amigo, o te juro que olvidaré quien eres y haré que te tragues tu propia lengua.

El razonamiento no era parte de las virtudes de un macho vinculado ¿Verdad?

Blay reordenó sus pensamientos, quería mantenerlo a salvo, pero ¿De qué, de Sacris, de V, de él mismo? Se sintió asqueado de su egoísmo, no era propio de él coartar la felicidad de otros, menos la de quien más apreciaba.
Quería tocarlo, pero sabía que no sería una buena idea hacerlo en ese momento.

—Oh, Qhuinn, lo lamento tanto, en realidad no quería que lo tomases como un ataque, pero es que me preocupo por ti. No quiero que salgas lastimado de todo esto.
Apenas la conoces ¿Qué pasará si ella no te acepta?

—Me desea y con eso me basta.

Los ojos de Qhuinn brillaban llenos de sexualidad.

—El deseo no es lo mismo que amor y lo sabes ¿Cómo harás para que sienta lo mismo por ti?— El tono de Blay era ahora compasivo.

—La cortejaré, seduciré y la haré mía. Como el infierno que así lo haré.

—Tú no sabes cortejar amigo mío. Sólo tomas lo que quieres porque nadie nunca se te ha negado.

Qhuinn frunció el ceño confundido, sopesó cada palabra y se dio cuenta que era la pura y santa verdad. Nunca antes había tenido la necesidad de enamorar a alguien, sólo bastaban su físico y un par de palabras para follar.
Pero el amor eran palabras mayores, el emparejarse, vincularse era distinto y para toda la vida.

—Aghh, es verdad, no tengo ni la más mínima puta idea de cómo hacerlo, pero tú me ayudarás, eres especialista en toda esa mierda romántica. Dime que lo harás ¿Cierto?

Qhuinn ahora lo miraba esperanzado, como si él fuese su salvación. Perfecto. Se había armado de valor para llegar a su habitación y decirle todo lo que tenía en mente, pero ahora en vez de hacerlo cambiar de opinión estaba metido hasta el tuétano en esto y para colmo tendría que ayudarlo. No quería ser un espectador de primera fila viendo como perdía a su mejor amigo en manos de una hembra que si se llegaba a enojar, no sólo era capaz de destrozarle el corazón, si no también todos sus otros miembros.

Era malo jugar con fuego y también sabía lo que dolían las desilusiones, él lo sabía de primera mano. Y aquella gran y desgarrante desilusión lo estaba mirando fijamente casi rogándole para que lo ayudase a emprender un camino que iba directo hacia su perdición.

Qhuinn lo tomó por los hombros. Seguía serio pero más calmado.

—Blay, escúchame, ya todos en esta casa están emparejados, mis mejores amigos lo están. ¿Tienes idea lo difícil que fue para mí perderte por Saxton? Ya no tuve con quien conversar cuando comenzaste a quedarte fuera. Con John era casi imposible cuando comenzó su vida de emparejado, apenas le veíamos el pelo.
Ví como todos alcanzaban su felicidad y yo me estaba quedando atrás.
Y no es que mi vida hasta ese entonces me desagradara, todo lo contrario, yo mismo buscaba esa libertad, que nada y nadie me atara era mi mayor logro. Sólo tuve mierda en mi vida, así que no tenía nada que compartir. Pero ahora…no sé como explicarlo…apenas la vi por primera vez, sentí algo primario. Pertenencia. Y un montón de otras cursilerías que creí que no existían.
Cuando luego en el pasillo, Jane salió a contarnos de que estaba bien y el asunto de su sangre, me sentí como un estúpido e intenté borrar todo rastro de mis sentimientos.
Y hoy mi hermano, no me lo vas a creer, pero esto me corroboró todo lo que intentaba negar con tanto ahínco. Ví el color de sus ojos ¡Ví un color, demonios!

A Blay se le cayó la mandíbula. Eso sí que era significativo. Bien, ya era hora de aceptar el hecho de tal vez que eran el uno para el otro, pero seguían ciertos sucesos que Qhuinn debería enfrentar antes de tirarse en picado.

—Supongo que estás consciente de que Vishous tiene en mente de convertirse en su Ghardian y de seguro el Rey aceptará. V nos contó antes en el vestíbulo los detalles de los planes que tenían para ella. Si mañana pasa todas las pruebas, se unirá a la hermandad como un guerrero más. Y puedo jurar que los demás la verán como la hermanita menor. Sé realista ¿Tú dejarías que tu hermana se ligara a alguien con tu conocida reputación?

Qhuinn vaciló. Para nada había pensado en eso. O sea, no bastaba con enamorar a la hembra, también debía ganar la confianza de los hermanos en ese ámbito.
Lo habían aceptado como el Ahstrux nohtrum de John, Wrath lo había reconocido como un guerrero, pero de seguro no permitirían de buenas a primera que se involucrase con Sacris.

—Y hay algo más que debes saber, pero antes debes abrir tu mente para poder aceptarlo sin causar alboroto. Prométeme que te controlarás y no armarás un escándalo por que el único que saldría perjudicado serías tú.

Joder, era algo serio.

Qhuinn apretó los puños y exhaló profundamente, ansioso por saber y luego asintió con la cabeza. Ahora fue Blay quien lo tomó de los brazos presionando con fuerza los dedos sobre sus músculos, como para contenerlo por si el asunto se ponía feo.

—Por favor míralo por el lado práctico, si realmente te preocupas por ella lo comprenderás…Hoy, Sacris se alimentó de Tohr, lo necesitaba urgentemente, hacía más de dos años que no lo hacía, pero antes de que tu imaginación comience a volar, estuvieron presentes Wrath, Beth y V. Todo fue completamente inocente y sólo porque fue una orden del rey. Si te alivia saberlo, ella se negó hasta el final.

Los músculos de Qhuinn crecieron bajo sus manos. Blay apretó con más fuerza. Su amigo había bajado la mirada, así que no lograba detectar lo que estaba ocurriendo en su interior, aunque podía adivinarlo.

Retrocedió soltándose de su agarre. Trastabillando llegó hasta el borde de la cama y se sentó, con la cabeza aun gacha, puso las manos sobre su regazo entrelazando sus dedos.
Frustrado, así se sentía.

—¿Por qué mierda tuvimos que salir esta noche? Debería haber sido yo…— Se le escuchó con apenas un hilo de voz.

Aquel día, Qhuinn tampoco pudo dormir, la cama se sentía demasiado grande y vacía.


Sacris miraba la hora en el móvil pero cada vez que revisaba apenas habían pasado algunos segundos. Definitivamente se había detenido el tiempo y no vendrían jamás por ella. No, sólo faltaban cinco minutos para la hora acordada. Si V se atrasaba recién ahí lo llamaría, no antes. Saltó del sillón como gato asustado cuando escuchó la melodía de su móvil, lo contestó de inmediato. Era V.

—Estoy en la puerta.

Sacris corrió a recibirlo.

—¡Hey pequeña! ¿Estamos listos?— V estaba feliz de verla de nuevo, más cuando notó que ella estaba igual de contenta.

Sí, todo saldría bien.

Sacris asintió, tomó un bolso de mano donde llevaba una muda de ropa y útiles personales para luego salir del edificio hacia el SUV.

Durante el trayecto conversaron de cosas variadas, de su apartamento, del clima y de la última película de Tarantino. Cuando se dieron cuenta, ya habían llegado a la mansión.
Sacris notó todas las dobles puertas que cruzaron y todas las curvas que el camino presentaba.
Las ventanillas ahumadas del vehículo impedían ver bien por donde iban, pero ella sabía como ubicarse en cualquier lugar. Memorizó todo correctamente por si debía volver sola otra vez.
Aparcaron y se dirigieron por un largo pasillo blindado. Pasaron por algunas otras habitaciones antes de llegar al centro de entrenamiento.
La puerta doble se abrió para dar paso a un gran gimnasio, que tenía el tamaño de una cancha de basquetbol. En la pared del fondo de veían varias máquinas de ejercicios, pesas y sacos de boxeo colgando. A un costado se divisaban los camarines, donde también debían estar las duchas.
Lejos de ella divisó a un grupo de chicos que tal vez no tenían más de dos años pasada la transición, vestían trajes de Jujitsu, y estaban concentrados practicando los pasos básicos. Luego vio a los hermanos, estaban todos agrupados vistiendo ropa deportiva.
Ella estaba vestida de igual forma, con unas calzas a media pierna, camiseta y una chaqueta negra Nike.
Los saludó con la mano mientras avanzaban hacia ellos, sumamente ansiosa, excitada.

—Bien señores ¿Quién va a ser el primero en enfrentarse a la pequeña?— V sabía que ninguno quería pelear con ella por temor a hacerle daño. El grupo comenzó a desviar la mirada y como si se hubiesen puesto de acuerdo dieron un paso hacia atrás dejando sólo a uno al frente. Butch maldijo.

—¡Miserables bastardos! eso fue un truco sucio.

—Pero viejo y efectivo. Anímate, serás el primero en quedar con un ojo morado.— Rhage río dándole palmaditas en la espalda. Los demás lo siguieron con risas.

—Vamos, a sus puestos.— V les indicó las posiciones.

Sacris se quitó la chaqueta pasándosela a V, quien también agarró el bolso y los dejó encima de una banca cercana.

—Les daré a conocer las reglas del juego. Uno, sólo puños y patadas, no valen bajo el vientre. Dos, no matar ni desmembrar. Tres, no repriman fuerzas, peleen con todo lo que tengan. Ahora Butch, sácate el prejuicio de que ella es una hembra, mírala como a un igual. Si le das ventaja solo la estarás perjudicando. ¿Entendido?

—Mierda, de verdad no quiero hacer esto.— Butch no quería sacar las manos de los bolsillos para tener que levantar los puños contra ella.

Sacris consciente de su reticencia, encontró que más divertido sería provocarlo.
Arrugó la nariz como olfateando algo.

—¿Es idea mía o aquí huele a gallina?— Dobló los brazos como si fuese alas y comenzó a batirlas imitando al ave, bailando alrededor de Butch.

—Cariño, soy un ex-poli, las provocaciones no son nada para mí.

Sacris se detuvo quedando lado a lado pero mirando en dirección opuesta.

—Entonces no me queda otra.— Dijo completamente seria.

Con un rápido movimiento, se agachó y sin mayor esfuerzo con la parte inferior de la pierna golpeó en la canilla del macho haciéndolo caer de bruces.
El estruendo del golpe hizo que el grupo de estudiantes desviara su atención hacia ellos.
Expresiones de asombro hicieron eco en el lugar.

Butch echó una sarta de improperios contra el suelo, pero se levantó sacudiendo elegantemente sus ropas. Ahora miró a Sacris como una adversaria. Comprobó que era rápida y con fuerza.

—Sacris 1, Butch 0. Oh, qué pena.— La pequeña continuaba burlándose.

—No por mucho tiempo, ya verás.

Butch se puso en posición de combate, puños arriba, como un boxeador. Sacris se giró hasta quedar frente a él pero no se movió, esperaría a que él diese el golpe y no tuvo que esperar mucho.
Butch comenzó a disparar golpes como cañón. Sacris los esquivó con facilidad, hasta que una patada del macho la sorprendió por el costado del brazo derecho. Aguantó el golpe y el peso sin caer, pero la arrastró bastantes metros por el impacto. Con la otra mano agarró la pierna por el tobillo y la torció con fuerza. Mierda, el macho era pesado, era como intentar volcar un camión de carga. Pero aprovechando el pequeño desequilibrio de Butch logró completar el movimiento e hizo que girase en el aire, cayendo nuevamente sobre la lona.
Un gran moretón comenzó a descubrirse en el brazo donde la había golpeado.
Butch volvió a levantarse arreglando los ropajes.

—Buena técnica muchacha.— Luego regresó al grupo con cierta cojera.

—Rhage.— La voz de V llegó a sus oídos preparándola para lo que se venía. Pero no fue lo suficientemente rápida.

Rhage ya estaba tras ella aprisionándola en un abrazo que no era nada cariñoso. No podía zafarse ni tampoco mover sus brazos por más que se sacudiese, la presión de esos dedos le dejarían un cardenal. Podía ver los elevados músculos del macho sobre su pecho. Dioses, eran enormes.

—¿Qué vas a hacer ahora pequeña bandida?— Rhage se sentía abrazando una muñeca, era tan menuda y liviana.

Sacris dejó de moverse, relajándose, hasta quedar laxa.
Rhage la miró extrañado, no podía adivinar el movimiento que haría ahora.
La chica echó la cabeza hacia atrás suavemente, atrayendo su atención, le expuso su mejor sonrisa angelical y dos pícaros hoyuelos se formaron en su rostro. El macho bajó la cabeza para devolverle la sonrisa.

Tonto.

Se impulsó fuertemente hacia arriba, llevando la fuerza del abrazo con ella y lo golpeó directo en la barbilla con su casco. Soltándose del agarre tuvo libertad de movimientos y antes de que el macho reaccionase, lanzó una patada directo a la mandíbula.
Rhage se tambaleó sintiendo el sabor de su propia sangre en la boca. Le había roto el labio. Ella tampoco había salido ilesa, se sobaba el fuerte dolor en la cabeza como si hubiese sido golpeada con una barra de acero.

—Y eras tú el que hablaba de viejos trucos ¿Eh?— Ahora Butch era el que se mofaba.

—Es una pequeña tramposa. No se fíen de ella.— Dijo Rhage mientras se limpiaba la sangre de los labios y caminaba de vuelta al grupo.

—Zsadist.

Sacris se estremeció de sólo escuchar el nombre, respirando entrecortadamente.

El recién mencionado avanzó hasta ella lentamente haciendo sonar los nudillos y el cuello.
Frío, se sentía muy frío alrededor, a pesar de todo el anterior precalentamiento.
Instintivamente adoptó una posición de defensa. Piernas levemente separadas, la derecha un paso al frente levemente flexionada. Puños a la altura del pecho.
Sin esperar invitación Zsadist se abalanzó sobre ella tomándola por la cintura con la intención de derribarla. Sacris aguantó el peso lo más que pudo, fue arrastrada varios metros hasta que tropezó y cayó al suelo sobre su espalda. El macho se arrodilló sobre ella, le aprisionó ambas muñecas con una sola mano e hizo lo mismo con sus piernas, podía sentir las rodillas de él clavándose al costado de sus muslos. La tenía completamente inmóvil.
Sintió terror. Ese guerrero se alimentaba del miedo y su enorme cuerpo cubriéndola la hizo sentir como un conejito siendo cazado por un lobo. No le extrañaría si ahora le arrancaba la garganta de un mordisco.
Aún así intentó concentrarse ¿Qué se hacía en estos casos? ¿Gritar?
Ya no sentía sus extremidades por la falta de circulación.
Tomando aire reunió todas sus fuerzas para levantarse usando sólo la espalda. Los músculos de su abdomen se marcaron a través de la camiseta.
Zsadist se sorprendió al ver que la chica a pesar del aprisionamiento estaba logrando levantarse con todo su peso encima. Luego sintió como las uñas de la pequeña se estaban enterrando en él, haciéndolo sangrar.
Sacris logró liberar una mano y la puso inmediatamente alrededor de su garganta del macho, asfixiándole, pero antes de que pudiese arrancar la otra, Z le torció el brazo que aun tenía sujeto. Se lo iba a desgarrar de un tirón.
Un grito agudo de dolor salió de la boca de Sacris, pero no soltó a su cazador en ningún momento. Podía ver como sus dedos se enterraban en el grueso músculo del cuello.
Ninguno de los dos quería perder ni tampoco escuchaban los gritos de los demás demandando que parasen. Sostenían sus miradas fijas llenas de odio como si realmente fuesen enemigos.
De pronto la mano de V apareció en su campo visual tomando su muñeca.
—Suéltalo Sacris. Es una orden.— La voz de V era fría y dura.

Y Phury por su parte suplicaba a su hermano que le soltase el brazo que ya a estas alturas tenía dislocado.

—Vamos hermano, suelta a la chica, le estás haciendo daño y no quieres eso.— Las palabras de Phury resultaron más efectivas.

Z la dejó ir primero y luego ella lentamente fue soltando sus dedos que se sentían completamente agarrotados. Dejó que el peso de su brazo cayera sobre la mano de V quien lo acomodó suavemente sobre su regazo. Se volvió a tender sobre su espalda, esperando que el dolor del otro brazo se calmase.
Zsadist la imitó cayendo a su lado, sobándose la garganta. Se podían ver claramente las marcas de los dedos femeninos sobre sus bandas de esclavo. Ambos jadeaban fuertemente intentando recuperar el aliento.

Ya más calmada y reflexionando por lo recién ocurrido, supo que en vez de querer matarlo debería haber admitido la derrota. Se sintió avergonzada por ello. Se merecía quedar sin brazo.

—Me…dejé llevar…lo siento mucho Z…— Las palabras le salían entrecortadas por la agitada respiración.

Z sentía dolor al tragar, si lo hubiese estrangulado por unos segundos más, habría caído inconsciente. Reunió todas sus fuerzas para poder hablar.

—No…te preocupes…me…dejé…llevar también.— Quería decirle más cosas pero las punzadas en sus cuerdas vocales se lo impidieron.

V sacudió la cabeza con reproche.

—Los dos rompieron las reglas, así que no seguiremos con esto. Sacris, ve donde Jane para que revise ese brazo que por poco te queda mirando hacia atrás.

El macho la ayudó a ponerse de pie, pero Sacris no tenía intención de salir de ahí todavía.

—Aun puedo pelear, me quedan un brazo y dos piernas.— No estaba preguntando, ni pidiendo permiso. Ella no perdería.

Las puertas del gimnasio se abrieron de par en par con un gran estruendo. Se escucharon unas pesadas suelas golpeando el piso, venían a la velocidad de una locomotora y sin saber como, Sacris fue levantada y echada al hombro como un saco de patatas.

—Ya escuchaste. Se acabó y ahora te llevaré con Jane.— La voz de Qhuinn estaba cargada de autoritarismo.

Y sin esperar que alguien dijese algo más salió del recinto cargando a Sacris, quien había perdido el don de la palabra y sólo se limitó a soltar un bufido de rabia, como si fuese una niña recibiendo el regaño por una pataleta.

Cuando cruzaron el umbral y llegaron al pasillo, divisó al pasar dos pares de piernas masculinas, eran Blay y John.
Cuando ya estuvieron lejos del grupo de espectadores, recuperó la palabra. No quería hacer otro escándalo frente a los demás.

—Bájame. Ahora. O terminaré la pelea contigo hasta que ya no puedas moverte.— Dijo Sacris indignada.

Qhuinn se detuvo y abrazó más fuerte sus piernas para que no pudiese moverlas.
Se sentía tan jodidamente bien el contacto, el calor de ella atravesando su piel, el peso de sus pechos en su espalda. Le estaba agarrando la camisa con una mano como queriendo arrancársela. Deseaba hacer lo mismo pero estando desnudos y la visión de sus muslos frente a sus ojos hicieron que se le alargaran los colmillos ansiosos por morder esa tierna carne.

—Preciosa, en estos momentos me encantaría que cumplieses tu palabra, pero lamentablemente este no es el lugar.— Las palabras brotaban de entre sus labios llenas de lujuria.

A Sacris le costó tragar, recorrió con la mirada la espalda del macho hasta que sus ojos se fijaron en ese trasero firme y delicioso que se ocultaba bajo el pantalón. El placer se alojó entre sus piernas, haciéndola arder descaradamente.

—¿Y cuál sería ese lugar?

—Obviamente en mi cama o la tuya.

Sacris arqueó la espalda para levantarse y quedar en posición vertical, casi medio cuerpo por encima de él. Apoyó la mano buena sobre el hombro de la máquina sexual. Qhuinn acomodó su peso sin soltarla de donde la tenía sujeta. Los muslos de la hembra entre sus bíceps.

Ahora lo único que veía el macho de ella era su vientre, la camiseta se le había enganchado en el piercing revelando su ombligo y la suave piel de sus caderas. Sentía su propio aliento rebotando contra la blanca piel. Mierda. Quería morderla justo ahí, para luego seguir lamiendo hacia abajo hasta encontrar la femenina hendidura y dejarse perder en el paraíso.

Sacris se movió nerviosa desde la altura. Estaba algo desconcertada. Tenía claro que el tipo era un Casanova, pero no podía negar sus deseos hacia él. ¿Les pasaba a todas lo mismo?
Quizás ese era su modus operandi con las hembras, tal vez todo era irreal, el cebo para hacerla caer en aquellas tentadoras redes y ella no quería ser una más del montón.
Menos sabiendo que era completamente inexperta en el asunto del sexo. Lo más probable es que si él se enterase de que era virgen la desechase por aburrida. Era obvio que el tipo sólo buscaba diversión y ella no entraba en esa categoría, no tenía nada atractivo para ofrecerle. La olvidaría en un minuto después de usarla.
Sintió una punzada de dolor al caer en la realidad.
Tenía que saber más de él antes de caer en aquella seductora trampa. Si se enamoraba de ese tipo estaría perdida.

—¿Siempre te llevas desconocidas a la cama?

Qhuinn notó el cambio en el tono de la voz de la hembra. ¿Tenía que responder con la verdad? Si lo hacía, se estropearía todo. Lo despreciaría por asqueroso, y no la culparía.
Él estaba sucio, cubierto de mierda. Se avergonzó de todos esos encuentros de sexo anónimo. La perdería en este mismo instante. Ella merecía a alguien mejor. Y la mentira no lo salvaría de ser quien era. Si no se enteraba por su propia boca, alguien más se lo comentaría. Sus andanzas ya eran de dominio público.

Soltó su agarre hasta quedar a la misma altura, deslizándola lentamente por entre sus brazos, sus ropas friccionando al descender, sintiendo ese aroma de mujer que perforaba todos sus sentidos. El violeta de sus ojos lo hipnotizó, ella lo observaba con angustia, tenía miedo de escuchar lo que vendría, como si ya supiera la respuesta, y él se sentía igual al tener que corroborárselo.
Alargó la mano para tomar delicadamente un mechón de su cabello y enredarlo entre sus dedos.

—No es algo de lo que me sienta muy orgulloso ahora mismo y tú…no eres ninguna desconocida…

—Apenas sabes mi nombre…Qhuinn, de verdad no soy lo que buscas, si sólo deseas a alguien con quien revolcarte una noche para luego botar, no soy la indicada. No puedo negar que muero por satisfacerte…todo mi cuerpo te reclama inexplicablemente… tanto que apenas puedo pensar claramente cuando estoy cerca de ti.
Aghh…sólo mírame, diciendo esta sarta de estupideces…no sé que me sucede…por favor olvida todo lo que dije…sólo bájame…— Su cabeza cayó pesadamente, cortando el contacto visual. Avergonzada por la confesión que acababa de hacer. Lo único que deseaba era salir de ahí.

La fue liberando hasta que los pies de la chica tocaron el suelo. Intentó dejarla ir, pero no aguantó por mucho tiempo. Antes de que ella girase para seguir su camino, le tomó la cara con ambas manos, la atrajo hacia él y la besó.

Sus labios chocaron violentamente.

Sacris soltó un gemido de sorpresa, tensándose por completo. Cálidas ondas subían por su piel, electrizándola. Las grandes manos del macho la sostenían dulce, pero firmemente, su piel era suave y abrasadora. Graciosas cosquillas revolotearon dentro de su vientre, haciéndola caer vertiginosamente hacia un abismo desconocido.

Qhuinn buscaba profundizar el beso, quería llegar hasta su garganta, pero Sacris no lo dejaba, se mantenía tensa con los labios firmes en una línea. Lo bueno es que no lo rechazaba ni apartaba, si no más bien estaba como pasmada, temblaba de pies a cabeza, nerviosa, como si fuese su…¿Primer beso?
Oh Santa Virgen en el fade ¿Acaso nunca antes había sido tocada por otro macho?
Los días pasados se había torturado preguntándose si ella ya tenía a alguien, a otro macho compartiendo su cama, su cuerpo, y aquello lo había desquiciado como el infierno. Ahora se sentía completamente bendecido por el hecho de que ella le hubiese permitido acercarse, a dejarle saborear aquellos labios, a esa deliciosa boca.
Separándose apenas unos milímetros, le acarició las mejillas con los pulgares para infundirle tranquilidad.

—Relájate cariño, déjate llevar…déjame entrar…— Susurró Qhuinn seductoramente.

El color subió por el rostro de ella, alojándose furiosamente en sus pómulos.
Lentamente Sacris abrió un poco su boca, dejando entrever sus blancos dientes, lamió el borde pudorosamente con la punta de su lengua.
Qhuinn gruñó con satisfacción al observar como obedecía. Se estremeció ante la visión de aquellos labios llenos y tersos invitándolo a continuar.
Tomó cuidadosamente el labio inferior entre los suyos, atendiéndolo tiernamente hasta dejarlo rojo e hinchado, continuó con el otro para terminar ocupándose de ambos.
Sacris instintivamente imitó sus movimientos, siguiendo el ritmo de sus bocas, primero cautamente, luego con desenfreno.
Qhuinn la penetró con frenesí, el sabor lo tenía alucinado.
Dulce como el almíbar pero sin ser empalagoso, jamás se saciaría de ella.
Oh Si. Completamente adictivo.
Sus lenguas se entrelazaban enérgicamente, enfrascadas en una batalla letal. Dientes y bocas golpeándose con urgencia. Devorándose.
Era tanta la conmoción que ninguno escuchaba los graves gruñidos y jadeos que emergían desde sus gargantas.
Una de las manos de Qhuinn bajó hasta la pequeña cintura para apegarla a él, mientras con la otra le acariciaba el cuello con movimientos circulares. Mala idea. Su polla ya erecta se hinchó más aun al sentir el roce del cuerpo femenino. El aprisionamiento del pantalón lo castigaba dolorosamente. Pero no iba a detenerse por nada en el mundo.

Repentinamente Sacris abandonó la cavidad del macho rompiendo el encanto, tenía los ojos como platos. Cuando había sentido la presión de esa enorme cosa contra ella, percibió como la humedad bajaba entre sus piernas, excitando su centro. Estaba completamente caliente. Ya era demasiado, debía detenerse. Le daba pavor pensar en lo que podría venir después.

—El brazo…me duele…debo irme…

Menuda mentira, ni siquiera sentía el brazo, pero era la excusa perfecta. Si algo le importaba a ese macho, pondría su salud por sobre sus otras necesidades, que saltaban a la vista…y al tacto.

Qhuinn la liberó maldiciendo por lo bajo y ella se encaminó rápidamente por el pasillo sin mirar atrás. Rogaba por que no se diese cuenta de que apenas podía caminar. Rogaba por que no pronunciase su nombre, o su cuerpo se rebelaría y volvería corriendo para fundirse de nuevo con él.
Dios mío, su primer beso había sido mucho más de lo que podría haber soñado jamás.
Demasiado excitante, demasiado perfecto.
La condenada experiencia de Qhuinn la hizo pensar en todas las hembras que admitió haber tomado. Nuevamente sintió aquella punzada en el pecho, esta vez acompañaba de rabia, furia ¿Celos?
Si no pasaba nada más entre ellos ¿Soportaría verlo con alguien más?
No. Mataría a cualquier perra que se le acercase.
¡Aghh! ¿Qué diablos estaba pensando?
¿Acaso ahora aparte de ser un clon, era un animal peleando por el macho alfa?
¡Jodidos demonios!

Cuando salió de su ensimismamiento se dio cuenta que ya estaba dentro de la consulta de Jane, quien la miraba extrañadísima.

—¿Sacris, te sientes bien?... ¡¿Qué demonios le sucedió a tu brazo?!— Jane miró espantada la extremidad torcida colgando como sin vida.

—Ah, nada importante, tuve un pequeño encuentro con Z.— Recién entonces recordó el asunto por el que estaba hoy ahí. Luego tendría que reunirse con V para saber el veredicto final, el resultado de su desempeño.

—¿Fue por el asunto de la prueba o por algo más?

—No, sólo fue por la prueba, nos dejamos llevar…yo terminé estrangulándolo y el le hizo cariñitos a mi brazo. Fue mi culpa, así que no te preocupes.

Jane observó a Sacris detenidamente, parecía completamente ausente. Lucía acalorada, labios inflamados, ojos iluminados. Emanaba ese olor característico de cuando un macho toma a una hembra. Sacris olía completamente a…Uh Oh.

—¿Hace cuánto sucedió?— A Jane la picaba la curiosidad y ella siempre sabía como hacer las preguntas para recibir la respuesta que quería.

—¿Ah? ¿Sucedió qué?

Sacris volaba por el espacio infinito.

—Lo del brazo.

—Ahh, lo del brazo. Mmm, no sé ¿Media hora?

—¿Y por qué tardaste tanto en llegar?

Ahora se removió nerviosa.

—Eh…este…yo estaba…— Sólo atinaba a apuntar hacia el pasillo.

—Súbete a la camilla, enderezaremos ese brazo.

Sacris obedeció y notó la mirada divertida que traía Jane, quien le examinó el brazo revisando cada hueso y músculo.

—Relájate. Respira. Sólo dolerá un segundo.

Con un rápido movimiento ajustó la extremidad en la posición correcta.
El grito de la chica duró lo mismo que el arreglo. Pequeñas lágrimas se asomaron por aquellos bonitos ojos violetas.

—Jane, eso…dolió. Gracias.— Dijo mientras se sobaba el brazo con ahínco.

La mujer acercó su silla hasta quedar frente a ella, se sentó relajadamente ya no en pose de doctora sino como alguien más cercana, familiar.
Sacris ya había experimentado antes ese sentimiento, esa conexión con ella. Sabía que podía confiar. Jane guardaría todos sus secretos, ya había guardado varios. Tenía conocimiento de lo que ella era y no la había rechazado. Todo lo contrario, a pesar de lo reservada que pareciese aquella fría y alta mujer, lograba sentir complicidad, protección, entrega. ¿Así se sentía tener una hermana? o mejor aun ¿Una madre?

—Vamos, cuéntame lo que sucedió con Qhuinn en el pasillo.

Sacris abrió los ojos como platos y sus mejillas ya bastante encendidas, volvieron a brillar. Ambas sonrieron. Era tiempo de una charla de mujer a mujer y Sacris tenía un montón de preguntas.

Sí, ese día había sido perfecto.

0 comentarios: