10/01/2011

Amante Sagrado - Capítulo 03

Si antes Qhuinn escasamente podía dormir, ahora sufría de insomnio severo y la razón de su falta de sueño, se recuperaba dos pisos más abajo.

Sacris.

Aquella maldita palabra de dos sílabas, aquel nombre del infierno, lo comenzó a acechar continuamente las 24 horas del día, tortuosamente dentro de su mente y también en su miembro. Ya había dejado de contar todas las veces que se había corrido ese día pronunciando aquel nombre en voz baja y por más que quisiese borrarlo de su vocabulario, inevitablemente volvía a él cuando terminaba fantaseando con ese exquisito cuerpo femenino, condenadamente apetecible. Sabía que se estaba atormentando a propósito con algo que claramente no debía ser.



—Jodida hembra.— Dijo Qhuinn apesadumbrado, poniendo su antebrazo por sobre sus ojos, mientras su lánguido miembro recién bombeado, caía flojamente por sobre su vientre cubierto de sus propios fluidos.

Hubiese preferido no haber sabido el nombre de ese rostro, pero al día siguiente de la llegada de la hembra a la mansión, todo el mundo la nombraba. Hablaban de su estado, de su recuperación y de los planes que tenía V para ella y eso era lo que más desconcertaba a Qhuinn ¿Acaso se quedaría por siempre? Al parecer ya se había tornado la costumbre de acoger a todo el que terminara en el tapete de la entrada y rogaba porque este no fuese el caso, sería imposible para él vivir con ella bajo el mismo techo. Pero la hembra no parecía ser un vagabundo, así que debía de tener un hogar, tal vez una familia que la reclamaría, quizás hasta un novio, un macho que hacía con ella lo mismo que le hacía él en sus sucias fantasías.
Al recapacitar esto último, se erizó por completo, sintiendo como todos sus músculos se tensaban al ritmo de un leve temblor que recorría su cuerpo, lleno de rabia, de ira, de sangre caliente. Nadie más debía tocarla, nadie. ¿Celos?

—Maldición.— Masculló mientras se recostaba de costado, deseando olvidarlo todo y machacarse el cráneo contra la cabecera de la cama.

Tan pronto llegase la noche, llevaría su culo y su polla aun caliente directamente al antro más cercano y follaría con quien y cuantas fuese necesario. Hasta olvidarla.


—Vamos Sacris, quédate quieta mientras te quito la venda.— Dijo la Doctora Jane, mirando seriamente a su inquieta paciente.

—Es que me pica demasiado.— Reclamó Sacris viendo como la venda que se desenrollaba de su muslo revelaba la piel intacta. La herida había cicatrizado perfectamente, hasta no dejar huella. —Guau, sí que eres buena ¿Eh?

—Eso dicen…—Respondió airosa Jane.— Y todo te pica porque te hace falta un buen baño querida, vamos, vete a la ducha, que pronto vendrá V por ti. Aquí tienes una muda de ropa.— Dijo la doctora pasándole una gran bolsa de papel.

Sacris recibió el paquete y se quedó cabizbaja viendo lo que había dentro de él, pensativa, ausente. Jane notó de inmediato como la expresión de la muchacha había cambiado abruptamente, así que se acercó a ella y se sentó en el borde de la camilla, buscando su mirada.

—No tiene de qué preocuparte cariño, todo va a salir bien. Y ahora levántate que el baño te ayudará a relajarte.

La joven hembra observó como la fantasmal figura de la doctora se volvía sólida al contacto de las cosas. La primera vez que la había visto había quedado completamente sorprendida, sin palabras y no había sabido como reaccionar hasta que Jane le había comenzado a hablar de lo más natural, infundiéndole tranquilidad. Obviamente no se había atrevido a preguntar sobre su “inusual” estado y luego de conversar con ella, todo lo demás había quedado en segundo plano y más aun sabiendo que había sido ella quien había salvado su vida, así que daba lo mismo lo que fuese. V había llegado momentos más tarde para visitarla y la había presentado formalmente como su shellan. Aquellos dos hacían una pareja de lo más extraña y graciosamente eso la hacía sentir extremadamente bien y cómoda. Asunto que después de pensarlo un poco, le provocó pánico, ya que estaba consciente de que no debía encariñarse con esas personas. Su estadía ahí estaba pronta a terminar.

—Gracias Jane, por todo, de verdad. Te debo mi vida literalmente, así que cualquier cosa que necesites ahora o en un futuro, quiero que sepas que estaré siempre a tu disposición.

La doctora sonrió abiertamente, con los ojos llenos de ternura y orgullo. Cuando había estado viva, era poco en lo que creía fuera de la ciencia, pero cuando se le había dado esa segunda oportunidad, comenzó a creer que todo era posible y si lo que había visto V podía sonar como un loco sueño, Jane estaba segura de que lo que estaba comenzando a suceder ahora con la llegada de Sacris a sus vidas, era lo que debía ser y estaba absolutamente predestinado. Aquella pequeña pertenecía a los suyos, a V, a ella.

—Pues sí, fíjate que hay algo que necesito que hagas por mí en estos precisos momentos.

Sacris de inmediato alzó su rostro y las miradas de ambas mujeres quedaron prendidas como imanes.

—Lo que quieras.— Dijo Sacris seriamente, una promesa de guerrero se tallaba con sangre.

Jane se levantó de la camilla y tomó a la joven de una mano para levantarla también.

—Necesito que lleves tu mugroso trasero al agua, te vistas, te prepares y des lo mejor de ti ¿Vale? No dejes que nadie te intimide, cariño. Eres mil veces mejor que ellos. ¡Vamos, andando!

Y acto seguido empujó a Sacris al baño quien había quedado boquiabierta con la ropa sujeta al pecho y la doctora le cerró la puerta en la cara.

Sacris tomó una larga ducha con agua bien caliente, que era lo que le habían ordenado, limpiando concienzudamente su cuerpo, viendo como toda la sangre seca desaparecía por el resumidero.
Se puso la ropa interior que por lo que vio en la etiqueta era de Victoria’s Secret.
Wow nunca había usado esa clase de lencería, el sujetador era negro de satén con bordes de encaje que hacía realzar sus pechos. Se ruborizó sólo de ver su imagen en el espejo, toda la vida usando sujetadores deportivos. No tenía idea de lo femenina que se veía con estas otras prendas. Las pantaletas iban a juego.

¿Quién demonios, compraría esa clase de ropas a una desconocida?

Luego se encajó los jeans, que eran parecidos a los que traía antes, pero estos eran azul petróleo y caían coquetamente sobre sus caderas. Y para terminar se puso la camiseta de algodón negra, demasiada corta y ajustada para su gusto. Tenía un profundo escote redondeado que dejaba a la vista el comienzo de sus pechos y parte de la marca en el izquierdo. Volvió a observar su reflejo, definitivamente no era ella, parecía una chica lista para salir a una fiesta electro o algo así, si alguna vez hubiese asistido a una.
Por el borde inferior de la camiseta se lograba entrever el piercing que llevaba en el ombligo. Era de titanio con dos pequeñas bolitas del mismo material en cada extremo.

Su gran secreto expuesto.

Sabía que las hembras marcadas eran ignoradas por la aristocracia, caía automáticamente en el nivel social más bajo. Pero a ella jamás le había interesado pertenecer al círculo por más que Liam le hubiera dado su apellido.
Era un guerrero y no estaba en su sangre estar compartiendo tertulias con loza de porcelana y viejas estiradas.

Ya tenía dos marcas que eran imposibles de remover o negar, así que el piercing era parte de su secreta rebeldía.

Para terminar se calzó sus queridas botas, que eran lo único que había sobrevivido. Su chaqueta estaba desaparecida, quizás el guerrero llamado V la había guardado y esperaba que sus armas no hubiesen sido confiscadas para siempre.
Era extraño, aquel macho se percibía tan familiar. Estaba segura de no haberlo visto jamás en su vida, pero algo en sus entrañas le indicaba que no era de temer o tal vez sus ilusiones de ser aceptada por alguien, estaban nublando su prudencia.

Se peinó y dejó que su negro pelo suelto cayese por la espalda hasta acariciar su piel más arriba de la cintura, luego puso dos mechones por delante para cubrir algo del escote. Odiaba su pelo, nunca estaba ordenado, ni liso ni rizado. Así que siempre lo llevaba atado en una cola de caballo para que no le estorbase en la lucha. El flequillo debía cortarlo, ya había crecido demasiado chocando con sus largas y encrespadas pestañas.

Para Sacris el asunto de la belleza nunca había sido una prioridad, si bien por naturaleza era femenina, el arreglarse o maquillarse pasaba a segundo término. Ni siquiera tenía algo de maquillaje en casa, lo único que siempre llevaba encima era una barra de manteca de cacao para humectar sus labios, aunque más le gustaba comérselo una vez que se lo ponía.

Antes de salir del cuarto respiró profundamente tres veces, no quería que sus nervios la traicionaran frente al Rey. V había dicho que la vendría a buscar porque el monarca quería verla personalmente y esto la había puesto sumamente inquieta.
Se preguntaba que era lo que harían con ella ¿La matarían? ¿Cómo serían los otros guerreros?

Escuchó unos suaves golpeteos llamando a su puerta que interrumpieron sus cavilaciones.

—Pequeña ¿Ya estás lista?— V estaba al otro lado esperando ansioso por que saliera. Esperaba que la ropa le hubiese quedado bien, le había dado las tallas a Fritz para que fuese a comprarle lo necesario.

Sacris abrió la puerta, se le veía tranquila y segura de sí misma.

V tenía la esperanza de que Wrath la aceptase para quedarse con ellos, aunque más le preocupaba el que ella accediera.
Se negaba a dejarla partir, la necesitaba junto a él y Jane, quien ya le había tomado cariño a la chica en sólo esos dos días. Su Shellan había admirado su fuerza y coraje. Y por raro que pareciese Sacris tenía algo de ambos, tal vez no en su físico pero si en carácter.

Sentía que los tres se complementaban muy bien. Ahora comprendía lo que Wellsie, Tohr y John habían logrado. Una familia.
Si bien Jane y él nunca habían tenido expectativas al respecto por razones obvias, tampoco se veían cuidando a un bebé frágil y lleno de necesidades mudas. En cambio esta chica ya estaba crecida y criada, sólo faltaba que alguien se preocupase por ella, alguien que la sacara de esa soledad primero obligada y luego autoimpuesta. Era independiente como ellos, fuerte como ellos, práctica como ellos.
Vamos, era lo ideal.

—Sí, estoy lista…pero no creo que este atuendo sea de lo más indicado para presentarme ante él.— Sacris se miraba sus ropas, para ella totalmente escandalosas.

V se iba a echar a reír, pero la mirada fija y seria de Sacris lo hizo cambiar de parecer.

—Te ves bien, lo juro. De todas formas no se fijará en tus ropas. Es el Rey Ciego, recuerda. Wrath no ve absolutamente nada, lo ayuda a moverse un perro llamado George, pero no te creas que por eso dejará de percibir lo que sientes, lo que piensas.
Así que sólo sé tú misma.

—Ok, de todas formas no pensaba darle una falsa imagen. Vamos, estoy lista.

Respiró profundamente una vez más y salió tras V.

Pasaron por un túnel subterráneo, con grandes puertas de metal cada cierto tramo, la seguridad del lugar era impresionante, todo estaba controlado por cámaras y las puertas sólo se abrían al accionar un pequeño panel con códigos.
Cuando salieron al vestíbulo, recordó la mansión de Liam, la gran escala central y las altas columnas le resultaron muy familiares, pero aquí era todo muy colorido, en casa era todo blanco y negro. El mosaico del piso era hermoso. El cielo raso impresionante, con pinturas alusivas a grandes guerreros.
Sacris grabó todo en su memoria, para que todo ese bello lugar quedase como un lindo recuerdo.

Subieron por la escalera y Sacris comenzó a sentir sus manos sudadas y el estómago apretado. Sabía que debía mantenerse calmada, pero todo le resultaba demasiado desconocido, nuevo, incómodo. Giraron hacia la izquierda por el corredor, sus pies se hundían suavemente sobre la mullida alfombra sin hacer ruido. Cuando se detuvieron frente a una gran puerta, estás se abrieron de par en par sin que nadie las hubiese tocado.
Guau, aquel despacho era precioso, exquisitamente decorado.
Entró V primero y la invitó a pasar con un gesto. La primera presencia que notaron sus sentidos fue la de aquel macho imponente que se encontraba sentado en un enorme sillón tras un gran escritorio. Todo su ser irradiaba poder y realeza. A su lado se encontraba una hembra apoyada ligeramente sobre él. Sostenía su mano tiernamente.
A los pies, reposaba un labrador dorado.

Sacris estaba frente a sus reyes y no encontraba las palabras precisas para describir el momento.

Luego tomó consciencia de las otras presencias que se encontraban ahí, todos eran guerreros vestidos de cuero de pies a cabeza, el aroma mezclado de todos ellos le hicieron cosquillas en la nariz, era delicioso, el olor a masculinidad, after-shave y especias. También notó la vinculación en casi todos. Sacris moría de curiosidad por saber como eran sus hembras. Jane ya había sido todo un descubrimiento que la había dejado absolutamente pasmada la primera vez que la vio. El mundo estaba lleno de misterios.

Todos en la habitación la observaban detenidamente, escudriñándola, tasándola.

—Sacris, acércate.— La voz del Rey era profunda, directa, una voz acostumbrada a dar órdenes.

Sacris caminó hasta quedar frente a él con el escritorio separándolos y recordó sus modales, así que hizo una profunda inclinación con la cabeza agachada, la espalda completamente recta y pies juntos. Esperaba que las palabras le salieran fluidas, para nada quería parecer nerviosa frente al Rey. Ella era un guerrero, jamás debía olvidarlo.
No la habían criado para ser una cobarde.

— Mi Señor. Es un honor conocerlo.— Dijo usando el idioma antiguo.

—El honor es mío Sacris. Mi nombre es Wrath y ella, es mi Shellan, Beth.— Presentó a su hembra, sonriéndole con adoración.

Beth era simplemente hermosa, con el cabello oscuro cayendo como suave cascada sobre sus hombros, mostrando sus colmillos con orgullo en una gran sonrisa. Sí, definitivamente le quedaba de maravilla el rol de reina.
Sacris volvió a inclinarse con todo el respeto que merecía la ocasión.

—Mi Reina, desde ya tiene aquí a una fiel sirviente por el resto de los tiempos.— Pero esta vez, Sacris habló en el idioma común.

Con aquel gesto, inmediatamente había ganado mil puntos en la escala que Wrath tenía de prueba para ella. Supo que Sacris había sido bien educada respecto a las tradiciones de su raza, sobre todo como debía comportarse frente a sus señores. Había hablado en el idioma antiguo con él, pero no con Beth, respetando así su cultura.
El que primero ofreciese lealtad absoluta a la reina era por consecuencia también entregarse a su rey, ya que para un macho la seguridad de su Shellan siempre iba primero.

Wrath mostraba satisfacción en su rostro y V respiró tranquilo.

Cuando Sacris volvió a erguirse, para retirar el cabello de su rostro, sin pensarlo lo echó todo hacia atrás. La marca de su pecho había quedado a la vista. Se escuchó un joder y algunas toses ahogadas. El rubor hizo que le ardiera la cara.
Automáticamente quiso cubrirse de nuevo, pero el rey la detuvo la mano.

Wrath la había malinterpretado.

—¿Acaso no te sientes orgullosa de lo que eres guerrero? Entonces ¿Qué haces aquí? O peor aún ¿Qué haces en las calles poniendo en peligro a mi gente irresponsablemente? — La voz ahora era inquisidora, dura y molesta.

Las palabras del rey habían tocado su punto débil. Su orgullo. Así que Sacris bajó las manos apretándolas en un puño a cada costado. Buscó la mirada firme bajo las gafas del macho, no podía ver sus ojos, pero sentía aquella fuerte mirada y se la devolvió de la misma manera. Sus ojos violetas comenzaron a destellar suavemente.
El miedo natural que cualquiera debería haber sentido ante Wrath, no entraba en la realidad de la chica. Nadie la cuestionaba respecto a lo que era, ni lo que hacía. Nadie.
El calor que irradiaba por cada poro de su piel hizo que la temperatura del despacho subiera algunos grados.

Todos lograron sentirlo y se removieron incómodos pero sin dejar sus puestos.
Estaban completamente anonadados viendo a esta pequeña, que para ellos caía en la categoría de niña junto a Nalla, ¿Enfrentándose a Wrath?

He aquí una de las diferencias entre ella y el resto. Cuando los guerreros sentían rabia o ira se manifestaba en un frío que lo congelaba todo a su alrededor. En cambio cuando a Sacris la invadían esas emociones, su aura se volvía rojo como el fuego, el calor salía de ella envolvente y pesado, consumiendo el oxígeno. Si la ira llegaba a su extremo, las cosas más próximas, literalmente se convertían en cenizas.

—Claro que sí mi señor, ese es mi mayor orgullo, jamás dude de ello. Estoy orgullosa de mi raza y de quienes nos guían hacia un mundo mejor. Sus majestades. Si ahora me diese a elegir entre dejar de ser lo que soy, negar mi naturaleza o morir, créame que elegiré sin dudar la segunda opción, Hoy y siempre.— Las palabras le salieron arrastradas por entre sus dientes apretados, pero sin dejar su postura de respeto ni tampoco alejar la mirada sabiendo el peligro en el cual se encontraba. En un despacho con 7 guerreros armados dispuestos a despellejar a cualquiera que le fuese irrespetuoso a su líder. Sí, su orgullo muchas veces cegaba la sensatez.

Wrath se reclinó sobre el respaldo de su asiento, con la mano que tenía libre comenzó a acariciar su barbilla, sopesando cada palabra de la chica. No había temor, ni inseguridad en ellas, tampoco arrepentimiento.
Lograba visualizar el aura anaranjada que la rodeaba como una brillante neblina.
Quería ver hasta donde podía soportar la presión, debía comprobarlo si quería mantenerla entre sus filas, entre su familia.

—Entones dime ¿Desde cuándo que estás en las calles persiguiendo y matando al enemigo?

Sacris no vaciló en responder. Aquel grupo de machos tendría que tragarse sus palabras antes de dudar de sus capacidades.

—Hace cinco años. Mi señor.

—Te ves demasiado joven para tener tal experiencia ¿A qué edad pasaste tu transición?

Sacris entendió el motivo de ese cuestionamiento. No creía en ella. Tal vez sus respuestas no lo convencieran del todo pero no iba a mentir.

—A los catorce años. Desde entonces he sido entrenada estrictamente día a día…Mi Señor.

—Imposible. No hay registro alguno de que alguien pueda pasar el cambio a tan temprana edad. Mayormente imposible que hayas soportado tal entrenamiento, seas hembra y lleves tal marca. No tienes la complexión de un guerrero.
Sólo mira a mis hermanos, al lado de ellos eres sólo una niña pequeña. ¿Qué me asegura que al final no sólo serás un estorbo que siempre deberá ser rescatado como la noche anterior?— Wrath era duro, pero nunca antes había sido tan despectivo como lo estaba siendo ahora, claro que sólo él sabía que lo hacía a propósito.

Sacris lo único que quería era lanzarse contra él para escupirle todo en la cara, pero se abstuvo. Control, solo el autocontrol la sacaría de ahí ilesa.

—Si necesita pruebas de mi linaje, concepción y de que la marca la llevo al nacer, puedo traerle los documentos necesarios o llamar a casa para que se los envíen.
Si también necesita que le pruebe mis habilidades, puedo hacerlo de inmediato. Mi Señor.

Y más que nunca quería echar fuera su rabia e indignación echando golpes contra el que fuese.

—Me parece excelente y tomaré tu palabra. Pero primero debemos hacernos cargo de tu alimentación que no es un tópico menor ni tampoco muy agradable.— Wrath arqueó sus cejas esperando ver su reacción.

Sacris frunció el ceño. Estaba confundida.

¿Su alimentación?

—Acabo de cenar. Muchas Gracias.

—No me refiero a ese tipo de alimentación. ¿Hace cuanto que no bebes sangre Sacris?

La cara de la muchacha empalideció en un segundo, de la ira pasó a la vergüenza ¿Cómo demonios sabían eso? Tampoco sabía como contestar.

Wrath estaba listo para escuchar una mentira.

— Estee…más menos dos años.

Dioses ¿Tenían que estar hablando de eso en frente a un montón de extraños?

— ¿No crees que es un acto irresponsable el no alimentarte como corresponde? Si no fuese porque parte de mi sangre corre ahora por tus venas, no estaríamos aquí hablando. Tu sangre no estaba lo suficientemente fuerte para curar por si sola tus heridas. Puedes que tengas una increíble capacidad de aguante, pero eso no significa que seas invencible.— Wrath ya no hablaba rudamente, más bien había un dejo de preocupación en sus palabras. Preocupado por su salud. Por ella.

Sacris quedó impactada. No tenía idea que el rey había donado sangre para ella, pero luego intuyó que ya se habían enterado de la pureza de su sangre y obviamente él era el único compatible, capaz de fortificar sus defensas.

¡Oh, jodidos demonios!

Había tenido un acto de compasión por ella, algo completamente desinteresado e inesperado por parte de un Rey. Incomprensible. Si era débil frente a los ojos de su señor, entonces era completamente inútil. Ahora si merecía morir.
Se sintió como una idiota egoísta y para colmo malagradecida.

Sólo agachó la cabeza, mirándose los pies, la alfombra, cualquier cosa.
¿Por qué no sólo se abría un hoyo en el piso para caer directamente a la fosa de los cocodrilos?

Ahora Sacris era toda humildad, empequeñecida tras su escritorio y Wrath sintió ganas de retirar lo dicho, ya que la arrogancia no iba con él.
Sabía que la había humillado frente a su gente, a sus pares. No la quería ver triste, le gustaba más verla toda autosuficiente. La había admirado por eso.
Pero su capacidad de saber lo que estaba bien y lo que no, también era un punto a su favor. No todos los guerreros estaban dispuestos a recibir regaños.

Quería su confianza y aprecio, no que se encerrase y lo dejara fuera de su círculo tan fuertemente protegido.

—Pequeña, he estado hablando con mis hermanos viendo la posibilidad de que uno de ellos te alimente. Sabemos que no es algo fácil para ti, créeme que para nosotros tampoco y no es porque no queramos hacerlo, si no porque es algo completamente, como decirlo…inusual. Si no te has alimentado desde hace tanto tiempo es porque claramente no tienes de quién hacerlo. Necesitas sangre fuerte, la de un civil no sería suficiente y las elegidas, bueno, obviamente sólo sirven a los machos.

—Mi señor, con mucho respeto, no creo que eso sea posible…— Sacris se ahogó en sus palabras, no tenía idea de qué decir. ¡Ni siquiera los conocía! Por el amor de Dios ¿Quien dejaría que una desconocida tomara alguna de esas venas? ¡Eran machos emparejados!

Wrath no quería seguir hablando, la chica no levantaba la vista y sus hermanos no lo estaban ayudando al respecto, estaban todos iguales de nerviosos. Fue Beth entonces quien tomó la palabra luego de darle un apretón con la mano para que supiese que ella ahora tomaría las riendas del asunto.

—Querida, creo que estos machos se han olvidado de hacer las presentaciones como corresponde.

Beth fue hasta el lado de Sacris y la abrazó por los hombros girándola hacia los otros machos. Primero se sobresaltó ante el contacto, pero la reina infundía serenidad, era como un rayo de sol en una tormenta.

—Chicos por favor relájense. Nadie se los va a comer…aún.— Beth soltó una risita malévola, para calmar algo de la tensión que había tomado posesión del lugar.

—Su Majestad, yo no…— Sacris quería dejar claro que no bebería de nadie, pero Beth la acalló antes de que pudiese terminar.

—Shh, tú calla. Bien, comencemos. Caballeros, como todos ya saben, la adorable damita a mi lado se llama Sacris, lindo nombre por cierto.— Beth la miró a los ojos con complicidad. Sí, ambas eran hembras, de seguro ella comprendía perfectamente lo que estaba sintiendo, su cercanía la reconfortó y se sintió segura de nuevo.

Primero se dirigió a un macho que parecía actor de cine, pero que le daba mil patadas a Brad Pitt. Medía un poco más de 2mts, tenía los cabellos claros y los ojos de un verde realmente precioso. Tenía todo para volver loca a una mujer en cinco minutos, una sonrisa matadora, un cuerpo escultural y la actitud de un rock star.

—El es Rhage, digamos que el payaso de la familia. Su shellan se llama Mary, es encantadora, trabaja en “Lugar Seguro” junto a las otras chicas, ayudando a las mujeres y niños que han pasado por traumas muy grandes, cuando han sido atacados o secuestrados. – Los ojos de Beth mostraban orgullo pero a la vez tristeza, Sacris reconoció que tenía un gran corazón.

—Algún día te llevaré ahí, para que veas lo bien que hacen su trabajo. La gente es muy amable y agradecida. No siempre se tiene una segunda oportunidad ¿cierto?—

Sacris asintió en silencio, sintiendo ganas por conocer el lugar que le mencionaba, no tenía idea de que también ofreciesen ese tipo de ayuda a los civiles, era algo muy loable que le llegó directamente al corazón. Pero había algo que no lograba comprender ¿Por qué este extraño grupo de personas querían ayudarla?

—Hola Sacris, un gusto conocerte…este…yo…toma una piruleta, tiene el centro líquido, es lo máximo ¿Te gustan de fresa?— Rhage había sacado la piruleta del bolsillo de su chaqueta y parecía que tenía más.

—Gra…gracias.— Dijo Sacris sorprendida por el regalo.

La reina continuó.

— Este es Butch, nuestro querido poli. Antes de unirse a la familia fue policía, uno muy bueno, por cierto, y ahora es uno de los nuestros. Resultó ser pariente lejano de Wrath. ¿Qué pequeño es el mundo, no crees?
Su Shellan es Marissa, es la fundadora de “Lugar Seguro” muy entregada a su trabajo, un ejemplo a seguir, la elegancia en persona, te lo juro. Ambos son aficionados a la alta costura, así que si algún día necesitas un buen traje, no dudes en acudir a ellos.

—Hola Sacris. Y es cierto, no puedo negar que tengo ese pequeño pero costoso vicio, pero debo reconocer que todo lo que sé, se lo debo a Phury.
Butch tenía rasgos angulosos, mandíbula cuadrada, pelo negro revuelto. Un asesino.
Había algo muy oscuro escondido en sus ojos, oscuro y peligroso.

Rhage interrumpió.

—Uhh… Mira V, tu novio ya te desconoce ¿No sientes el corazón roto?

Se escucharon un par de risas. Butch masculló algunas maldiciones para Rhage, pero luego se volvió hacia Sacris. Divertido.

—Cariño, lo primero que debes aprender estando en esta casa, es jamás hacer caso a las estupideces que dice este tipo ¿Vale? Mira que lo que le dieron de guapo, también se lo dieron de tonto, en la misma proporción.

—¡Ouch!, poli, esta noche no podré dormir.

—Ya, ya, señores, déjenme continuar.

Todos callaron al instante.

—Bueno, ya conoces a V y a Jane. ¿Es maravillosa Jane, cierto? Ha sido nuestra salvadora muchas veces. Le estaremos eternamente agradecidos.

Pasemos al siguiente. ¡Oh! Si es nuestro querido Primale, liberador de elegidas y su Shellan es una también, Cormia, mujer más dulce no encontrarás jamás, ahora ellos dos están ayudando a las demás a aclimatarse a este mundo. Ha sido una tarea dura, pero lo están logrando exitosamente. Hubieses visto cuando recién llegaron, peleando con las aspiradoras, imagínalo. Tienen anécdotas muy divertidas que Cormia estará encantada de contarte.

—Un placer conocerte Sacris, espero que te sientas cómoda entre nosotros.— Phury se inclinó levemente con una sonrisa cálida en sus labios.

El pelo, definitivamente el pelo era lo más envidiable, cabellos rizados multicolores, castaños, rubios y rojizos. Era un macho hermoso, pero no caía en lo femenino. Sus ojos amarillentos te atrapaban y envolvían. De seguro era el más maduro de todos.

—Y este es su hermano gemelo Zsadist. Su shellan se llama Bella y tienen una pequeñita que pronto cumplirá un año, es la adoración de este hogar. Te enamorarás de ella al instante y Bella le sigue, una excelente amiga, otra fanática de la ropa. Uff, si vieras su armario, lo que imagines, lo tiene.

Zsadist sólo la saludó con una leve inclinación de cabeza.

El macho llevaba una banda negra tatuada en su cuello y brazos, Sacris entonces supo que en algún momento había sido esclavo de sangre, también tenía una cicatriz que iba desde la frente hasta el labio superior. Tenía el pelo rapado, sólo podía ver el parecido entre los hermanos por el color de ojos y tal vez algunos rasgos faciales imperceptibles a primera vista.
Pero más allá de su físico, Sacris sintió que guardaba en lo profundo, casi enterrado el en rincón más apartado de su alma, un inmenso dolor. El macho no había tenido un agradable pasado, pero al parecer en su familia había encontrado la paz, y había aligerado un poco la carga que alguna vez no dejó de perseguirlo.

Admiración. Eso fue lo que ella sintió por él.

—Por último tenemos a Tohrment. Tohr está a cargo de este magnífico comando de guerreros.

—Mi brazo derecho.— Agregó Wrath.

Tohr le alargó la mano a Sacris quien le devolvió el saludo con un fuerte apretón para que supiese que ella no era una niña delicada.

—También viven con nosotros John, mi hermano menor con su Shellan Xhex. Junto a sus amigos Qhuinn y Blay que son los más jóvenes del grupo. No están en casa en estos momentos para saludarte ya que tuvieron que salir. A ellos los conoces, son los que te trajeron hasta aquí.

Sacris levantó las cejas ¿Cuál de ellos sería la máquina sexual? No creía que fuese el emparejado, así que sólo le quedaban las otras dos opciones, pero fue el nombre de
Qhuinn el cual paladeó con un sabor dulce y picante. ¿Sería él el que le estaba revolucionando las hormonas?
Se sintió frustrada al no saber la respuesta en ese momento.
Beth había sido muy amable de introducirla un poco más en la vida de cada uno de ellos, sabía que lo hacía con el fin de que no hubiese incomodidad y desconfianza en el grupo. Quería que se sintiese incluida. ¿Por qué? ¿Para qué?

Pero antes de encontrar aquellas respuestas, sabía que primero debía esclarecer el asunto de la alimentación.

—Gracias por la cálida bienvenida, pero sigo creyendo que no es correcto que deban encargarse de mí. Sé que mi señor tiene un punto importante que no puedo refutar, aun así, está el hecho de que todos ustedes están emparejados y de verdad no me gustaría que tuviesen ningún conflicto con sus shellans por mi culpa.
Al fin y al cabo sigo siendo una extraña, no soy parte de la hermandad ni de sus familias. Tampoco soy parte de sus responsabilidades. La que está en deuda aquí es mi persona…

Tohr la interrumpió mirando a Wrath como si no hubiese escuchado nada de lo antes dicho.

—Yo lo haré. Estoy solo y no debo rendirle cuentas a nadie. No tengo ningún problema en hacerlo.— Luego miró a la chica.—Vamos Sacris, no te compliques de más, es sólo un mordisco y ya.— Se arremangó la camisa que cubría su brazo izquierdo, mostrando el antebrazo.—Mira que buena vena tenemos acá. Dime que no te apetece ¿Eh? Todos aquí podemos percibir tu hambre muchacha, el que sigas dilatando el asunto ya sea por tu educación o tozudez, sólo hace que esto se ponga más difícil. No recibiré un no como respuesta, te alimentaré de todas formas, ya sea por las buenas o las malas.

A Sacris se le aflojó la mandíbula por completo, no podía creerlo. El guerrero se estaba ofreciendo así sin más, como si fuese lo más natural del mundo. Se quedó sin palabras mirando a lo que podría ser su próxima cena.

—Eh…esteee…yo…

—Tranquila, yo me quedaré contigo.— V le dio unos suaves golpecitos por la espalda para infundarle valor.

Luego Wrath dio la orden.

—Bien, salgamos todos del despacho, es mejor que les demos espacio. Sacris, no quiero que salgas de aquí hasta que hayas dejado seco a Tohr ¿Ok?

Los guerreros salieron apresurados como si fuesen niños pequeños escuchando la campana que anunciaba el recreo. Todos menos V, que se colocó al lado de ella.
Cuando Wrath se levantó del asiento con ayuda de Beth, Sacris los detuvo.

—¿Podrían quedarse ustedes también? Por favor.— Miró suplicante a Beth esperando que ella la entendiera y efectivamente así fue.

—Por supuesto querida, aquí nos quedaremos si así lo deseas.— Empujó discretamente a su hellren de vuelta al sillón. Wrath refunfuñó, para nada quería quedarse ahí.

V tomó a Sacris por las axilas rápidamente antes de que chistase, la levantó como si fuese una pluma y la sentó de costado sobre el borde del escritorio.
Tohr se sentó a unos centímetros de ella, quedando frente a la pareja.

—Primero quiero que sepan que para mi esto de la alimentación para nada está ligado con…lo otro. Desde que pasé por el cambió siempre me alimentó, como decirlo…algo así como mi padre y bueno…éste murió hace ya dos años, esa es la razón de mi irresponsabilidad. Tampoco tengo mucho roce social, así que por eso no he vuelto a tener la oportunidad de pedirle a alguien este asunto.
Así que Tohr, me siento profundamente halagada por tu ofrecimiento, pero de verdad no tienes por que obligarte a hacerlo. Juro que cuando salga de aquí buscaré a alguien, lo juro, en serio.

Más nerviosa no podía estar. Aun no le convencía que Tohr estuviese tan dispuesto, tal vez era para no desobedecer al Rey, no porque realmente quisiera hacerlo.

Tohr la miró con compasión y ternura. Un aire paternal la envolvió cobijando a Sacris en su interior y con la voz llena de melancolía como una tarde gris y lluviosa de invierno, le habló.

—Mi Shellan se llamaba Wellsie, murió llevando a nuestro primer hijo en su vientre. Un poco antes de eso, John llegó a nuestras vidas y para nosotros también fue como un hijo, bueno, para mí lo sigue siendo. Pero luego de la muerte de Wellsie mi mundo quedó devastado y huí de aquí dejándolo solo, por esa razón aun nos quedan ciertas heridas abiertas que poco a poco iremos sanando.
Ahora veo que Vishous te quiere acoger de la misma manera que nosotros a John y por nada lo dejaré solo en esto, deseo ayudarlo tanto a él como a ti.
Yo ya no tengo nada en la vida, he perdido mi corazón y mi alma, así que ya no me queda más que velar por la felicidad de mis hermanos. ¿Me ayudarías con esto Sacris?
Ayúdame a hacer a V feliz ¿Vale?

La tristeza y resignación en los ojos de Tohr hicieron que a Sacris se le humedecieran los suyos. Tal confesión no se le hacía a cualquiera. Le entrego su corazón en bandeja para que ella supiese su verdadera intención, para que hubiese intimidad y franqueza en el acto.

Se giró para mirar a V ¿Realmente la quería a ella dentro de su familia? Aquello no tenía ni pies ni cabeza, ni ningún motivo razonable aparente, si ni siquiera la conocían del todo, ni ella a ellos. No sabían nada de su pasado, ni menos de su presente más que datos triviales. Lo más probable es que cuando le confesase lo que era realmente, la sacase a patadas para no querer verla nunca más. No, para nada quería decepcionarlo y para evitarlo no podía seguir ahí involucrándose hasta ese punto.
¿De verdad ella sería capaz de traerle felicidad a alguien? No lo creía.
Ella era sólo la extensión de alguien más, una copia, nada era propio, ni siquiera su orgullo le pertenecía.
Ellos parecían buenas personas, ellos eran verdaderos, ella no. Para nada los merecía.

Sintió que algo caliente salía de sus ojos y resbalaba por su mejilla.
Demonios, estaba llorando. ¿Desde cuándo que no lo hacía? Ya lo había olvidado.
¿Desde cuándo que no sentía felicidad o tristeza como ahora? Tal vez nunca.
Debido a su pasado y a su vida diaria, su trabajo, había aprendido a deshacerse de sus sentimientos y emociones. No le hacían falta, no los necesitaba, sólo le estorbaban y porque realmente evitaba a toda costa el tener que enfrentarse a ellos.
Siempre había añorado ser parte de algo, de alguien, pero como nunca lo había alcanzado, se había resignado y ahora que se lo estaban ofreciendo, no se sentía digna.

—Sí lo eres. Sólo sé tú misma, aprenderemos a conocerte y tú a nosotros. Tengo los brazos abiertos para recibirte Sacris, aprende a caer en ellos con confianza cuando lo necesites.— V había leído cada uno de sus pensamientos, calándole los huesos, quemándole el corazón.

Sacris hizo algo que jamás había hecho. Sin pensarlo se arrojó a sus brazos fundiéndose en un fuerte abrazo. Como cuando un hijo abraza a un padre, a un salvador. Y se largó a llorar calladamente, ahogándose con sus hipos. Sollozando como una niña perdida.
Le habló al oído escondiendo su rostro en el gran hombro del guerrero.

—¿Tú…ya sabes lo que…soy…cierto?— Las palabras le salían entre hipo e hipo.

V asintió sin palabras.

Sacris sintió que su mundo caía en el vacío. Que cada muralla levantada para protegerse se hacía pedazos lenta y dolorosamente.
Nunca antes había deseado con tanta fuerza ser alguien normal, real.
No importa si hubiese nacido como planta, humano o vampiro, sólo quería una vida propia, no una prestada.

—Perdóname…por ser lo que soy.

—Pequeña, no hay nada que perdonar. Más bien perdóname tú a mí por este sueño egoísta que deseo hacer realidad.— V le hablaba con la voz quebrada, más de una lágrima había derramado también al sentir el abrazo. La separó de él con suavidad y la recolocó en su posición.

—Bien, ahora aliméntate, no lo pienses más.

Tohr sacó unas de sus dagas e hizo un profundo corte en su muñeca y le ofreció el antebrazo.

Sacris vio la sangre roja y espesa manar de la herida. Sus colmillos se alargaron con un fuerte siseo y se dejó llevar por su instinto animal. Estaba hambrienta y ya no había vuelta atrás. Con una mano afirmó al antebrazo, llevándoselo a la boca con fiereza.
Cerró los ojos y con la otra mano buscó el contacto de alguien tras ella. Sintió una mano grande sosteniéndola, V le dio un ligero apretón para hacerle saber que no estaba sola.
Sus papilas gustativas se estremecieron de placer al sentir el sabor del líquido vital, nunca antes había probado algo igual. La sangre de Liam era agua comparada con esta, que estaba llena de fuerza y poder. Su cuerpo no podía estar más agradecido, sintiendo como a cada trago, la sangre recorría su sistema como despertándolo de un largo sueño.
Se sintió de nuevo como una máquina con el tanque lleno, al tope de energía.

El ambiente del despacho se llenó de paz y tranquilidad. Wrath había pensado que presenciar el momento sería espantoso, rememorando cuando Beth había tenido que alimentar a Butch durante su transición, pero ahora, como no había ni una pizca de deseo, ni el más leve asomo de sexualidad liberada, que era lo más común en la alimentación, pudo relajarse y observar sin sentirse incómodo. Era como darle el biberón a Nalla.
V estaba complacido viendo cada trago de Sacris, como cuando un padre se preocupa que su retoño se coma toda la cena.
Tohr de vez en cuando relajaba y apretaba el puño para bombear más sangre. No se le veía cansado, aguantaría hasta que ella estuviese llena.

Una vez que Sacris terminó, retiró los colmillos y selló la herida. Su piel se veía brillante, tersa y tenía las mejillas sonrosadas.

—Oh Dioses, infinitas gracias. Me siento de maravilla. Te debo mínimo cien cabezas de lessers.

Tohr rió a carcajadas mientras alisaba la manga de su camisa.

—Te las cobraré.

—Bien hecho pequeña, ahora baja de ahí.— V se preparaba para lo que vendría a continuación.

Wrath tomó la palabra.

—Faltan sólo unas horas para el amanecer, así que irás directo a casa a dormir. Apenas se oculte el sol pasarán por ti. Quiero que comiences a entrenar de inmediato y así comprobaremos tus habilidades. Nuestro centro de entrenamiento ha comenzado sus actividades de nuevo, ahora estamos reclutando a todo quien quiera luchar, hasta civiles si cuentan con las aptitudes requeridas.
Suponemos que estás acostumbrada a pelear sola, así que necesitas aprender a trabajar en grupo, así que será un entrenamiento nuevo para ti. ¿Estás de acuerdo?

Sacris intentaba procesar las palabras, ella no necesitaba más entrenamiento, sólo quería salir a cazar de nuevo ¿Ahora tendría que hacerlo con más gente? No le gustaba nada la idea, pero se lo tragó. Estaba en deuda con ellos, era lo mínimo que podía hacer.

—Sí. Mi Señor.

—Si mañana pasas el entrenamiento, recogerás tus cosas y vendrás a vivir aquí como un hermano más. Los guerreros debemos permanecer unidos, con una sola voluntad. No permitiremos berrinches ni desobediencias ¿Estamos claros?
—No soy una niña.— Respondió Sacris frunciendo el ceño.

—Para nosotros si lo eres, así que si deseas que cambiemos nuestra visión respecto a ti, deberás demostrarnos lo contrario.

Sacris entornó los ojos y suspiró con resignación. Seguía creyendo que todo estaba yendo demasiado rápido y apenas lograba canalizar y asimilar todo. Un día era huérfana y al otro ya estaba siendo adoptada por la hermandad. Esto era un cambio radical en su vida y no sabía si podría ser capaz de adaptarse a todo, a todos. Y si nada de esto funcionaba ¿Qué iba a ser de ella? Pues nada, volvería a casa, se tiñería el cabello y se cambiaría el nombre.

—Está bien, así lo haré. Luego no se quejen si dejo a alguien llorando.

Beth, Tohr y V soltaron risitas.

—Rían todo lo que quieran, luego ustedes deberán responder por ella. Ahora largo de aquí todo el mundo que ya bastante he tenido hoy. Quiero estar a solas con mi Leelan.— Ordenó Wrath.

Salieron del despacho calladamente hasta el pasillo. Tohr se despidió de ellos dirigiéndose hacia el lado contrario. V y Sacris caminaron lentamente como no queriendo despedirse, los abordó un silencio incómodo, ninguno sabía que decir en esos momentos y sin darse cuenta ya habían llegado a la puerta principal.

De pronto su silencio se vio interrumpido por las voces apagadas que venían en dirección a ellos. Las puertas laterales, por las mismas que ella había llegado horas antes, se abrieron de golpe y las voces roncas de los machos se escucharon más fuertes haciendo eco en el vestíbulo.

El corazón de Sacris se paralizó.

0 comentarios: