11/30/2011

Fragmento III

Marcus y Aída siempre tuvieron personalidades completamente diferentes, eran blanco y negro literalmente y a pesar que en un comienzo al sentirse los "Elegidos" por su propia raza que los hacía sentirse cómplices y compañeros de importancia, a medida que fue pasando el tiempo todo esto fue cambiando hasta llegar a diferencias irreconciliables, como así también el comienzo del caos. Ni los hijos que tuvieron en conjunto, ni la experiencia de años reconstruyendo las nuevas ciudades, ni el amor que ambos se habían profesado una vez, pudieron evitar lo que se vendría después.

Los Eternos fueron separados en dos grandes naciones, en los mismos dos grandes continentes que estaba dividido el mundo. Eran dos gigantes masas de tierra divididas y rodeadas de agua dulce como la miel, pero sus reconstrucciones que una vez fueron una copia fiel de sus vidas anteriores, pasados los años se convirtieron en cosas completamente distintas. Los Eternos habían perdido su rumbo a causa de sus líderes, pero ambas naciones creían fervientemente en ellos y sus ideales, aunque en el fondo sabían que sus ancestros se estarían revolviendo en sus tumbas al ver en lo que se habían convertido, pero al ver que en el pasado la utopía no había resultado, este nuevo estilo de vida se veía mucho más fructífero y activo, con más expectativas  más satisfacciones, más deseos...más codicia. Se cegaron y el auspicioso y luminoso futuro que querían los ancianos para ellos se fue enlodando poco a poco por la inmadurez de los líderes que ellos mismos habían elegido.

Este nuevo mundo fue llamado Sperantia, pero con poco honor a su nombre, la esperanza no duró demasiado.

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