10/18/2010

Capi i - Parte i

Sin título - Capítulo 1 parte 1


Los frondosos árboles desfilaban vestidos de llamativo verde a ambos costado del camino, imponentes y majestuosos, autoproclamándose los verdaderos terratenientes del lugar por más que el hombre ya le hubiese echado su mano destructora y progresista. Nadie que aun viviese podría decir exactamente cuantos años descansaban en cada rama o en cada raíz, aquellos árboles tal vez habían sido creados con la misma Tierra, moldeados con las mismas manos de Dios y no era que Isidora fuese una devota creyente, si no que ante esa inmensa y perfecta naturaleza, no le quedaba de otra que pensar en que sólo una mente brillante y superior sería capaz de dar a luz algo así de hermoso y al enfrentarse a estos parajes no podía evitar en imaginar al creador como un loco artista, genio y soñador. ¿Quién más podría haber pintado paisaje más hermoso e idílico que un ángel del cielo con más de un tornillo zafado?


Isidora sonrió al notar que el paisaje no había cambiado mucho en los últimos 10 años, el estrecho camino seguía siendo tortuosamente de tierra y gravilla, haciendo que su pequeño automóvil vibrase entero aunque la velocidad a la que conducía no superaba los 30 kilómetros por hora.  Se alegraba de que la esencia campestre permaneciese intacta.
La zona seguía igual de despoblada, una casita por aquí y por allá, separadas por decenas de hectáreas unas de otras, nada lujoso, nada moderno, donde no se levantaban altos muros que tapasen la visual, ni gritasen los ruidosos sistemas de seguridad acostumbrados en las grandes ciudades. Aquí todo más bien reflejaba la pacífica vida provinciana sumada al intenso trabajo de campo, la tierra labrada, los frutillares cargados, los rosales en flor y los canales de regadío que aparecían de vez en cuando acompañando la senda, alimentando las moras silvestres que crecían en las orillas.

Una que otra señalización de metal oxidado y de letras decoloradas aparecía anunciándole cuantos metros faltaban para que llegase a su destino y mientras más se acercaba, más se le encogía el estómago. Isidora hizo una mueca de dolor, pero no del físico, sino de ese angustioso dolor del alma. Demasiados recuerdos, donde lo amargo se mezclaba con lo dulce, la inocencia y la desilusión, pero intentó hacer a un lado aquellos sentimientos que ahora le parecían demasiado infantiles y se convencía a si misma de que ya no estaba en edad de estar recordando tonterías, ni mucho menos debían dolerle a estas alturas de la vida. Supuso que el corazón había recordado más de lo querido,  ya que todo sucedió el último año que fue a ese lugar y nunca tuvo ocasión de reconciliarse con aquello, de superarlo, de crear nuevos buenos  recuerdos que le hiciesen enterrar por completo los anteriores para disfrutar como siempre lo había hecho.

A los 17 años decidió que nunca más regresaría y no lo hizo, hasta ahora. Para sus padres era religioso ir cada verano, considerando que venían haciéndolo desde antes que ella naciera, acarreando a todos los hijos, mascotas, novias, vecinos y amigos del momento. Cuando Isidora había cumplido los 18, había tenido la suerte de haber estado estudiando demasiado lejos, creando la excusa perfecta para evadir la tradicional vacación familiar. Cuando ya no pudo ser el estudio, fueron el trabajo o el novio, pero este año su madre había insistido hasta el cansancio y se había agarrado del asunto de que “ya no estamos tan jóvenes, quien sabe si este pudiese ser el último verano, sobre todo para tu padre…” Isidora había puesto los ojos en blanco mientras escuchaba la afligida voz de su madre por el teléfono.  Amelia  amaba el teatro y todo mundo sabía que su padre, Joaquín Eyzaguirre, estaba como un toro, mejor que cualquiera, pero de todos los ruegos y chantajes emocionales, eso no fue lo que terminó de convencerla, si no que fue un comentario inocente hecho por su madre, en el cual no ahondó ni en lo más mínimo.

Y Violeta también quiere verte, este año irá sola o quizás con la hermana ¿Te acuerdas de Carmen?

Isidora había pegado un brinco al escuchar ese nombre, pero se recompuso en seguida y creyó que era un buen momento para cambiar de tema antes de que comenzase a hablar de personajes que no recordaba o que jamás en su vida había visto o peor aun, que siguiese hablando de la familia de Violeta García de León.

Si voy será sólo por una semana. Ni un solo día más, tengo muchísimo trabajo y no puedo dejar a mi gente botada.

Pero para eso está Jazmín, por algo es tu mano derecha y le estás pagando, ni que te estuvieran haciendo un favor...Isi, necesitas relajarte, tomar aire fresco, disfrutar a la familia

Mamá

La conversación giró drásticamente, donde la medio hippie post moderna de Amelia intentaba convencer a su hija, que de niña de las flores no tenía ni un pelo, que estaba bien que se realizase como mujer empresaria e independiente y de verdad, su madre estaba muy orgullosa de ella, pero que el dinero no lo era todo en la vida y que habían cosas más importante como sintonizar con la naturaleza y encontrar el yo interior en las alas de las mariposas. Isidora ya se sabía el discurso new age de memoria, así que se limitaba a asentir educadamente mientras su mente ya estaba en otra cosa como en la contabilidad del mes o en el próximo pedido de vajilla inglesa.

Si sólo iba tía Violeta, estaba bien, la hermana daba igual, eso era todo lo que importaba y punto.

Una semana alejada de la civilización no la iba a matar ¿O si? Quizás si viajaba todos los días al pueblo más cercano conseguiría algún cyber café o estación de servicio con wi-fi, el móvil sí o sí iba con ella, igual que el laptop, aunque sabía que probablemente Amelia se las arreglaría para escondérselos a la primera oportunidad. Pero difícil sería pensar en el descanso y en el relax si es que iban a estar todos sus hermanos, sus esposas, ex esposas y el tropel de sobrinos que había aumentado en consideración el número de los Eyzaguirres. Sus hermanos se reproducían como conejos y no había manera de detenerlos, ella era la única que había logrado mantenerse invicta en cuanto al número de hijos y matrimonios y muchas veces se sentía la oveja negra, por no interesarse en entregar más críos a la Pachamama y no haber encontrado a su alma gemela. Sus hermanos en cambio, habían encontrado sus almas gemelas, trillizas y demases. Tenían mucho amor que entregar y jamás lo habían desperdiciado en una sola mujer. Lo más sorprendente era que Isidora veía que mujeres y ex mujeres continuaban igual de felices compartiendo celebraciones familiares como si nunca hubiese ocurrido nada, todas conviviendo como regias amigas de toda la vida. Nunca las vio hablar una mal de la otra, si no que se dedicaban todas juntas a hablar mal de otras, de las vecinas, de las primas que les caían mal, de la amante del doctor que todas compartían. No había odio en esas mujeres, ni celos, ni envidia, no culpaban a sus hermanos, ni se hacían las víctimas. ¿Qué encanto misterioso esconderían esos hombres, que hacía que sus mujeres quedasen tan felices luego de una ruptura? Vamos, que un fracaso matrimonial no era poca cosa, no era que un día se sentasen los dos a la mesa civilizadamente y se dijeran, "¿Sabes? Ya no deseo estar casado o casada contigo, mejor dejémoslo hasta aquí ¿vale? Yo me llevo la lavadora…"
Isidora nunca se atrevió preguntar o indagar más al respecto, sentía que no tenía derecho a preguntar algo tan íntimo, aunque estaba segura de que todas le habrían contestado sin pelos en la lengua y de lo que casi podía estar segura, es que nunca había habido infidelidad entre los motivos del término de contrato, o si no ahí si que hubiese habido tremendo dramón y nadie estaría tan amigo, tal vez era que se amaban tanto, día tras día, mes a mes, año tras año, tanto amor que lo estrujaban hasta agotarlo todo, como si fuese una batería, amores fugaces pero intensos, de esos que se siente que se dio todo y que ya no se pudo más. Todo termina limpio y sin heridos, sólo un fuerte apretón de manos y un “Te llamo el lunes”.

Isidora se prometió que nunca amaría de esa manera, prometió que mejor nunca amaría y ya. ¿Matrimonio? Esa palabra la había borrado de su diccionario hace mucho tiempo. Su amiga Josefa le preguntaba como era que tenía tan poca fé en el matrimonio, si sus padres hacían la pareja perfecta.

Amelia y Joaquín llevaban más de 35 años de casados y se veían tan enamorados como la primera vez, como dos tontos adolescentes de ojos brillosos. Se besaban con lengua delante de todos sin ningún pudor y aún se metían mano por debajo de la mesa a la hora de la cena, algo que todos sus hijos sabían, pero todos fingían no darse cuenta.
Se amaban tanto, que a Isidora le causaba nauseas verlos demostrándose su amor eterno, pero cuando discutían, el silencio y la distancia era mucho más insoportable que el asco de ver un beso entre sus progenitores.  La indiferencia era el arma predilecta de la pareja, cuando se enfrentaban con sus diferencias irreconciliables y toda la casa debía pagar con ello. Se silenciaban las risas, los chillidos histéricos de emoción de Amelia cuando se entusiasmaba con algo que Joaquín le contaba, paraban los versos predilectos que recitaba Joaquín a su mujer, apoyado en la puerta abierta de la cocina mientras ella cocinaba, todo enmudecía y se entristecía tiñéndolo todo de gris. La casa dejaba de brillar, literalmente y las flores dejaban de crecer. El amor ahí era como el mismo aire, el motor que hacía que todo funcionase, así que todos los hijos comenzaban a andar como polluelos perdidos, casi como juguetes a cuerda, chocando con las paredes y esperando en la mesa por una comida que nunca llegaba, porque una Amelia enojada con Joaquín, era una Amelia encerrada en el cuarto durante días meditando para volver a encontrar su paz espiritual. Una Amelia con los chakras mal equilibrados significaba que la casa se quedaba sin cocinera y sin ropa limpia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, querida amiga, por compartir esta nueva historia con nosotras. Para mí es especial leerlo; y no es sólo por el hecho de poder disfrutar de una prometedora historia sino porque veo en cada frase, en cada palabra, algo tan querido, tan familiar... tú.

Estaré atenta a la sucesión de los capítulos. Sigue así...

marisan dijo...

:P
No pienso comentar.
Posdata:¡¡Te odio, Zorraaaa!!